martes, 17 de marzo de 2015

"LO MEJOR ES APOSTAR POR UNA AGRICULTURA LIBRE DE PESTICIDAS, LOCAL Y CAMPESINA"

POR JP SALVATIERRA HABLANDO DEALIMENTACIÓN ESTHER VIVAS SEMILLAS SOBERANÍA ALIMENTARIA TRANSGENICOS

Extracto de entrevista a Esther Vivas

A veces no nos fijamos en cuánto dinero gastamos en un determinado dispositivo electrónico novedoso, pero nos duele mucho más el bolsillo cuando compramos comida. Invertir en alimentos es invertir en nuestra salud, así que deberíamos repensar qué valor damos a aquello que comemos.

Nuestra alimentación se homogeniza cada vez más

Hoy en día, se prima la estética y el negocio respecto a la cultura gastronómica y a la seguridad alimentaria. Consumimos productos alimentarios altamente procesados, con azúcares añadidos, potenciadores del sabor, grasas saturadas... Parece que la fruta y verdura ha perdido glamour y que para comer bien hay que recurrir a comida "funcional", cuando lo saludable es justo lo contrario.

A veces se tacha la crítica al modelo agroalimentario de postura ideológica, pero en realidad ambas posturas tienen un componente ideológico. El discurso mayoritario es el que repite que los transgénicos son necesarios, que acabarán con el hambre, que no comportan ningún peligro, que este modelo agroalimentario es el mejor posible… La clave es informarse y a partir de ahí decidir si consumimos unos alimentos u otros.

El modelo agroalimentario: tecnología ➙ dependencia

Cuando se defienden los transgénicos, la “ideología” que hay detrás defiende la postura de las grandes empresas de las semillas. Cuando defendemos la crítica a los transgénicos, se apoya la biodiversidad, la capacidad de los campesinos de elegir lo que cultivan.

La pregunta clave es, ¿son necesarios los transgénicos?

Lo que hace falta no son transgénicos, sino más democracia en el modelo agroalimentario*.

Desde un punto de vista medioambiental, su producción contamina a otros cultivos.

En España, por ejemplo, el hecho de que en Aragón y Catalunya se cultive el 80% de la producción europea de maíz transgénico Mon810, ha hecho que desaparezca el maíz ecológico, porque el transgénico lo ha contaminado.
Hay un impacto político en relación a quién tiene la patente de estas semillas.

Los productores rurales tienen que comprar las semillas a unas determinadas empresas y además, en función del transgénico, también tiene que comprar el herbicida correspondiente.
Y en última instancia está el debate en torno al impacto sobre nuestra salud.

Es uno de los enfoques mas polémicos porque cada vez que se han puesto informes científicos críticos indicando los posibles riesgos cancerígenos, las críticas desde ámbitos institucionales y científicos han sido muy fuertes.

Lo que necesitamos es independencia científica para analizar esta cuestión, porque la mayoría de los informes están muy vinculados a las empresas del sector.

Sin embargo, no olvidemos que son los peones rurales los que más sufren el efecto del uso de estos químicos. En Francia, por ejemplo, el parkinson es considerado una enfermedad laboral campesina.

La alternativa posible

Se ha demostrado que una agricultura campesina, de proximidad y de temporada es más eficiente porque se eliminan los alimentos viajeros que tienen un impacto nefasto en el medioambiente. Permiten, además, un mayor beneficio y control del campesino sobre su producción y hay informes, como el del relator de las Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación, donde se señala todo esto. Según estos datos, las explotaciones agrícolas convertidas en ecológicas permiten aumentar su producción de una manera muy significativa, sobre todo en países del sur.



* Un informe de 2011 de la FAO establecía que "Un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o se desperdicia en todo el mundo, lo que equivale a cerca de 1.300 millones de toneladas al año. Los alimentos se pierden o se desperdician a lo largo de toda la cadena de suministro, desde la producción agrícola inicial hasta el consumo final en los hogares. Las pérdidas de alimentos representan un desperdicio de los recursos e insumos utilizados en la producción, como tierra, agua y energía...".

Esther Vivas considera que no hace falta comida en el mundo, sino que está mal repartida. Se trataría de un problema de eficiencia en las cadenas de producción, almacenamiento y suministro de alimentos, probablemente también ligado a la especulación financiera y bursátil. El sistema agroalimentario global estaría tan concentrado que se convierte problema de democracia y acceso a los recursos.

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