La situación es crítica: el 98% del estado sufre una crisis por la falta del líquido. Según la Nasa, se necesitan cerca de 11 trillones de galones de agua para reparar el daño.
Por: Álvaro Corzo / Los Ángeles
La industria ganadera gasta buena parte del agua en California. Sin embargo, no hay restricciones para el uso del líquido en este sector. / Reuters
A tan sólo dos horas al norte de la ciudad de Los Ángeles late un pueblo fantasma, un lugar que literalmente se evapora minuto a minuto gracias a la sequía más grande de los últimos 1.200 años en el estado de California. En el este de la ciudad de Porterville no corre el agua potable desde abril del año pasado. Ya van 12 meses desde que se secaron los pozos que surtían de agua a la pequeña ciudad de cerca de siete mil habitantes, la mayoría campesinos de origen latino.
Aquí se cambió la loza por platos de plástico, las duchas por los pañitos húmedos y los baños por los pozos sépticos. Cocinar, lavarse las manos o la ropa es imposible si no se tiene agua embotellada. El estado es crítico, al igual que muchas otras ciudades de California, la octava economía más grande del planeta, pero la misma que padece una grave escasez de agua.
“Estamos parados sobre tierra seca, cuando deberíamos estar sobre metros de nieve. Estamos en una sequía histórica que requiere acciones sin precedentes”, dijo hace unos días el gobernador de California, Jerry Brown. “Por eso he expedido medidas sustanciales para lograr el ahorro del agua que necesitamos”, añadió.
Según la Nasa, se necesitan cerca de 11 trillones de galones de agua para reparar el daño que ha sufrido California en la sequía que empezó en 2012, lo que equivaldría al doble de la capacidad de la represa más grande de todo Estados Unidos. Según el centro de experimentos climatológicos de la Nasa (Grace) el estado de California sólo cuenta con reservas de agua para un año en su sistema de reservorios.
La meta es lograr un ahorro del 25% del consumo total del agua en todo el estado. Se pidió dejar de rociar los jardines, lavar los carros, restringir las duchas, el uso de inodoros y otras medidas acompañadas con multas de hasta US$10 mil, algo sin precedentes en Estados Unidos. “Ya es el 98% del estado el que sufre una crisis por la falta del líquido, comunidades enteras sin agua potable nos han obligado al racionamiento. “No hay solución a la vista”, dijo el gobernador demócrata, luego de que la asamblea estatal aprobara esta semana el paquete de medidas y sanciones.
Bajo las nuevas restricciones las ciudades de toda California tienen que lograr un ahorro del 36%, comparado con el año 2013. La industria del entretenimiento, hotelería y Hollywood tendrán que hacer lo propio. Sin embargo, para Adam Scow, director de Food & Water Watch California: “A pesar de la situación tan crítica por esta sequía el gobernador sigue permitiendo a las grandes corporaciones que cultivan ganado que sigan acabando con los pocos recursos hídricos que le quedan al estado”.
Mientras el consumo de agua por parte de residencias y negocios sólo llega al 20% del total, son la agricultura y la ganadería las que consumen el 80% del total del agua que se gasta en California. Hasta el día de hoy, y luego de tres años de iniciada esta crisis, no se ha hecho nada para obligar a los que más usan agua a que cierren los grifos también, explica Scow.
Para producir una hamburguesa de carne de res se requieren cerca de 660 galones de agua. Esa es la cantidad que en promedio se necesita para cultivar los granos de engorde como el maíz, la cebada y, principalmente, la alfalfa, la cual usa el 15% de toda el agua que usa California al mes. Haciendo cuentas, para producir una libra de carne se necesitan entre 2.500 y 5.000 galones de agua. Un almuerzo familiar con 3 libras de carne de res equivale a toda el agua que una persona gasta al año en ducharse, cerca de 15.000 galones.
De acuerdo con la última investigación del Pacific Insitute, dedicado al estudio del medio ambiente con sede en Oakland, los californianos usan más de 1.500 galones de agua al día. La mitad de esta, asociada con la carne y los productos lácteos que consumen. Son cerca de 900 galones de agua los que se necesitan para producir cada libra de queso, más mil galones de agua por cada galón de leche. A pesar de que esta sequía histórica es consecuencia del cambio climático y la prolongada falta de lluvias, según científicos, es la agricultura el mayor motor de esta crisis. Por si fuera poco, California produce cerca de la mitad de todas las frutas, nueces y vegetales que se consumen en Estados Unidos y más del 90% de las fresas, tomates, brócolis y almendras. El problema es que, al igual que la producción de carne, cerdo y pollo, el epicentro de esta producción es el Valle Central de California, una especie de desierto, pero con una tierra extremadamente fértil, la cual necesita cantidades abundantes de agua.
“Lo que está ocurriendo en California debe prender las alarmas en muchos lugares del mundo, donde los intereses de una industria en particular logran que los políticos cierren los ojos ante el derroche excesivo de recursos naturales”, explica Dave Murphy, director de Food Democry Now, organización defensora de la seguridad alimentaria en Estados Unidos.
Por años la corrupción política y el lobby corporativo mantuvieron a California como uno de los pocos estados donde no había límites para el uso de agua subterránea por parte de los propietarios de terrenos agrícolas. Esta batalla, en busca de agua, favoreció durante décadas a las grandes corporaciones sobre los pequeños granjeros permitiéndoles usar desmedidamente los recursos hídricos del estado, convirtiendo irónicamente a California en una superpotencia agrícola a pesar de tener un futuro hídrico en cuidados intensivos.
Tan sólo fue hasta el año pasado, y en medio del fervor popular por la sequía, que el gobernador firmó una ley para regular la extracción de agua subterránea. Sin embargo, los intereses de la industria agrícola se volvieron a sentir logrando estipular que la ley sólo entre en vigencia hasta 2040.
“Esto es una cachetada a la gente de California”, dice Danny Peters, activista y vendedor minorista de legumbres de un mercado de abastos en el centro de Los Ángeles. “Mientras miles de personas en todo el estado no tienen literalmente agua con qué comer o bañarse, los grandes cultivadores agrícolas siguen llevándose toda el agua enfrente de nuestras narices”.
Otro sector que está en medio del huracán es la industria petrolera, que usa cerca de 1.000 billones de galones de agua al año en todo Estados Unidos en fracking, 35% de estos recursos tan sólo en California. La fracturación hidráulica o fracking es el sistema para extraer gas y petróleo que consiste en inyectar un exorbitante volumen de agua a presiones extremadamente altas, que mezcladas con arena y otros químicos destruyen y disuelven la roca cientos de metros bajo tierra, permitiendo así la salida del gas natural y petróleo.
Entre tanto, muchos en California siguen llamando por medidas desesperadas como la construcción de más plantas desalinizadoras de agua, como las que usan en Arabia Saudita, Australia o Israel, o las que se planean construir en San Francisco y San Diego, para convertir agua salada en agua potable. Sin embargo, el proceso además de ser costoso, cerca de US$3 por galón de agua, tiene un altísimo costo ambiental. Pues además de que el residuo salino mata flora y fauna marina una vez se devuelve al océano, se requiere una inmensa cantidad de energía para el proceso, liberando a la atmósfera millones de metros cúbicos de CO2 contribuyendo al calentamiento global, razón principal de la sequía.
Otros más pragmáticos exigen una reestructuración de la tarifas de los precios del agua en todo el estado, la cual obligaría al racionamiento por parte de los grandes productores agrícolas. Según estudios, un recorte del 20% del agua por parte de este sector daría un respiro a la crisis en todo el estado. El problema, concuerdan los analistas, es que los grandes productores agrícolas harán hasta lo imposible para que esto no ocurra”, concluye Murphy. “La situación es realmente alarmante”.
La industria ganadera gasta buena parte del agua en California. Sin embargo, no hay restricciones para el uso del líquido en este sector. / Reuters
A tan sólo dos horas al norte de la ciudad de Los Ángeles late un pueblo fantasma, un lugar que literalmente se evapora minuto a minuto gracias a la sequía más grande de los últimos 1.200 años en el estado de California. En el este de la ciudad de Porterville no corre el agua potable desde abril del año pasado. Ya van 12 meses desde que se secaron los pozos que surtían de agua a la pequeña ciudad de cerca de siete mil habitantes, la mayoría campesinos de origen latino.
Aquí se cambió la loza por platos de plástico, las duchas por los pañitos húmedos y los baños por los pozos sépticos. Cocinar, lavarse las manos o la ropa es imposible si no se tiene agua embotellada. El estado es crítico, al igual que muchas otras ciudades de California, la octava economía más grande del planeta, pero la misma que padece una grave escasez de agua.
“Estamos parados sobre tierra seca, cuando deberíamos estar sobre metros de nieve. Estamos en una sequía histórica que requiere acciones sin precedentes”, dijo hace unos días el gobernador de California, Jerry Brown. “Por eso he expedido medidas sustanciales para lograr el ahorro del agua que necesitamos”, añadió.
Según la Nasa, se necesitan cerca de 11 trillones de galones de agua para reparar el daño que ha sufrido California en la sequía que empezó en 2012, lo que equivaldría al doble de la capacidad de la represa más grande de todo Estados Unidos. Según el centro de experimentos climatológicos de la Nasa (Grace) el estado de California sólo cuenta con reservas de agua para un año en su sistema de reservorios.
La meta es lograr un ahorro del 25% del consumo total del agua en todo el estado. Se pidió dejar de rociar los jardines, lavar los carros, restringir las duchas, el uso de inodoros y otras medidas acompañadas con multas de hasta US$10 mil, algo sin precedentes en Estados Unidos. “Ya es el 98% del estado el que sufre una crisis por la falta del líquido, comunidades enteras sin agua potable nos han obligado al racionamiento. “No hay solución a la vista”, dijo el gobernador demócrata, luego de que la asamblea estatal aprobara esta semana el paquete de medidas y sanciones.
Bajo las nuevas restricciones las ciudades de toda California tienen que lograr un ahorro del 36%, comparado con el año 2013. La industria del entretenimiento, hotelería y Hollywood tendrán que hacer lo propio. Sin embargo, para Adam Scow, director de Food & Water Watch California: “A pesar de la situación tan crítica por esta sequía el gobernador sigue permitiendo a las grandes corporaciones que cultivan ganado que sigan acabando con los pocos recursos hídricos que le quedan al estado”.
Mientras el consumo de agua por parte de residencias y negocios sólo llega al 20% del total, son la agricultura y la ganadería las que consumen el 80% del total del agua que se gasta en California. Hasta el día de hoy, y luego de tres años de iniciada esta crisis, no se ha hecho nada para obligar a los que más usan agua a que cierren los grifos también, explica Scow.
Para producir una hamburguesa de carne de res se requieren cerca de 660 galones de agua. Esa es la cantidad que en promedio se necesita para cultivar los granos de engorde como el maíz, la cebada y, principalmente, la alfalfa, la cual usa el 15% de toda el agua que usa California al mes. Haciendo cuentas, para producir una libra de carne se necesitan entre 2.500 y 5.000 galones de agua. Un almuerzo familiar con 3 libras de carne de res equivale a toda el agua que una persona gasta al año en ducharse, cerca de 15.000 galones.
De acuerdo con la última investigación del Pacific Insitute, dedicado al estudio del medio ambiente con sede en Oakland, los californianos usan más de 1.500 galones de agua al día. La mitad de esta, asociada con la carne y los productos lácteos que consumen. Son cerca de 900 galones de agua los que se necesitan para producir cada libra de queso, más mil galones de agua por cada galón de leche. A pesar de que esta sequía histórica es consecuencia del cambio climático y la prolongada falta de lluvias, según científicos, es la agricultura el mayor motor de esta crisis. Por si fuera poco, California produce cerca de la mitad de todas las frutas, nueces y vegetales que se consumen en Estados Unidos y más del 90% de las fresas, tomates, brócolis y almendras. El problema es que, al igual que la producción de carne, cerdo y pollo, el epicentro de esta producción es el Valle Central de California, una especie de desierto, pero con una tierra extremadamente fértil, la cual necesita cantidades abundantes de agua.
“Lo que está ocurriendo en California debe prender las alarmas en muchos lugares del mundo, donde los intereses de una industria en particular logran que los políticos cierren los ojos ante el derroche excesivo de recursos naturales”, explica Dave Murphy, director de Food Democry Now, organización defensora de la seguridad alimentaria en Estados Unidos.
Por años la corrupción política y el lobby corporativo mantuvieron a California como uno de los pocos estados donde no había límites para el uso de agua subterránea por parte de los propietarios de terrenos agrícolas. Esta batalla, en busca de agua, favoreció durante décadas a las grandes corporaciones sobre los pequeños granjeros permitiéndoles usar desmedidamente los recursos hídricos del estado, convirtiendo irónicamente a California en una superpotencia agrícola a pesar de tener un futuro hídrico en cuidados intensivos.
Tan sólo fue hasta el año pasado, y en medio del fervor popular por la sequía, que el gobernador firmó una ley para regular la extracción de agua subterránea. Sin embargo, los intereses de la industria agrícola se volvieron a sentir logrando estipular que la ley sólo entre en vigencia hasta 2040.
“Esto es una cachetada a la gente de California”, dice Danny Peters, activista y vendedor minorista de legumbres de un mercado de abastos en el centro de Los Ángeles. “Mientras miles de personas en todo el estado no tienen literalmente agua con qué comer o bañarse, los grandes cultivadores agrícolas siguen llevándose toda el agua enfrente de nuestras narices”.
Otro sector que está en medio del huracán es la industria petrolera, que usa cerca de 1.000 billones de galones de agua al año en todo Estados Unidos en fracking, 35% de estos recursos tan sólo en California. La fracturación hidráulica o fracking es el sistema para extraer gas y petróleo que consiste en inyectar un exorbitante volumen de agua a presiones extremadamente altas, que mezcladas con arena y otros químicos destruyen y disuelven la roca cientos de metros bajo tierra, permitiendo así la salida del gas natural y petróleo.
Entre tanto, muchos en California siguen llamando por medidas desesperadas como la construcción de más plantas desalinizadoras de agua, como las que usan en Arabia Saudita, Australia o Israel, o las que se planean construir en San Francisco y San Diego, para convertir agua salada en agua potable. Sin embargo, el proceso además de ser costoso, cerca de US$3 por galón de agua, tiene un altísimo costo ambiental. Pues además de que el residuo salino mata flora y fauna marina una vez se devuelve al océano, se requiere una inmensa cantidad de energía para el proceso, liberando a la atmósfera millones de metros cúbicos de CO2 contribuyendo al calentamiento global, razón principal de la sequía.
Otros más pragmáticos exigen una reestructuración de la tarifas de los precios del agua en todo el estado, la cual obligaría al racionamiento por parte de los grandes productores agrícolas. Según estudios, un recorte del 20% del agua por parte de este sector daría un respiro a la crisis en todo el estado. El problema, concuerdan los analistas, es que los grandes productores agrícolas harán hasta lo imposible para que esto no ocurra”, concluye Murphy. “La situación es realmente alarmante”.
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