Una pregunta difícil para los ambientalistas
¿Por qué comer delfín es malo y vacas no?
El gobierno japonés defendió su caza anual de delfines alegando que es lo mismo alimentarse de estos animales que de vacas y cerdos.
Por: Angélica María Cuevas Guarnizo
Foto: AFP
Miembros del grupo anti-caza de delfines sostienen pancartas y gritan consignas en frente de la Agencia de Pesca de Japón en Tokio para instar al gobierno japonés a prohibir la captura de delfines.
Este martes terminó la polémica temporada de caza de tiburones en Taiji (al oeste de Japón), la aldea de 3,200 habitantes que se ha convertido en el centro de críticas del movimiento ambientalista mundial que, en esta oportunidad, a través de redes sociales, documentó cómo 500 delfines nariz de botella fueron acorralados y heridos con redes y arpones mientras eran empujados hacia una bahía. Sobre el mar teñido de sangre lograba verse a los pescadores tradicionales seleccionando unos 250 animales para sacrificar y comercializar su carne o para vender a acuarios y parques recreativos.
Este año la embajadora de EE.UU. en Japón, Caroline Kennedy, avivó las críticas de la comunidad internacional al denunciar "la falta de humanidad" de esta práctica. Inmediatamente los japoneses arremetieron contra la funcionaria, siendo el Gobernador de Taiji el más directo: “la cultura gastronómica de cada país varía y la grandeza de la civilización está en respetar las posturas (…) no es apropiado decir que la caza de delfines es inhumana cuando vivimos de vacas y cerdos" dijo Yoshinobu Nisaka. La embajadora de EE.UU guardó silencio mientras a mí, como periodista ambiental, me quedó rondando en la cabeza la frase del japonés. (Lea: Delfines: carnada de tiburones en Perú)
Aunque las imágenes de los delfines acribillados nos revuelquen las tripas a muchos, hay que aceptar una cosa: que Nisaka, el gobernador de Taiji, tiene entre manos un buen argumento. ¿Por qué nos escandalizamos con la muerte de 500 delfines y no nos hace ni cosquillas morales las 10 millones de reses que esperan ser sacrificadas en Colombia? Sin duda la pregunta de Nisaka valía la pena planteársela a algunos conocidos ambientalistas.
Para Fernando Trujillo, director de la Fundación Omacha, enfocada en la conservación de delfines rosados en el Amazonas, la gran diferencia entre sacrificar delfines y reses, para el consumo humano, radica en que el ganado se ‘produce’ en criaderos mientras los delfines se extraen de su hábitat natural. “Aquí ha existido una apropiación tecnológica que permitirá que las especies de ganado no se vean amenazadas, pero en Japón no están criando delfines”. Mientras en occidente la carne de vaca y cerdo hace parte de la canasta familiar, la seguridad alimentaria de Japón no se verá amenazada si se retira de las estanterías la carne de delfín, explica Trujillo.
“Con los delfines pasa mismo que con el consumo de huevos de tortugas o de iguana en Colombia. Nadie se va a morir de hambre si deja de comérselos”.
Me suena razonable sólo uno de los argumentos de Trujillo. Si el criterio para definir qué me llevo a la boca es si sale del hábitat natural o de un criadero tendríamos un problema global. Gran parte del pescado que se come en el mundo proviene directamente del medio natural. Las hormigas que se comen los santandereanos son capturadas en el medio natural. Cientos de comunidades viven de la caza. El otro argumento suena mejor. Sólo comer especies que no estén amenazadas. Es decir, primero averiguamos la salud poblacional de la especie, delfines o vacas, y luego decidimos si los llevamos a la mesa. Valía la pena seguir preguntando.
Me suena razonable sólo uno de los argumentos de Trujillo. Si el criterio para definir qué me llevo a la boca es si sale del hábitat natural o de un criadero tendríamos un problema global. Gran parte del pescado que se come en el mundo proviene directamente del medio natural. Las hormigas que se comen los santandereanos son capturadas en el medio natural. Cientos de comunidades viven de la caza. El otro argumento suena mejor. Sólo comer especies que no estén amenazadas. Es decir, primero averiguamos la salud poblacional de la especie, delfines o vacas, y luego decidimos si los llevamos a la mesa. Valía la pena seguir preguntando.
María Claudia Díaz-granados, directora en Colombia del programa Marino de la ONG Conservación Internacional, ofrece un argumento diferente. La especialista cree que los delfines ni siquiera pueden compararse con peces, invertebrados, moluscos u otros recursos marinos de los que los humanos se alimentan. “Los mamíferos marinos y es especial los delfines, más allá de ser especies con tasas de reproducción muy bajas son fundamentales para el mantenimiento del equilibrio de los océanos, al ser predadores tope. Sólo debería estar permitida su caza en pequeñas poblaciones que han demostrado que sí dependen de su consumo para sobrevivir. Es el caso de los poblados Inuit, en el Polo Norte”.
Si entendí bien, el principio aquí para elegir qué comer depende de la función que cumpla esa especie en el equilibrio ecológico. Un punto de vista interesante pero problemático. ¿No se supone que cada uno cumple una función? ¿No nos han dicho que si quitamos un eslabón de la cadena alimenticia se altera todo? ¿No terminaría este argumento en un gran debate sobre biología en las cocinas?
Frente a este debate los vegetarianos tienen una lógica más fácil de digerir: los hombres no necesitan alimentarse de carne animal para sobrevivir. Aníbal Vallejo, presidente de la Sociedad Protectora de Animales de Medellín sostiene que la matanza de delfines en Japón es completamente comparable con lo que ocurre en países como Colombia con la ganadería extensiva.
“Es el mismo humano depredador el que acaba los ecosistemas marinos y el que extermina los bosques y reemplaza tierras cultivables por pastos para alimentar ganado. Delfines que son separados de sus crías para ser sacrificados, vacas que son tabuladas y condenadas a vidas de miseria mientras engordan y producen leche y luego terminan servidas a la mesa como producto cárnico”. Vallejo, padre y abuelo de vegetarianos, insiste en que la agricultura podría entregarles a los humanos todas las proteínas vegetales que necesita, “el problema es que la gente no quiere entenderlo y aquí el campo no le importa a nadie”, termina.
Quizá algo similar respondería su hermano Fernando Vallejo, el escritor que se ha ido en contra del maltrato animal y para quién las diferencias entre los humanos y otros mamíferos son insignificantes. “Somos una especie más entre millones y millones (…) Compárese usted con un perro y verá: usted y él tienen dos ojos, dos oídos, una nariz con dos orificios nasales, boca u hocico con dos hileras de dientes, un sistema circulatorio con venas y arterias y sangre roja (…) y sobre todo un sistema nervioso con el que usted y el perro sienten el dolor, el hambre, la sed, la angustia, la alegría, el miedo... Un sistema nervioso, que es el que produce el alma”. Eso escribió en un artículo titulado Mi otro prójimo, publicado en 2006.
Cada lector podrá elaborar su propio punto de vista frente a esta discusión. Me quedo con el de Fernando Vallejo aunque todavía no he decidido ser vegetariana. Pero vale la pena aclarar un asunto en el que todos los consultados, incluidos los representantes para Colombia de las organizaciones como Animal Defenders International y AnimaNaturalis, coinciden: detrás del discurso de Japón está un mercado bastante lucrativo y no es precisamente la comercialización de carne. Decenas de delfines son apartados de sus crías para ser vendidos a acuarios y shows de entretenimiento, obligados a vivir y morir lejos de sus ecosistemas naturales, bajo condiciones incomparables. Se estima que cada delfín puede ser vendido por medio millón de dólares. Así que a pensarlo dos veces antes de comprar tiquetes para un espectáculo con delfines.
acuevas@elespectador.com
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