El crecimiento del maltrato animal en Venezuela
by +Verde on 15 abril, 2015
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Realmente preocupa que apenas terminado el primer trimestre del 2015, ya se hallan conocido y denunciado gravísimos casos de crueldad animal en nuestra querida Venezuela. Es un acontecimiento inédito en el pasado reciente del país, por la consecución de los delitos ecológicos revelados a la opinión pública en menos de noventa días, y por las implicaciones socio-ambientales que denotan las agresiones en contra de las especies de fauna.
Todos somos culpables al quedarnos callados, pero también todos somos culpables al romper el silencio. El problema radica en la psique de la población venezolana, y se extrapola con la sangre derramada por los más inocentes. Lo peor, es evidenciar el salvaje libre albedrío que menoscaba el bienestar de los animalitos que yacen en la geografía de Venezuela, y que a continuación explicaremos con cinco grandes casos de abuso animal del 2015.
El primer caso, nos lleva hasta el municipio Andrés Eloy Blanco del estado Sucre, donde un hermoso puma fue humillado, apedreado y asesinado por la no misericordia de los Villarroel. Padre e hijo pasaron tiempo de calidad en familia, quitándole la vida a un felino que simboliza una parte de la biodiversidad autóctona venezolana. El calvario del animal fue exhibido como un trofeo en Facebook, mediante abominables fotografías que ensalzaban la valentía de los delincuentes, y nos demostraban el ronroneo de ignorancia, la miseria espiritual y la carencia de Educación Ambiental en el discernir de la gente.
Cazarlos, torturarlos y asesinarlos. Pasa todos los días, pero no deja de ser sorprendente la infinita estupidez humana. El puma se encuentra en peligro de extinción, debido a la pérdida de su hábitat por el constante desarrollo urbanístico, por la explotación de recursos naturales a cargo de las transnacionales, y por las supersticiones de la chusma que acabarán siendo el caldo en la caldera de las brujas. No hubo piedad, ni compasión, ni sensatez. Lo agarraron de sus patas, lo fotografiaron buscando ser el tópico tendencia en las redes sociales, y así ganar un sinfín de “Me gusta” ver la bestialidad.
Recordemos que otro puma fue asesinado en las presuntas manos del ciudadano Ezequiel Monsalve (Puerto Ordaz, estado Bolívar), quien desde el año 2012 publicaba en su muro de Facebook una serie de fotografías, en las que posaba sonriendo y vanagloriándose junto a ejemplares sacrificados de la fauna silvestre. Monsalve sigue vivito y coleando, evadiendo a la justicia venezolana que tampoco ha hecho absolutamente nada, para detenerlo y esclarecer su autoría en el crimen del puma.
El segundo caso nos remite a la ciudad de El Vigía en Mérida, donde 45 especies de fauna se encontraban en estado de cautiverio en el mini zoológico “Nido de los Avestruces”. Allí fueron rescatados monos capuchinos, pavas culirrojas, guacharacas, avestruces, venados, tortugas negras, tortugas bisagras, morrocoyes sabaneros, pisingos, un tucán azul, un rey Zamuro, un caimán, un mapache y un loro real. Los animalitos vivían hacinados entre el piso de cemento, las jaulas de metal, el alambre de ciclón y la codicia de los encargados del zoológico, que por maldito dinero se lucraban a costa de menguar la vida de los angelitos.
Por desgracia, el inconveniente ecológico también es culpa de esas personitas indeseables que van en familia a los zoológicos, con el objetivo de fotografiar a los animales, hablar estupideces a cielo abierto y pasar un rato agradable con sus seres queridos. Los animales en la rústica vitrina de exhibición, son el gancho capitalista para que la gente se gaste una buena pasta, sin pensar en el sufrimiento de otros seres vivos. ¿A quién no le gustaría ver a esa gentuza presa en las jaulas, para que sintieran en carne propia la agonía del hacinamiento? Es un escollo latente que les come el cerebro a los niños y adolescentes, quienes van perdiendo el respeto, la empatía y el sentido común por la vida ajena.
El tercer caso, nos traslada hasta la carnicería “Pecho de Toro” ubicada en el estado venezolano de Yaracuy, donde el hijo del dueño llamado Alberto Arteaga, junto a los empleados de la mencionada carnicería, atrapaban a perros mestizos de las calles yaracuyanas, aprovechándose del hambre y de la sed de los animalitos para que cayeran en la trampa. Luego los perros eran golpeados, lanzados al aire y tirados con furia en el suelo. Lo más lamentable, es que Arteaga grababa en video, se reía a carcajadas y compartía el martirio de los perros en Facebook, para que propios y extraños gozaran un mundo viendo la vileza en alta definición.
Existe un mismo patrón de conducta en esos terribles psicópatas. Primero son muy valientes para atreverse a subir las fotos y los videos del maltrato animal en sus redes sociales. Pero cuando son expuestos y denunciados públicamente por el resto de la comunidad virtual, vemos que la hazaña se convierte en miedo, en duda y en cobardía. Pese a que borran con premura el contenido audiovisual y eliminan sus cuentas oficiales, ya todos tenemos las imágenes, los relatos y las fechas que los incriminan, demostrando que no tienen las capacidades mínimas de raciocinio para convivir con el resto de la sociedad civil venezolana.
El cuarto caso, nos dirige a la comunidad de “El Guamito” ubicada en el municipio Iribarren del estado Lara. Allí un oso frontino de aproximadamente ocho meses de edad, se hallaba muy mal herido por culpa del ciudadano José Alirio Rodríguez, quien fue capturado en las inmediaciones del sector El Chorro, tras balear con perdigones al pacífico osezno, que es el único úrsido nativo de Sudamérica, y que se encuentra al borde de la extinción por la inclemente cacería de los depredadores humanos. El animalito fue apodado “Guamito” por los lugareños que denunciaron la irregularidad y ayudaron a salvarle la vida.
Tristemente, las nuevas generaciones de venezolanos desconocen la rica diversidad biológica de nuestro país, y los imperdonables ecocidios que se cometieron en el pasado. Si nombramos al Cóndor Andino, todos lo asocian con Argentina, Chile, Perú o Ecuador. Pero aunque usted no lo crea o no lo recuerde, el ave voladora más grande del Mundo estuvo surcando con libertad los andes venezolanos. Hasta la década de los sesenta, el Cóndor Andino era visible en los cielos merideños, que lo llevaron a ser un símbolo del patrimonio natural de ese estado. Las escopetas de los cazadores, los rituales nocturnos y la envidia de la gente, se encargaron de fulminarlo en un santiamén.
El quinto caso, nos conduce a la facultad de Odontología de la Universidad de Carabobo, donde varios perros mestizos desaparecieron de las áreas verdes universitarias, quedando a merced del abandono y de la intemperie callejera. Esos perros NO causaban ninguna molestia ni a la comunidad estudiantil ni al profesorado, pues estaban vacunados y ya se habían acostumbrado a refugiarse y a cuidar los alrededores del lugar.
No es casualidad que la orden de botar a los perros a la calle, ocurrió días después que se conformara un Comité de Seguridad respaldado por los coordinadores sectoriales de seguridad interna y vigilancia privada de la Universidad de Carabobo, que atendiendo el reclamo de los mediocres estudiantes carabobeños, decidieron “resguardar las instalaciones” a cambio de maltratar la vida de los perros, que eran los mejores centinelas y los seres más inteligentes de esa mediocre casa de estudio. Las ONGs, fundaciones y asociaciones carabobeñas que defienden a los animales, exigen la pronta aparición de todos los perros y que se aclare el motivo de la injusticia.
Si en apenas tres meses del 2015, se difundieron tantos sucesos de lesa naturaleza en Venezuela, habrá que estar con los ojos bien abiertos ante la tempestad conservacionista. Las leyes y los organismos judiciales se crean para castigar el delito y a los delincuentes. Simple en la teoría y complejo en la práctica. En Venezuela, contamos con la Ley para la protección de la Fauna Doméstica, Libre y en Cautiverio, con la Ley penal del Ambiente, con el Código Penal, con el Ministerio de Vivienda, Hábitat y Ecosocialismo, con la Misión Nevado y con las fiscalías del Ministerio Público, que deben ser proactivas en incentivar la denuncia del pueblo, y darle celeridad a la resolución de los conflictos, que vulneran el derecho a la vida de los animales.
Reconocemos que el Ministerio Público imputó a los delincuentes sucrenses que mataron al puma, y logró privarlos de libertad por los delitos de caza ilícita en grado de autoría y asociación para delinquir. También consiguió decomisar las 45 especies de fauna del mini zoológico en El Vigía, y trasladarlas al Parque Zoológico Chorros de Milla en la capital merideña. Y dictó medida de arresto domiciliario para el hombre que le disparó al pequeño oso frontino en las orillas del río Bucaral en Lara. Pero es inaudito, que casi siempre la justicia emerja por la presión mediática que causan las hiperactivas redes sociales, y no por el acoplamiento del gobierno revolucionario y sus funcionarios públicos.
Entendamos que las redes sociales NO deben suplantar el trabajo mancomunado de los entes gubernamentales venezolanos, para investigar, monitorear y proteger a la biodiversidad 100% bolivariana. No siempre los asesinos de animales y los seres inescrupulosos que juegan con sus vidas, terminan llorando tras las rejas de una cárcel, o pagando enormes unidades tributarias. Es ridículo tener que esperar por las fotografías y por los videos de crueldad animal en Twitter, en Facebook, en Youtube o en Instagram, para que los ojos de la justicia ciega despierten del letargo ecológico, y asuman la responsabilidad en sancionar a los delincuentes y defender a nuestros animalitos.
Por ejemplo, es consabido que a la politizada Misión Nevado le están lloviendo críticas y más críticas dentro del tricolor patrio, por los actos de corrupción, la burocracia y la apatía que refleja gran parte de su equipo de trabajo, quienes NO están ayudando desinteresadamente a los perros y gatos del país. Por una manzana podrida no vamos a dejar de beber jugo de manzana, pero creemos que la Misión Nevado debe recuperar su ADN y reestructurarse desde cero, pensando en salvaguardar el cariño de los animales, entendiendo que los Centros de Diagnóstico Veterinario (CDV) requieren de verdadera calidad humana, y priorizando el rescate de la sonrisa perruna y felina.
Aprovechemos la oportunidad, para incentivar el respeto por la vida de las mascotas y de la fauna criolla, ya que en Venezuela es simplemente INHUMANO el maltrato que reciben a diario por la esquizofrenia de sus verdugos.
Los animalitos NO son juguetes, mercancías, trofeos, ofrendas, esclavos o adornos que se pueden comprar, cazar, romper, encadenar u olvidar cuando nos cansemos de ellos. Son seres vivos que necesitan cuidados, atenciones y respeto por sus hábitats naturales, para evitar que se enfermen, se aíslen, se pierdan o se vuelvan agresivos por el nerviosismo que produce la llegada del santero Homo Sapiens. Al jugar con sus vidas por capricho, por dinero o por desquite, estamos afincando nuestras mayores falencias humanas, que demuestran la ausencia de solidaridad, altruismo y compasión entre las personas.
A diferencia de los Seres Humanos, los animalitos no se transforman en engendros resentidos que se llenan de plata, hipocresía e intolerancia por las circunstancias que aguarda el destino. Es frecuente observar a perros y gatos que viven felices y contentos aunque se hallen parapléjicos, ciegos o carezcan de la capacidad auditiva. Ellos no se quedan traumados debido a la negativa condición de salud que padecen. Por el contrario, las mascotas aprecian el mágico don de la vida, que les permite olvidar las heridas del ayer y vivir positivamente la gracia del presente.
Tenemos la inspiradora moraleja de “Lázaro”, el perro mestizo que tras ser atropellado por un camión logró recuperarse en un centro veterinario, pese a que después su propietario lo abandonaría excusándose en una mudanza de residencia. Al no encontrarle familia adoptiva al animal que sobrevivía en un refugio, fue sacrificado por el médico que le propinó la inyección letal. Si bien todos pensaron que Lázaro había muerto, se sorprendieron al descubrir que estaba vivo a la mañana siguiente de suministrarle la eutanasia, demostrando el coraje, los bríos y el inmenso apego a la vida que ostentaba el perro, quien ahora vive con una madre sustituta en un cálido hogar de Alabama.
No hay duda, que las mascotas representan el lado genuino de la Pachamama, sin importar la raza, el color o el tamaño que presenten. Lo afirmamos, pues las especies de fauna no escapan de los perversos patrones de consumo, que socavan a la sociedad consumista del siglo XXI. Es común que el pedigrí de un perro o gato, se encargue de determinar el éxito o fracaso que le espera al animal. La gente piensa que un “perro de marca” es mejor que un perro mestizo o callejero. Ellos creen que el perro de buen linaje es más inteligente, mueve más la cola, es más obediente y más amoroso, que un perro de la calle repleto de pulgas, garrapatas y soledad. Es el mismo criterio de compra que utilizan al adquirir un televisor, una nevera, una computadora o un celular.
Una paradójica muestra del enfermizo discernimiento provisto por la Humanidad, que nos tiene ahogados en el egoísmo, en el sectarismo, en la codicia y en la extrema desigualdad social. Por esas razones, es difícil que la gente adopte a las mascotas por voluntad propia. Nadie quiere lo usado, lo maltratado y lo abandonado. Todos quieren lo nuevo, lo bueno y lo costoso. Vivimos en un Mundo deshumanizado en el que pagan justos por pecadores. Así, se incrementa la sobrepoblación de los animales en nuestras localidades, y la posible transmisión de enfermedades a las personas, debido a que los perros muerden y se aparean conforme son relegados a vivir en la calle.
Tal grado de insensatez humana, es el resultado de la carencia de Educación Ambiental en los colegios, liceos y demás centros de enseñanza primaria a nivel mundial. Creemos que la infancia representa una etapa clave en la vida de los individuos, para que se vuelvan más empáticos y respeten la integridad física de las aves, mamíferos, reptiles y anfibios que coexisten a su alrededor, o sigan cometiendo las clásicas equivocaciones de los adultos que prefieren cazarlos, venderlos, disecarlos y comerlos.
Cada vez que los padres llevan a sus hijos a espectáculos deplorables como las Corridas de Toros, las peleas de gallos, los circos con animales, las peleas de perros, los toros coleados, los shows acuáticos con delfines y similares atrocidades en perjuicio de la fauna doméstica o silvestre, se va destruyendo la salud mental del muchacho que se convierte en víctima y victimario del delito perpetrado. Ellos no saben que anualmente son mutilados, electrocutados e intoxicados esos animales, para terminar siendo experimentos de laboratorio, telas de vestir, platillos gourmet, llaveros de souvenir, ofrendas de ceremonias y demás violaciones éticas.
Recientemente supimos que en China se matan a cientos de perros diariamente, para usarlos como materia prima en la confección de guantes y cinturones de cuero. En Estados Unidos, un irracional hombre le inyectó heroína a un gato de 3 meses, que fue hallado con una cuerda amarrada en el cuello tras ser golpeado hasta casi matarlo. En Perú, un demente ató a su perro a la parte trasera del automóvil y lo arrastró por las calles de su vecindario. En Argentina, a un perro comunal llamado Fierro le pintaron el pelaje con aerosoles a modo de graffiti. En España, un tipo desquiciado lanzó a un perro desde un sexto piso causándole la muerte instantánea. En México, una perturbada madre dejó que su hija jugara a “la rueda de San Miguel” con un gato convertido en marioneta.
En Honduras, una serie de enloquecidos jóvenes agarraron a un perro enfermo y le amarraron explosivos pirotécnicos en su cuerpo, específicamente un par de morteros sujetados en cada costado. Luego, grabaron la cobardía con la cámara del teléfono celular, se rieron a carcajadas de la explosión del pobre animal y subieron el terrible video a Facebook. Vale aclarar, que las mascotas sufren y se estresan muchísimo por el bombardeo de fuegos artificiales. Ese gran impacto acústico hace que los perros y gatos se confundan, pudiendo escapar del hogar y ser atropellados en la calle, así como desarrollar repentinos ataques de pánico o alteraciones del ritmo cardíaco, que produzcan su inevitable muerte.
En Venezuela tenemos el grave problema de la Santería, que se dedica a sacrificar animales a lo largo y ancho de nuestro país, para cumplir con chocantes rituales llenos de analfabetismo, de ignorancia y de la típica malicia que caracteriza a los santeros. Deberían hacer el esfuerzo de cultivar su propio conocimiento académico, y no seguir embruteciendo a las víctimas, con sus endemoniadas fechorías que perjudican a los animales.
Según la reforma de la ordenanza sobre protección a la fauna doméstica, quedó prohibido en el municipio Libertador (Distrito Capital, Venezuela), los sacrificios rituales que ocasionan la muerte de animales. Pero, esos nefastos rituales pican y se extienden en todo el territorio venezolano. Ni siquiera lo hacen por debajo de la mesa, ya que son muy conocidas las agropecuarias, los mercados populares y las tiendas esotéricas que facilitan la compra y la entrega de animales para su posterior sacrificio en las ceremonias pseudo-clandestinas. Nuestra juventud queda bastante traumada, al observar animalitos ensangrentados en las calles, por la eterna cobardía de los santeros. Ellos piden que se les respete su culto, pero son ellos quienes NO respetan el derecho a la vida de otros seres vivos.
Es necesario comprender que el flagelo de la crueldad animal en el Mundo, es una mortífera historia de nunca acabar por culpa de la mano opresiva que caracteriza al Homo Sapiens, quien posee una infinita creatividad para transformar en un calvario la benevolencia de las mascotas. Si Hachiko estuviera vivo, seguro que frente a la estación de trenes lo habrían matado lanzándole carne putrefacta, arrojándole un vendaval de piedras, prendiéndole fuego con gasolina, linchándolo con palazos y tomándole un selfie en HD.
En la medida que usted comparta fotografías y videos del perro, gato, puma, oso, mono, loro, cabra, gallina, paloma, caimán, cunaguaro o cualquier otra especie que padezca maltrato, explicándole a las personas cuál fue la irregularidad visualizada, y precisando el lugar donde se manifiesta el delito, pues estaremos masificando la denuncia y será más fácil que personas naturales y jurídicas, se aboquen a resolver el problema junto a los organismos públicos. Nuestra meta es que usted asuma una actitud pro-animalista, y no siga siendo cómplice de los delincuentes, que amenazan con la paz verde del planeta Tierra.
Fuente: Carlos Ruperto Fermín / http://www.aporrea.org/actualidad/a205050.html
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