Un acercamiento holístico complementado con apoyo social podría ser la mejor y más simple manera de combatir la obesidad infantil.
Aunque hay cientos de programas para reducir el creciente índice de obesidad en el mundo, lo cierto es que si la salud no comienza –y termina—en el hogar, no hay mucho que se pueda hacer al respecto. Sobre todo con niños, que aun no tienen la conciencia de saber lo peligroso e incómodo que puede ser el sobre peso.
México es el país con más obesidad del mundo y el cuarto lugar en obesidad infantil. Esto se debe a varios factores, pero entre ellos está que muchos recursos se gastan en frituras y refrescos, en lugar de adquirir alimentos nutritivos. Y esto deriva en un doble problema: por un lado la obesidad y por el otro la malnutrición (que aunque suene extraño es común que vayan de la mano).
Recientemente se publicó un estudio interesante que tiene un enfoque distinto a los anteriores, que (quizá por que no se han puesto en práctica) claramente no están funcionando. Un grupo de investigadores desarrolló una técnica para ayudar a niños de bajos recursos a perder peso al reducir el tiempo que pasan viendo televisión, incrementar sus horas de sueño y alentar a las familias a cenar juntas en horas consistentes.
Esta es la primera intervención basada en el hogar que ha intentado reducir el índice de obesidad al cambiar el comportamiento doméstico, en lugar de concentrarse en dietas y ejercicios.
“En lugar de intentar imponer un cambio de dieta o de ejercicio, crear un ambiente doméstico más sano podría ser una mejor manera no solo de bajar de peso, sino también de mejorar la salud física y mental”, apuntaron los investigadores. La técnica es relativamente sencilla:
a) Limitar las horas de televisión (y no tener televisión en el cuarto de un niño);
b) tener un horario de sueño regular y dormir más horas;
c) comer en casa y en familia (y no tomar refresco ni alimentos procesados).
Al parecer esto ha estado funcionando bien en algunas familias de bajos recursos en E.U. y Canadá. Es una interesante y simple manera de cambiar el problema de raíz. Quizá implementar esto en otros países, combinado con una educación hacia la manera en que comemos, podría ser la clave para ayudar a los niños.
Aunque hay cientos de programas para reducir el creciente índice de obesidad en el mundo, lo cierto es que si la salud no comienza –y termina—en el hogar, no hay mucho que se pueda hacer al respecto. Sobre todo con niños, que aun no tienen la conciencia de saber lo peligroso e incómodo que puede ser el sobre peso.
México es el país con más obesidad del mundo y el cuarto lugar en obesidad infantil. Esto se debe a varios factores, pero entre ellos está que muchos recursos se gastan en frituras y refrescos, en lugar de adquirir alimentos nutritivos. Y esto deriva en un doble problema: por un lado la obesidad y por el otro la malnutrición (que aunque suene extraño es común que vayan de la mano).
Recientemente se publicó un estudio interesante que tiene un enfoque distinto a los anteriores, que (quizá por que no se han puesto en práctica) claramente no están funcionando. Un grupo de investigadores desarrolló una técnica para ayudar a niños de bajos recursos a perder peso al reducir el tiempo que pasan viendo televisión, incrementar sus horas de sueño y alentar a las familias a cenar juntas en horas consistentes.
Esta es la primera intervención basada en el hogar que ha intentado reducir el índice de obesidad al cambiar el comportamiento doméstico, en lugar de concentrarse en dietas y ejercicios.
“En lugar de intentar imponer un cambio de dieta o de ejercicio, crear un ambiente doméstico más sano podría ser una mejor manera no solo de bajar de peso, sino también de mejorar la salud física y mental”, apuntaron los investigadores. La técnica es relativamente sencilla:
a) Limitar las horas de televisión (y no tener televisión en el cuarto de un niño);
b) tener un horario de sueño regular y dormir más horas;
c) comer en casa y en familia (y no tomar refresco ni alimentos procesados).
Al parecer esto ha estado funcionando bien en algunas familias de bajos recursos en E.U. y Canadá. Es una interesante y simple manera de cambiar el problema de raíz. Quizá implementar esto en otros países, combinado con una educación hacia la manera en que comemos, podría ser la clave para ayudar a los niños.
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