martes, 11 de febrero de 2014

Transgénicos sepultan a investigadores dedicados al campo de Tamaulipas

Por: : Vicente González Martínez





Abasolo, Tamaulipas.- Silenciosamente llegó a su fin la era de la agricultura orgánica y los granos “saludables”.

Aunque ya no se reportan cosechas raquíticas, los agricultores conviven con problemas nuevos, como la “intolerancia” y la “incomprensión” de mercados insensibles, que entre regateos apenas aceptan pagar a mitad de precio el grano de carácter transgénico que cosechan agricultores tamaulipecos.

La biotecnología agrícola, no resulta novedosa para los campesinos del estado. Siendo gobernador, en 1996, Manuel Cavazos Lerma abrió puertas a las marcas trasnacionales de la semilla especializada en producir algodón GM y convirtió al campo tamaulipeco en un enorme laboratorio donde los investigadores transmutaron genes, modificaron la constitución genética de la especie y además de gramíneas como el sorgo y el maíz y al final, terminaron por convertir a la agricultura en un monstruo que en un principio despertó repulsa mundial.

Los transgénicos consumaron el prodigioso milagro: cambiaron el rostro del campo agrícola.

De 1996 a 2006, se dejaron de aplicar 454 mil 145 litros de insecticida; se disminuyeron notoriamente las labores manuales y aplicaciones tempranas de herbicidas y plaguicidas con equipo especial

Los mercados globalizados reaccionaron y cerraron bodegas al producto transgénico acusándolo -sin pruebas- de multiplicar células cancerígenas y provocar otros daños no menores, a la salud humana.

Hoy, los agricultores del centro y sur del estado, siembran sin pudor alguno variedades transgénicas de sorgo y de maíz. Sin embargo, no puede acusárseles de llevar a la agricultura por el camino incorrecto.

En su oportunidad, los productores hablaron de “olvido gubernamental”, se quejaron de crédito insuficiente y falta de apoyos. Denunciaron distritos hidráulicos destrozados, dijeron que el parque de maquinaria agrícola, que incluye tractores y equipos, fue a caer por inservible al “fierro viejo”. Se dolieron en fin, de que los habían dejado…para que se murieran solos.

Los campesinos hablaron, pero la verdad es que nadie los escuchó.

Por esta razón, los cultivos transgénicos dominan el campo tamaulipeco.

Nadie los escuchó cuando se quejaron que los estaban dejando solos y hoy que se encuentran en la ruina, adoptan la agricultura de transgénicos, pero sienten, que en busca de la salvación, le vendieron el alma al diablo.

SIEMBRAN TRANSGÉNICOS: COSECHAN TEMPESTADES

Más pobres que ayer, trazando surcos prácticamente con las uñas, campesinos del norte y del centro del estado, corren en la agricultura lo que para cada uno puede ser la “última aventura”: Los productores saben que su permanencia en la agricultura depende de una sola opción: el uso de variedades transgénicas de sorgo y de maíz.

El cielo cargado de barruntos, el viento helado que viene del norte, parece decir a los agricultores que esta es la única opción que tienen para seguir sembrando y es que, con tristeza y resignación marcada en el rostro terminaron por caer en razón que nadie les escuchó la ocasión que salieron a decir que les urgían soluciones porque “el campo no puede esperar”.

Los productores del distrito agrícola 086 se despertaron sorprendidos en el centro de una “guerra de semillas” que presenta variedades genéticamente modificadas y tiene como protagonistas a tres poderosas trasnacionales llamadas Asgrow, Dekalb y Pionner, que ya cuentan entre sus víctimas a empresas nacionales como lo fue Pronase, además de Jebla, consorcio regional tamaulipeco, declarado orgullo profesional del agrónomo Enrique Cárdenas del Avellano.

El camino no es fácil y los agricultores han tenido que pagar factura.

Los compradores llamados “coyotes”, sacan la mejor tajada

Y es que por el hecho de ser variedades transgénicas, buscan pagarlas a mitad de precio. El sorgo que llegó a pagarse a 3 mil 800 pesos, hoy se vende a mil 900 pesos y el maíz, de los 4 mil pesos que se vendía la tonelada, hoy quieren pagarla a 2 mil pesos.

Igual que la mayor parte de las guerras, la que se vive en el campo agrícola tamaulipeco está desatada por un sentimiento perverso: La ambición.

Por el momento, la disputa se centra en el mercado de la semilla. Mañana, que esté lista la cosecha, la guerra será total.

En juego está un tentador botín representado por una cosecha que puede alcanzar los 2 millones de toneladas de granos.

COSECHA DE FRACASOS

En el antiguo “Palo Alto”, comunidad del municipio de Abasolo, habitada por familias profundamente creyentes, los campesinos y sus mujeres sacaron a pasear entre las calles del pueblo la imagen de San Isidro, santo patrono de la agricultura y sus plegarias, en esta ocasión, no rogaron porque las lluvias lleguen abundantes, sino porque el santo patrono traiga mejores precios.

Lo que ellos necesitan son mejores compradores para la cosecha.

Desde la creación del distrito agrícola número 086, los agricultores no han visto una. En vez de una portentosa región agrícola, el gobierno creó una zona de siembras donde el único producto que es posible cosechar se llama fracaso.

El posicionamiento de los transgénicos en el campo tamaulipeco no es casual. Es la respuesta silenciosa de los campesinos que ya están cansados de ir de fracaso en fracaso.

Para muestra un ramillete de botones:

En 1985 el Banco de Crédito Rural extravió aquí su función social y hasta ahora, no le ha sido posible recuperar el capital que invirtió.

CAMPO DESMANTELADO

La aseguradora agrícola ANAGSA, fue conducida a la quiebra y ni con todo el presupuesto pudo indemnizar a los campesinos que perdieron sus cosechas.

Por si fuera poco, la entonces Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos despidió a su equipo de inspectores y dejó a los campesinos sin asesoramiento para producir.

Al final, se observa un fenómeno generalizado en el estado, huérfanos de crédito y faltos de asesoría, los campesinos pusieron en venta lo único que les quedaba: las parcelas.

Hoy trabajan como peones, en terrenos que fueron de su propiedad.

EL RECUENTO DE LOS DAÑOS

Para dar una idea de la dimensión que alcanza el desastre agrícola baste decir que sin mercado para los profesionistas, la Universidad Autónoma de Tamaulipas cerró la Facultad de Agronomía y echó a la calle los proyectos de investigación, junto con los investigadores.

Los únicos ingenieros agrónomos que sobreviven al desastre son Humberto Filizola Haces, que pertenece a la Sociedad de Agrónomos Desempleados, y sólo se ve cuando sale en busca trabajo como secretario de Educación en Tamaulipas. Enrique Cárdenas del Avellano, luce en la sala de su despacho un título de ingeniero agrónomo, aunque jamás se ha desempeñado como tal: trabaja en la Cámara de Diputados como legislador federal.

LOS TRANSGENICOS

Son algunas variedades de especies vivas, plantas, animales o microorganismos cuyo genoma ha sido modificado para adquirir cierta información genética de otra especie, la que les confiere características o funciones que no poseían a fin de mejorar su desempeño.

En el caso de la biotecnología agrícola, se utilizan técnicas de ingeniería genética para mejorar la semilla a fin de agregar a la planta nuevas propiedades agronómicas como tolerancia a herbicidas, la resistencia a plagas, la tolerancia a sequía, entre otras. A estas semillas mejoradas genéticamente se les conoce también como semillas transgénicas o biotecnologías.

LA VARIEDAD ANTIPAJARO

Las variedades transgénicas, colocan al productor con ventajas a las que resulta difícil renunciar.

Para muestra un catálogo de lo que este año ofrece la trasnacional semillera Dekalb a los agricultores tamaulipecos:

A.- Alto rendimiento (cosechas que alcanzan regularmente cifras superiores a las 6 toneladas)

B.- Variedades híbridas que a través de sus raíces desprenden enzimas capaces de inhibir el desarrollo de otras plantas. (No requerirán herbicidas).

C.- Plantas y granos resistentes al ataque de araña roja y mosca midge (No requieren insecticidas).

D.- Tallos vigorosos, que soportan panojas con abundante grano.

Para Dekalb, la “joya de la corona” se llama PR-70, y es una variedad “antipájaro”, lo cual resulta fundamental para los agricultores de la región de Abasolo, porque ahí se encuentra la zona de anidación de la paloma ala blanca.

La empresa de semillas, asegura a los agricultores que con la variedad “antipájaro” van a dejar de preocuparse de los daños que es capaz de provocar la paloma ala blanca.

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