POR VICTORIA DE MASI
Es el San Francisco de Asís, de Santiago del Estero. Los vecinos juntaron firmas porque “no se justifica su existencia”. En otras provincias piensan igual y desde los zoológicos afirman que son vitales para la investigación.
La tristeza del rey. El león del zoológico San Francisco de Asís, echado y con poco espacio para moverse.
Sucedió hace una semana en Santiago del Estero. Hugo Infante, intendente de la capital provincial, pidió al Concejo Deliberante el cierre definitivo del zoológico municipal “San Francisco de Asís”. Los argumentos del funcionario fueron contundentes: “Se han perdido los objetivos educativos para los niños y adolescentes que en otras épocas justificaba la existencia de un zoológico”. Con el apoyo de 35 mil firmas de parte de los vecinos, los concejales autorizaron el cierre, pero todavía no se sabe qué pasará con los animales.
La noticia sobre el cierre del parque santiagueño vuelve a poner en debate la utilidad de los lugares donde los animales permanecen en cautiverio para su exhibición.
Para los especialistas y asociaciones proteccionistas y ambientalistas, ya no tienen ninguna función.
Desde los zoológicos responden que son fundamentales para la investigación y conservación del material genético de las especies que peligran por la mano del hombre, el cambio climático, problemas de caza, el uso de agroquímicos...
“En la era del conocimiento y la tecnología para lo único que sirven los zoológicos es para tener una mirada 3D del animal.
La gente ya sabe que eso que está viendo no es un animal, sino algo domesticado, que sufre.
Los contenidos pedagógicos sobre naturaleza se consolidan en los colegios. El aumento en la cantidad de vegetarianos da cuenta de que muchos son conscientes del ‘uso’ que se le da a los animales”, observa Marcello Marcolini, de la Asociación Protectora De Animales Del Sur. Ellos motorizaron la clausura del Parque Independencia, en Bahía Blanca. Más de 50 animales fueron trasladados al Complejo Ecológico de América, ubicado en Rivadavia, a unos 500 kilómetros de la Ciudad. Hoy los antílopes y ciervos que hasta hace poco habitaban jaulones, corren libres por quince hectáreas de campo, y los cuatro monos –una pareja carayá y otra caí– andan sueltos por el bosque.
Que en Argentina los zoológicos estuvieran en discusión no es nuevo. En 1909, Ignacio Albarracín, presidente de la Sociedad Argentina Protectora de Animales, pidió a los autoridades porteñas el cierre del Zoológico de Buenos Aires para convertirlo en un museo. Clemente Onelli, entonces director del lugar, respondió que de hacerlo “llegaríamos al Centenario con un abigarrado y colosal pesebre”. Silvia Urich, al frente de la ONG “Club Animales Felices” y autora del libro “Los perritos bandidos”, dice que este tipo de recintos hoy están en el centro de las protestas de vecinos y militantes de la defensa de los animales. “Las vigilias a causa de la muerte del oso Winner, en el zoo porteño; las miles de firmas pidiendo el traslado del oso Arturo hacia una reserva en Canadá; los escraches en contra de los zoológicos de Colón, Varela, La Plata o Concordia; las protestas contra los oceanarios de San Clemente y de Mar del Plata son claros indicadores de un cambio de actitud respecto de nuestra relación con los animales”, ejemplifica Urich.
La Fundación Félix de Azara hizo este año un monitoreo en zoológicos y acuarios del país. Se refiere a estos sitios como “colecciones de animales silvestres vivos” que persiguen fines comerciales y recreativos más que de conservación, educación e investigación.
“Más del 95% no cuenta con programas formales y una minoría cuenta con personal calificado”, asegura el informe. El documento –firmado por los especialistas Claudio Bertonatti, Fidel Baschetto y Carlos Fernández Balboa– solicita la actuación del Estado.
“Cuatro pilares: conservación, educación, investigación y recreación”, enumera Juan Pablo Guaita, director general del Zoo porteño, quien reconoce que la función de los zoológicos hoy debe ser investigar. “Y lo hacemos permanentemente. Pero la gente no conoce el trabajo que se hace aquí, porque pocas veces llega a ser noticia”, sigue. Según Guaita, sólo con el aporte de privados, particulares y venta de entradas, es decir sin subsidio estatal, sostienen sus proyectos: conservación de material genético y muestras de tejido, por caso, o el Proyecto Cóndor, que busca reproducir esa especie para introducirla en su hábitat.
Colaboró J. Rodríguez, Sgo. del Estero
La tristeza del rey. El león del zoológico San Francisco de Asís, echado y con poco espacio para moverse.
Sucedió hace una semana en Santiago del Estero. Hugo Infante, intendente de la capital provincial, pidió al Concejo Deliberante el cierre definitivo del zoológico municipal “San Francisco de Asís”. Los argumentos del funcionario fueron contundentes: “Se han perdido los objetivos educativos para los niños y adolescentes que en otras épocas justificaba la existencia de un zoológico”. Con el apoyo de 35 mil firmas de parte de los vecinos, los concejales autorizaron el cierre, pero todavía no se sabe qué pasará con los animales.
La noticia sobre el cierre del parque santiagueño vuelve a poner en debate la utilidad de los lugares donde los animales permanecen en cautiverio para su exhibición.
Para los especialistas y asociaciones proteccionistas y ambientalistas, ya no tienen ninguna función.
Desde los zoológicos responden que son fundamentales para la investigación y conservación del material genético de las especies que peligran por la mano del hombre, el cambio climático, problemas de caza, el uso de agroquímicos...
“En la era del conocimiento y la tecnología para lo único que sirven los zoológicos es para tener una mirada 3D del animal.
La gente ya sabe que eso que está viendo no es un animal, sino algo domesticado, que sufre.
Los contenidos pedagógicos sobre naturaleza se consolidan en los colegios. El aumento en la cantidad de vegetarianos da cuenta de que muchos son conscientes del ‘uso’ que se le da a los animales”, observa Marcello Marcolini, de la Asociación Protectora De Animales Del Sur. Ellos motorizaron la clausura del Parque Independencia, en Bahía Blanca. Más de 50 animales fueron trasladados al Complejo Ecológico de América, ubicado en Rivadavia, a unos 500 kilómetros de la Ciudad. Hoy los antílopes y ciervos que hasta hace poco habitaban jaulones, corren libres por quince hectáreas de campo, y los cuatro monos –una pareja carayá y otra caí– andan sueltos por el bosque.
Que en Argentina los zoológicos estuvieran en discusión no es nuevo. En 1909, Ignacio Albarracín, presidente de la Sociedad Argentina Protectora de Animales, pidió a los autoridades porteñas el cierre del Zoológico de Buenos Aires para convertirlo en un museo. Clemente Onelli, entonces director del lugar, respondió que de hacerlo “llegaríamos al Centenario con un abigarrado y colosal pesebre”. Silvia Urich, al frente de la ONG “Club Animales Felices” y autora del libro “Los perritos bandidos”, dice que este tipo de recintos hoy están en el centro de las protestas de vecinos y militantes de la defensa de los animales. “Las vigilias a causa de la muerte del oso Winner, en el zoo porteño; las miles de firmas pidiendo el traslado del oso Arturo hacia una reserva en Canadá; los escraches en contra de los zoológicos de Colón, Varela, La Plata o Concordia; las protestas contra los oceanarios de San Clemente y de Mar del Plata son claros indicadores de un cambio de actitud respecto de nuestra relación con los animales”, ejemplifica Urich.
La Fundación Félix de Azara hizo este año un monitoreo en zoológicos y acuarios del país. Se refiere a estos sitios como “colecciones de animales silvestres vivos” que persiguen fines comerciales y recreativos más que de conservación, educación e investigación.
“Más del 95% no cuenta con programas formales y una minoría cuenta con personal calificado”, asegura el informe. El documento –firmado por los especialistas Claudio Bertonatti, Fidel Baschetto y Carlos Fernández Balboa– solicita la actuación del Estado.
“Cuatro pilares: conservación, educación, investigación y recreación”, enumera Juan Pablo Guaita, director general del Zoo porteño, quien reconoce que la función de los zoológicos hoy debe ser investigar. “Y lo hacemos permanentemente. Pero la gente no conoce el trabajo que se hace aquí, porque pocas veces llega a ser noticia”, sigue. Según Guaita, sólo con el aporte de privados, particulares y venta de entradas, es decir sin subsidio estatal, sostienen sus proyectos: conservación de material genético y muestras de tejido, por caso, o el Proyecto Cóndor, que busca reproducir esa especie para introducirla en su hábitat.
Colaboró J. Rodríguez, Sgo. del Estero
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