Una reflexión profunda respecto a la naturaleza del Universo y nuestro lugar dentro de él.
El amor suele relacionarse con el encantamiento, pero resulta que recién está en la vibra correcta cuando se experimenta la interpretación del fenómeno de encantarse por medio de la comprensión de qué nos gusta del otro, porqué nos gusta, cual parte somos de eso otro que es de nosotros mismo y se retrotrae como una imagen de nuestra belleza... Si superáramos el mero asombro por el trabajo de buscar la novedad constante de las relaciones con nuestro contexto material, llegaríamos al amor. A la profundidad de la energía con que vibramos en relación con lo demás.
Conectándose con esa consciencia que no es sino alerta creativa, presente en la medida del deleite sin tiempo ni espacio diferido, EN VIVO Y EN DIRECTO, la Tierra cambiaría de forma inmediata sacándose esa gran máscara de rol llamada "Mundo".
Es peligroso el amor. La comprensión de la plenitud. Por eso las bases estructurales crean prototipos de otredad: identidades que remiten a un nicho de consumo, dialécticas biológicas, anatómicas, circunstanciales, alejando al amor verdadero, por así decir. Esa es una baja vibración que se confunde con el amor por la confusión que nos produce y embriaga en un placer que llega incluso por la tristeza, por el dolor, la melancolía, todos residuos del estilo "romántico".
Concebir como destino final a una "pareja" es un error principalmente forjado ante la idea de prole y trascendencia, en lo de "tener hijos y mascota y casa y tener mi propio rollo". Entonces el amor lo circunscribes a un circulo demasiado pequeño. Acotado a lo que te venga de los genes que mezclaste con otra persona sobre la cual decretas pertenencia.
El amor es justo lo contrario. Es la libertad absoluta por amar exactamente con la misma potencia, sin el deseo de posesión egoísta de tomar en cuenta a una unidad, a un elegido, por sobre de todas las otras cosas fuera de ese mundito personal. Por eso permanecemos aislados. Por ese afán feudal, que hace que extramuros seamos desconfiados, mañosos, sarcásticos, irónicos, trollsculiaos, desconsiderados, malvados, y todo lo bajo y sombrío del desamor. Eso maloliente que viene de la muerte como presencia sobre nuestras pobres cabecitas mortales.
Amor es el que tiene el jefe. El jefe que se lo toma en serio. Que es dueño de su convicción y su camino es entonces digno de orgullo. El jefe, o dios si se quiera, le gusta mirar el dibujo, el diseño, viéndose imaginándose creador y parte. No estoy hablando de patrón para los que pudieran confundir mi punto. A lo que voy es que si somos nosotros mismos en una honestidad mayúscula podremos romper las barreras estructurales de la construcción social y corregir lo que suponemos real y que responde al antojado bien y mal de la moral cultural que nos tocó como sujetos históricos.
Todo remitirá a esas formas haciéndonos presos. Sí, evidentemente se puede experimentar lo que te permitan las dimensiones de la celda y se podrá amar a lo que ahí se encuentre. Pero esa no es la vibración original en la que está constituido ese flujo de energía cósmica, que no es "caótica", ni falsa, ni ilusoria, ni pasá a rollo, ni "te perdimos karen". Es la simple y llana consciencia de nuestro espacio, de quienes elegimos ser en el marco de una weá muchísimo más grande, inmanente, infinito, sabio, capaz de recibir y transmitir energía tan lejos como le permita esa vibración de amor.
Entonces, si amas chiquittito, si temes demasiado, si quieres una manada, un clan, una cofradía, un partido, una mina que no llame la atención o un hombre super fiel, estarás en una muy baja vibración, en una vibración que va en decadencia, que siempre está destinada al fracaso, o al éxito pasajero, pero no a la sensación de bienestar, de alegría, de tranquilidad, de orgullo que te proporcionaría sentirte parte de una naturaleza, de una esencia tan amplia como compleja.
El mundo será destruido por medio del amor y podremos por fin vivir en el universo.
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