miércoles, 18 de julio de 2012

“El fármaco que cura del todo no es rentable”


Tengo 63 años: lo peor de hacerte mayor es que das por seguras
demasiadas verdades: es cuando necesitas nuevas preguntas. Nací en
Derby: mi padre mecánico me regaló un juego de química...Y aún me
divierte jugar. Casado, cuatro hijos; uno, tetrapléjico por un accidente,
me anima a seguir investigando. Participo en el Campus Excelencia.

P R E M I O  N O B E L  D E  M E D I C I N A  1 9 9 3 R I C H A R D  J .  R O B E R T S


La investigación se puede planificar?
–Si yo fuera ministro de Ciencia, buscaría a gente entusiasta
con proyectos interesantes; les daría el dinero justo para que no pudieran hacer nada más que investigar y les dejaría trabajar diez años para sorprendernos.
–Parece una buena política.
–Se suele creer que, para llegar muy lejos,
tienes que apoyar la investigación básica; pero si quieres resultados más inmediatos y rentables, debes apostar por la aplicada...
–¿Y no es así?
–A menudo, los descubrimientos más rentables se han hecho a partir de preguntas
muy básicas. Así nació la gigantesca y billonaria industria biotech estadounidense para
la que trabajo.
–¿Cómo nació?
–La biotecnología surgió cuando gente
apasionada se empezó a preguntar si podría
clonar genes y empezó a estudiarlos y a intentar purificarlos.
–Toda una aventura.
–Sí, pero nadie esperaba hacerse rico con
esas preguntas. Era difícil obtener fondos para investigar las respuestas hasta que Nixon
lanzó la guerra contra el cáncer en 1971.
–¿Fue científicamente productiva?
–Permitió, con una enorme cantidad de
fondos públicos, mucha investigación, como
la mía, que no servía directamente contra el
cáncer, pero fue útil para entender los mecanismos que permiten la vida.
–¿Qué descubrió usted?
–Phillip Allen Sharp y yo fuimos premiados por el descubrimiento de los intrones en
el ADN eucariótico y el mecanismo de gen
splicing (empalme de genes).
–¿Para qué sirvió?
–Ese descubrimiento permitió entender
cómo funciona el ADN y, sin embargo, sólo
tiene una relación indirecta con el cáncer.
–¿Qué modelo de investigación le parece
más eficaz, el estadounidense o el europeo?
–Es obvio que el estadounidense, en el que
toma parte activa el capital privado, es mucho más eficiente. Tómese por ejemplo el espectacular avance de la industria informática, donde es el dinero privado el que financia la investigación básica y aplicada, pero
respecto a la industria de la salud... Tengo
mis reservas.
–Le escucho.
–La investigación en la salud humana no
puede depender tan sólo de su rentabilidad
económica. Lo que es bueno para los dividendos de las empresas no siempre es bueno para las personas.
–Explíquese.
–La industria farmacéutica quiere servir a
los mercados de capital...
–Como cualquier otra industria.
–Es que no es cualquier otra industria: estamos hablando de nuestra salud y nuestras
vidas y las de nuestros hijos y millones de seres humanos.
–Pero si son rentables, investigarán mejor.
–Si sólo piensas en los beneficios, dejas de
preocuparte por servir a los seres humanos.
–Por ejemplo...
–He comprobado como en algunos casos
los investigadores dependientes de fondos
privados hubieran descubierto medicinas
muy eficaces que hubieran acabado por completo con una enfermedad...
–¿Y por qué dejan de investigar?
–Porque las farmacéuticas a menudo no están tan interesadas en curarle a usted como
en sacarle dinero, así que esa investigación,
de repente, es desviada hacia el descubrimiento de medicinas que no curan del todo,
sino que cronifican la enfermedad y le hacen
experimentar una mejoría que desaparece
cuando deja de tomar el medicamento.

–Es una grave acusación.
–Pues es habitual que las farmacéuticas estén interesadas en líneas de investigación no
para curar sino sólo para cronificar dolencias con medicamentos cronificadores mucho más rentables que los que curan del todo
y de una vez para siempre. Y no tiene más
que seguir el análisis financiero de la industria farmacológica y comprobará lo que digo.
–Hay dividendos que matan.
–Por eso le decía que la salud no puede ser
un mercado más ni puede entenderse tan só-
lo como un medio para ganar dinero. Y por
eso creo que el modelo europeo mixto de capital público y privado es menos fácil que
propicie ese tipo de abusos.
–¿Un ejemplo de esos abusos?
–Se han dejado de investigar antibióticos
porque son demasiado efectivos y curaban
del todo. Como no se han desarrollado nuevos antibióticos, los microorganismos infecciosos se han vuelto resistentes y hoy la tuberculosis, que en mi niñez había sido derrotada, está resurgiendo y ha matado este año pasado a un millón de personas.
–¿No me habla usted del Tercer Mundo?
–Ése es otro triste capítulo: apenas se investigan las enfermedades tercermundistas,
porque los medicamentos que las combatirían no serían rentables. Pero yo le estoy hablando de nuestro Primer Mundo: la medicina que cura del todo no es rentable y por eso
no investigan en ella.
–¿Los políticos no intervienen?
–No se haga ilusiones: en nuestro sistema,
los políticos son meros empleados de los
grandes capitales, que invierten lo necesario
para que salgan elegidos sus chicos, y si no
salen, compran a los que son elegidos.
–De todo habrá.
–Al capital sólo le interesa multiplicarse.
Casi todos los políticos –y sé de lo que hablo– dependen descaradamente de esas multinacionales farmacéuticas que financian sus
campañas. Lo demás son palabras...



L A  E V O L U C I Ó N
El Campus Excelencia reúne
este año en Fuerteventura a 14
premios Nobel, un astronauta
(López Alegría) y un puñado de
doctorandos. El Nobel Richard
Roberts hace gala en la isla de
un sentido del humor muy
británico: “Soy científico, pero
creo en la magia, sólo tengo que
empezar a decir: ‘En mi último
experimento...’, ¡y mis amigos
desaparecen!”. Roberts asegura
que sólo ha fichado para su
equipo a científicos que no
supieran distinguir entre su
trabajo y su ocio. Él mismo no
deja la ciencia ni rodeado de
doctorandos junto a la piscina
del Kempinski, cuando ironiza
sobre la noticia bomba que para
la bioquímica han supuesto los
avances en el MRNA:
“¡Evolucionamos! ¡Está claro!
Tal vez hacia nuestra propia
extinción: ahora ya somos
capaces de programarla”.



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