Un nuevo estudio sugiere que los betabloqueantes, que son fármacos cardíacos económicos y populares, se utilizarían en exceso en algunos casos, lo que expondría a esos pacientes a efectos adversos innecesarios.
Los autores hallaron que las personas con angina estable de pecho que usaban betabloqueantes no eran más propensas a morir por la enfermedad o a tener un infarto o un accidente cerebrovascular (ACV) que los pacientes que no tomaban esos medicamentos.
Aunque el estudio no es concluyente, "hará algunas olas", dijo la doctora Lydia Bazzano, de la Tulane University, en Nueva Orleans, y especialista en prevención de cardiopatías, pero que no participó del estudio. "Debe haber muchas personas a las que se les están indicando (los betabloqueantes) pero no los necesitan", dijo Bazzano.
Los betabloqueantes, como el atenolol y el metoprolol, reducen los latidos y la presión. Protegen de nuevos infartos a quienes ya tuvieron uno y son útiles para algunos tipos de insuficiencia cardíaca. Estudios antiguos habían sugerido que prolongar su uso daría buenos resultados en el largo plazo, de modo que muchos médicos lo indican indefinidamente.
Pero los investigadores sostienen que esa información precede a los tratamientos modernos y que aún se desconoce si los betabloqueantes protegen o no de los infartos.
Entonces, el equipo del doctor Sripal Bangalore, del Centro Médico Langone de la New York University, revisó un registro con información de casi 45.000 pacientes con cardiopatía coronaria o factores de riesgo de enfermedad cardíaca para determinar la efectividad de los fármacos.
Los autores organizaron los datos según si los pacientes habían tenido un infarto, tenían cardiopatía coronaria sin un infarto previo o sólo tenían factores de riesgo (diabetes o hipertensión).
Durante los 44 meses siguientes, a los usuarios de betabloqueantes no les fue mejor en ninguno de esos tres grupos.
Por ejemplo: el 12,9 por ciento de las personas con cardiopatía coronaria que usaban betabloqueantes murió por la enfermedad o tuvo un infarto o un ACV, comparado con el 13,6 por ciento de los que no tomaban los fármacos, una diferencia que no es estadísticamente significativa.
El 14,2 por ciento de los participantes con factores de riesgo solamente tratados con betabloqueantes tuvo alguna complicación, comparado con el 12 por ciento de los que no utilizaban esos productos.
No hubo diferencia entre los pacientes que habían tenido un infarto que usaban o no los betabloqueantes. Aun así, los que habían tenido un infarto el año previo y utilizaban esos fármacos eran levemente menos propensos a tener que ir a un hospital por la enfermedad.
"Muchos médicos siguen recetando los betabloqueantes, en especial a pacientes con cardiopatía coronaria", dijo Bangalore, que publica los resultados en Journal of the American Medical Association. "Necesitamos ensayos clínicos para determinar qué pacientes los deberían utilizar", agregó.
Las estrategias más comunes para controlar la presión y el colesterol son el ejercicio, el cambio de la alimentación y los fármacos. Después de un infarto, se suelen indicar anticoagulantes, como la aspirina.
Los betabloqueantes son económicos (las dosis de la versión genérica para un mes cuestan menos de 10 dólares), pero a menudo tienen efectos adversos, como fatiga, depresión y pesadillas.
El cardiólogo Harlan Krumholz, que no participó del estudio, sostuvo que los resultados coinciden con las últimas guías de la Asociación Estadounidense del Corazón, que sostiene que los betabloqueantes son más efectivos en los tres primeros años posteriores al infarto y en pacientes con ciertos tipos de insuficiencia cardíaca. En otros casos, las guías indican que su uso es "opcional".
FUENTE: JAMA, online 2 de octubre del 2012
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