Por: Ricardo Trotti. La cantidad y calidad de agua para consumo humano está generando tensiones cada vez más crecientes, a medida que aumenta la población, existe mayor conciencia sobre la contaminación y se agudizan las consecuencias del cambio climático.
Para descomprimir esas presiones, los gobiernos necesitan actuar con eficiencia y creatividad, ofreciendo mayor acceso al agua potable. De lo contrario, aumentarán los conflictos sociales ante fenómenos tan variados como la vasta sequía en el norte de México, la contaminación del lago Atitlán en Guatemala, el deshielo prematuro de los hielos del macizo Illimani en Bolivia o la disputa entre Costa Rica y Nicaragua, por las aguas del río San Juan.
Un informe global presentado en marzo por la canciller estadounidense, Hillary Clinton, durante la celebración del Día Internacional del Agua, reveló que en una década, la escasez de agua dulce y su contaminación, serán fuente de inestabilidad e inseguridad, propiciándose guerras y terrorismo.
América Latina no es ajena a las graves consecuencias que podrían sufrirse en Asia, Oriente Medio y el norte de África.
El agua ya dejó víctimas políticas en nuestro continente. La más reciente fue la del ex presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, quien en octubre se retiró de la vida pública tras admitir que había considerado declarar la guerra a Argentina. El motivo fue la disputa entre ambos países por la contaminación, desde territorio uruguayo de la papelera Botnia, sobre aguas binacionales del Río Uruguay, conflicto todavía no dirimido, pese a resoluciones de tribunales internacionales.
América Latina no es ajena a las graves consecuencias que podrían sufrirse en Asia, Oriente Medio y el norte de África.
El agua ya dejó víctimas políticas en nuestro continente. La más reciente fue la del ex presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, quien en octubre se retiró de la vida pública tras admitir que había considerado declarar la guerra a Argentina. El motivo fue la disputa entre ambos países por la contaminación, desde territorio uruguayo de la papelera Botnia, sobre aguas binacionales del Río Uruguay, conflicto todavía no dirimido, pese a resoluciones de tribunales internacionales.
La contaminación del agua es casi más preocupante que su escasez. En un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la UNICEF se advierte que el progreso en materia de acceso a agua potable para la población mundial, se ve amenazada por los graves problemas de saneamiento ambiental y condiciones sanitarias.
El informe “Progreso sobre el agua potable y saneamiento en 2012″ resalta con optimismo que en la última década se ha logrado que 6.100 millones de personas, un 89% de la población mundial, tenga acceso a fuentes mejoradas de agua potable. Sin embargo, en el lado pesimista, se denuncia que sólo un 67% tiene acceso a servicios de saneamiento, muy por debajo del 75%, uno de los “objetivos del milenio” que se esperaba lograr en 2015.
Más allá del arsénico y el fluoruro, el informe cita a la materia fecal humana como uno de los principales contaminantes del agua y de las mayores amenazas a la salud pública, causante de muertes de miles de niños cada año.
Se estima que el 17% de la población rural de América Latina y el Caribe defeca al aire libre; tan solo 7.2 millones de personas en Brasil, cifra muy inferior a los 626 millones en India.
El acceso al agua también es fuente de discriminación social. En muchas zonas pobres de Latinoamérica, las jóvenes y niñas no acuden a la escuela porque su tarea es buscar agua, a veces, a decenas de kilómetros del hogar.
El informe especifica que en zonas rurales de países pobres, un 97% no dispone de agua corriente, mientras un 14% solo bebe aguas superficiales, de ríos, estanques o lagos.
Por el contrario, en los países ricos el agua tiende a ser mejor racionalizada. Una investigación reciente del The Miami Herald, demostró que en el sur de la Florida, pese a que hay 600 mil habitantes más que en la década pasada, el consumo total se redujo en un 20%. La reducción se debe a la mayor conciencia ciudadana tras una sequía en 2006, al reciclaje de aguas residuales, restricciones para el riego, artefactos sanitarios más eficientes y al cobro de tarifas diferenciadas para grandes consumidores.
Sin dudas, la escasez de agua, su mal uso y la falta de saneamiento requieren soluciones eficientes y creativas para prevenir conflictos. En Bolivia, por ejemplo, el gobierno de La Paz invirtió en tecnología para hacer mejor uso de la meteorología y el agua de lluvia, ante la evaporación de su principal fuente de agua, el macizo de illimani. Distinto camino adoptó el gobierno de Venezuela el mes pasado, prefiriendo censurar a los medios para que callen denuncias sobre contaminación de ríos y lagos, como si con esa falta de transparencia evitará el problema y su responsabilidad.
trottiart@gmail.com
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