Por Constanza Martínez Gaete
Central Park, Nueva York . © Jeffrey Zeldman, vía Flickr.
¿Cómo los parques benefician económicamente a las ciudades? Esta fue la pregunta que un grupo de economistas y expertos en parques intentó responder en un encuentro convocado por el Centro de Ciudades de Parques de Excelencia, perteneciente a la organización estadounidense Trust for Public Land (TPL) que se dedica a construir parques urbanos.
La pregunta surgió en el contexto en que hay factores económicos relacionados a los parques que no se pueden cuantificar, como por ejemplo la ganancia para la salud mental de un paseo por un parque. No obstante, el grupo de expertos consideró que en los parques hay siete atributos que sí se pueden medir y que sí representan un valor económico.
A continuación te contamos en qué consiste cada uno.
1. Aumento del valor “hedónico” de una propiedad
Para los economistas, un valor hedónico es cuando las personas están dispuestas a pagar más por una casa que está cerca de ciertos lugares que se visitan frecuentemente, como colegios, hospitales o parques. Independiente del tipo de lugar, este valor es susceptible a dos factores: la distancia y la calidad.
En el caso de un parque que se encuentra a 600 metros de una propiedad, ésta tiene un valor superior en comparación con las viviendas que están a mayor cantidad de metros. Eso sí, el mayor valor se concentra en las que están en los primeros 150 metros. En relación a la calidad, es más atractivo un parque que esté bien cuidado con áreas verdes e instalaciones. En contraste, un parque descuidado con poca iluminación y vegetación, incluso puede reducir la plusvalía de las viviendas cercanas.
Con el objetivo de determinar el aumento del precio de una vivienda cercana a un parque, los expertos utilizaron un Sistema de Información Geográfica (SIG) que identificó las propiedades ubicadas a 150 metros o menos de un parque. Sobre éstas se fijó que su valor aumenta en un 5% en cuanto a la tasación de las zonas de áreas verdes. Asimismo, se identificó que las viviendas que están cerca (150 metros) de parques de muy buena calidad, pueden aumentar su valor hasta en un 15 por ciento, mientras que las que están cerca de un parque de baja calidad pueden disminuir su precio hasta en un 5%.
2. Turismo
En 2011, Santiago fue elegido por el diario New York Times como el mejor destino y en donde se recomendaba visitar, entre otros lugares, el barrio Bellavista, el Palacio de La Moneda, la Plaza de Armas y el Parque Metropolitano (PMS). Al incluir este último se cumple una de las afirmaciones de la organización Trust for Public Land que considera que es indispensable incluir parques entre los lugares que se aconseja conocer debido a que por sí mismos son lugares de interés turístico que influyen en la economía de una ciudad.
No obstante, como muy pocas ciudades manejan datos sobre cuál es la ciudad de origen de los turistas y cuánto gastan en un parque, el rol de estas áreas verdes en la economía no está muy claro. Es por esto que para tener una idea, la organización propuso el siguiente cálculo:
1. Estimar el número de turistas que visita un parque, entendiendo como turistas a quienes no viven en la ciudad en cuestión.
2. Esta cantidad se reduce según los turistas que fueron hasta el parque considerándolo como un destino turístico en sí.
3. Este número se divide entre los visitantes diurnos (gastan menos) y nocturnos (gastan más).
4. Cada grupo se multiplica por el promedio de gastos que hace un turista en la ciudad en diversas áreas.
5. Finalmente, el ingreso fiscal de una ciudad producto de un parque se puede estimar multiplicando el gasto turístico del parque por el cambio impositivo.
3. Usos directos
Este término se emplea cuando los visitantes realizan actividades en el parque que son posibles por sus características, como andar en bicicleta, caminar por los senderos, hacer un picnic, etc.
Si bien estas actividades son gratuitas en la mayoría de los parques, los expertos proponen que para conocer el costo que tendría cada actividad si se decidiera cobrar, se puede comparar con alguna que sea parecida y privada, y que por lo mismo conlleve un costo. De esta manera, es posible conocer cuál es la cantidad de dinero que uno puede evitar gastar en actividades que realiza comúnmente si es que opta por los parques públicos.
Parque Millenium, Chicago. © Flatbush Gardener, vía Flickr.
4. Salud
Si las personas tienen acceso a los parques, puede que realicen algún ejercicio más seguido, según la investigación. Además, esto les puede generar ahorros en el largo plazo en el ítem salud.
Para estimar cuánto se puede llegar a ahorrar cuando se usan los parques para hacer ejercicio, se tomaron como base las enfermedades que son más típicas cuando no se practica algún deporte, como diabetes y problemas cardiacos. Luego, se estableció añadir a los gastos una diferencia de US$250 entre quienes hacen ejercicio regularmente y quienes no. Eso sí, en el caso de los mayores de 65, esta cifra fue de US$500 debido a que los adultos mayores tienden a tener gastos mayores en salud.
Después, se estimó el número de usuarios que van al parque a hacer algún deporte, entendiéndolos como quienes van por 30 minutos, tres veces a la semana, a hacer alguna actividad moderada (sin contar las personas que van a sentarse o a hacer un picnic por la inactividad que conllevan). Así, a cada grupo se le sumó la cantidad de dólares correspondiente a su nivel de actividad física.
5. Cohesión de la comunidad
Los parques tienen la posibilidad de ser un punto de encuentro para los vecinos, quienes conforman un “capital social” -término acuñado por Jane Jacobs- que puede fortalecer los barrios y, en cierta medida, las ciudades.
A pesar que este valor social no es cuantificable, sí se puede aproximar a partir de las inversiones que hacen los voluntarios en los parques, ya sea a través de jornadas de limpieza, construyendo juegos infantiles, capacitando a los vecinos sobre el cuidado del lugar, entre otras opciones. A estos gastos se les debe sumar las horas invertidas que si bien son de voluntariado, sí es posible asignarles un valor económico.
6. Agua limpia
Usando fotos aéreas, el Servicio Forestal de Estados Unidos desarrolló un modelo para calcular la reducción de escurrimiento de aguas lluvias ante la presencia de los parques. Por un lado, fue necesario estimar la cantidad de superficies cubiertas por áreas verdes y agua, y por otro, clasificarlas en impermeables (autopistas, calles, edificios) y permeables (cementerios, campus universitarios y parques).
A estos datos se le agregaron otros del Servicio Meteorológico obtenidos por las precipitaciones y sus horarios anuales, lo que en conjunto permitió conocer el nivel de escurrimiento anual de las aguas lluvias. Así, se pudo comparar el escurrimiento entre ciudades del mismo tamaño y nivel de desarrollo, pero con diferente cantidad de parques.
Por último, con los precios de la infraestructura para gestionar las aguas lluvias y la cantidad de agua que retienen los parques, se le puede dar un valor económico a la reducción de la contaminación del agua de los parques.
7. Aire limpio
Los parques urbanos juegan un importante papel en la disminución de la contaminación atmosférica, ya que las hojas son capaces de absorber los gases, mientras que el resto de la planta retiene las partículas. De esta manera, si hay parques con vegetación suficiente, va a ser posible aminorar los efectos de los gases contaminantes que afectan la salud de la población y ocasionan gastos más frecuentes en la mantención de la infraestructura (en torno a la limpieza).
El aporte que los parques realizan en el mejoramiento de la calidad del aire fue medido por los expertos al establecer una relación entre la eliminación de la contaminación y el valor de los árboles.
Usando fotografías aéreas de los parques públicos de una ciudad, se obtiene la superficie que cubren los árboles. Luego se calcula el flujo contaminante que corresponde a los gases dañinos que circulan por una superficie en un período de tiempo determinado. Después, este flujo se multiplica por la cobertura de árboles para estimar la disminución de contaminación atmosférica.
Tras esto, se le asigna un valor económico a cada gas -que varía según la ciudad y el país- para conocer su externalidad, es decir, lo que costaría evitar que una unidad de ese contaminante se emita a la atmósfera. De acuerdo a la investigación, una tonelada de monoxido de carbono tiene una externalidad de US$870, mientras que el dióxido de azufre en la misma cantidad cuesta US$1.500.
Central Park, Nueva York. © marinaponders, vía Flickr.
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