Madrid- El Día Internacional de los Derechos Animales se conmemora hoy, como se lleva haciendo desde 1998. Asociaciones animales de todo el mundo han firmado una declaración para que ninguno más vuelva a sufrir o morir a causa de la acción de los seres humanos. Por ello, el documento propugna cuatro derechos fundamentales: el derecho a la vida, a la libertad, a no ser torturados y a no ser considerados propiedad. El texto parte de la base de que tanto humanos como animales tienen la misma capacidad para sentir dolor, sufrir y expresar emociones complejas. Lo cierto, es que miles de animales sufren actualmente daños físicos por la violencia de sus dueños y otros son abandonados a su suerte en cualquier lugar. Pero quizá, el drama más desconocido sea el de la experimentación. Cada año 115 millones de animales son utilizados en el mundo para la investigación.
Una realidad oculta a la que el Gobierno va a dar respuesta a través de la ley, que está prácticamente terminada y que busca acotar estas prácticas en el ámbito ganadero, cosmético, científico e incluso universitario. Este real decreto busca que la experimentación «se reduzca al mínimo, aplicando métodos alternativos». Así, el borrador nace con el propósito de que «no se les cause dolor, angustia, sufrimiento o daño duradero de manera innecesaria» a los animales.
Ratones a los que se inyectan nicotina para ver cómo esta afecta a la memoria y han de nadar en una piscina, renos a los que les cosen los ojos para comprobar su sensibilidad a la luz... Ni tan si quiera el mejor amigo del hombre se libra de estas pruebas. El escándalo más reciente llega de Nueva Zelanda, donde se están utilizando perros para probar el efecto de las nuevas drogas de diseño, tan demandadas entre los jóvenes. Así, los perros se han visto obligados a tomar dosis letales –lo que se conoce como test DL50– de estas pastillas de nueva generación en una investigación auspiciada por el Gobierno del país que buscaba demostrar a través de ensayos clínicos la potencial adicción de estos psicotrópicos. De hecho, al finalizar el estudio, los animales se sacrificaron y se examinaron los tejidos de todos los sistemas de órganos.
La Sociedad Protectora de Animales del país, los grupos de derechos de los animales y el partido de Los Verdes han calificado la investigación científica como «bárbara» y exhortan a los neozelandeses para luchar contra la propuesta cuando las comunicaciones públicas se requieren. «Cualquier prueba de este producto en animales es francamente repugnante. Si ya se sabe que no es beneficiosa para los humanos, no tiene sentido probarlo también en los perros», asegura Bob Kerridge, director de la protectora SPCA Auckland.
Lo cierto es que esta prueba científica sería alegal en el país, en tanto que las nuevas drogas sintéticas se escaparían de la ley nacional que prohíbe a las compañías farmacéuticas experimentar con animales para medicamentos.
«El Gobierno está comprometido con el mínimo uso de ensayos con animales, pero la cruda realidad es que científicamente, las pruebas con animales es inevitable para demostrar que los productos son seguros para los seres humanos», ha señalado el ministro de Salud, Peter Dunne, en relación a la polémica.
Una realidad oculta a la que el Gobierno va a dar respuesta a través de la ley, que está prácticamente terminada y que busca acotar estas prácticas en el ámbito ganadero, cosmético, científico e incluso universitario. Este real decreto busca que la experimentación «se reduzca al mínimo, aplicando métodos alternativos». Así, el borrador nace con el propósito de que «no se les cause dolor, angustia, sufrimiento o daño duradero de manera innecesaria» a los animales.
Ratones a los que se inyectan nicotina para ver cómo esta afecta a la memoria y han de nadar en una piscina, renos a los que les cosen los ojos para comprobar su sensibilidad a la luz... Ni tan si quiera el mejor amigo del hombre se libra de estas pruebas. El escándalo más reciente llega de Nueva Zelanda, donde se están utilizando perros para probar el efecto de las nuevas drogas de diseño, tan demandadas entre los jóvenes. Así, los perros se han visto obligados a tomar dosis letales –lo que se conoce como test DL50– de estas pastillas de nueva generación en una investigación auspiciada por el Gobierno del país que buscaba demostrar a través de ensayos clínicos la potencial adicción de estos psicotrópicos. De hecho, al finalizar el estudio, los animales se sacrificaron y se examinaron los tejidos de todos los sistemas de órganos.
La Sociedad Protectora de Animales del país, los grupos de derechos de los animales y el partido de Los Verdes han calificado la investigación científica como «bárbara» y exhortan a los neozelandeses para luchar contra la propuesta cuando las comunicaciones públicas se requieren. «Cualquier prueba de este producto en animales es francamente repugnante. Si ya se sabe que no es beneficiosa para los humanos, no tiene sentido probarlo también en los perros», asegura Bob Kerridge, director de la protectora SPCA Auckland.
Lo cierto es que esta prueba científica sería alegal en el país, en tanto que las nuevas drogas sintéticas se escaparían de la ley nacional que prohíbe a las compañías farmacéuticas experimentar con animales para medicamentos.
«El Gobierno está comprometido con el mínimo uso de ensayos con animales, pero la cruda realidad es que científicamente, las pruebas con animales es inevitable para demostrar que los productos son seguros para los seres humanos», ha señalado el ministro de Salud, Peter Dunne, en relación a la polémica.
...Y la experimentación animal continúa
El movimiento contra la experimentación con animales logró el pasado verano en Italia que un juez interviniera en el criadero que la empresa Green Hill tiene al norte del país. Los 2.600 beagles del centro fueron liberados y confiados temporalmente a dos asociaciones de defensa de los animales para que después fueran cedidos a familias de acogida. La sentencia que ordenó la incautación de los perros sostenía que había indicios de que en el criadero el maltrato era habitual. Sin embargo, y pese a sentencias como estas, multinacionales como Procter & Gamble no han presentado la información pertinente para certificar que no testan con animales.
El movimiento contra la experimentación con animales logró el pasado verano en Italia que un juez interviniera en el criadero que la empresa Green Hill tiene al norte del país. Los 2.600 beagles del centro fueron liberados y confiados temporalmente a dos asociaciones de defensa de los animales para que después fueran cedidos a familias de acogida. La sentencia que ordenó la incautación de los perros sostenía que había indicios de que en el criadero el maltrato era habitual. Sin embargo, y pese a sentencias como estas, multinacionales como Procter & Gamble no han presentado la información pertinente para certificar que no testan con animales.
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