miércoles, 11 de marzo de 2015

Los traficantes salvajes del cardenalito



"El musiú" es uno de los vendedores de aves. Ofrece al cardenalito por 1.500 bolívares, pero por lo general no es el auténtico. También vive de comercializar loros y turpiales.


Por: VINTAGE

Los traficantes salvajes del cardenalito

Hasta 30 veces se revaloriza el precio de un ejemplar de Carduelis cucullata desde los montes del estado Lara hasta los mercados globales de criadores y coleccionistas. Tal vez sólo queden 400 silvestres, todos en Venezuela. Y mientras menos hay, más raros, caros y codiciados se vuelven. Conoce la lógica cruel del circuito que comercia ilegalmente –bajo amparo de la desidia y complicidad oficiales- con esta especie de ave, rumbo a la extinción.

MAOLIS CASTRO / LEIDYS ASUAJE

AMPLIACIÓN: La Fiscalía General de la República en campaña contra el tráfico de fauna silvestre en aeropuetos nacionales

Ramón García Molina había convertido su bolso negro en una jaula provisional el 17 de octubre de 2012. El interior de su morral parecía la maqueta de un edificio: había 85 celdas hechas de madera. Cada una tenía perforaciones para la entrada de aire, y contenía trozos de vegetales. Todo estaba preparado para cruzar, a las 8:50 pm, el océano Atlántico en el vuelo UX071 de Air Europa, de Caracas a Madrid.

García Molina, identificado con el pasaporte español número AA0347402, burló los escáneres y las revisiones de las autoridades venezolanas hasta que llegó al Aeropuerto Internacional de Barajas, que sirve a la capital española. Allí se sintió descubierto y abandonó la carga. De las 85 aves –colibríes, turpiales, periquitos, canarios de tejado, cardenales y cardenalitos– que sacó de Maiquetía como contrabando exótico, sólo 45 resistieron las ocho horas del vuelo. Las otras 40 llegaron muertas, según actas levantadas luego del hallazgo del alijo animal.

Las 45 aves sobrevivientes fueron repatriadas a Venezuela, pero el Ministerio del Ambiente sólo reportó a la prensa el rescate de 22, que fueron reanimadas e hidratadas por Protección Civil (PC) del estado Vargas (litoral central de Venezuela, donde se ubica Maiquetía) y enviadas al Parque del Este “Francisco de Miranda” de Caracas. El destino de las 23 restantes es una incógnita.

En PC de Vargas, el Instituto Nacional de Salud Agrícola Integral (Insai), la Guardería Ambiental y el Ministerio del Ambiente manejan la versión de las actas, que narran la fuga de García Molina y repatriación de 45 aves. Sin embargo, las fuentes en esos entes indican que sólo están autorizadas para informar sobre el rescate de 22 ejemplares. Algunas llegan a admitir que la historia completa se ocultó “para proteger la imagen institucional”.

Yonatthan Torres, jefe de la Dirección Estadal ambiental del Distrito Capital y estado Vargas, quien participó en la repatriación, afirma ante las periodistas no tener mayores detalles sobre el caso: “Si mal no recuerdo, en él estaban involucradas cuatro personas. Se detectó gracias al Seniat (N. de R.: siglas del Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria) y al Ministerio del Ambiente”.


Infografía: El Nacional

Los cardenalitos –Carduelis cucullata, según su nombre científico–, eran los diamantes del lote incautado en Barajas. El ave, en peligro crítico de extinción, puede venderse hasta por 1.500 dólares fuera de Venezuela, país donde se concentra la población silvestre.

El tráfico del cardenalito es una travesía que pasa por muchos aeropuertos internacionales. De apenas 10 centímetros de longitud y unos 12 gramos de peso, obsesiona a coleccionistas de todo el mundo por su intenso color rojo vivo, cabeza y parte de las alas negras, su canto melodioso y la capacidad de transmitir su tonalidad carmesí al cruzarse con el canario.

En Israel capturaron en 2011 a un hombre, procedente de Bélgica, con ocho cardenalitos metidos en recipientes plásticos y escondidos en su ropa. El caso se reseñó en el periódico israelí Haaretz como una historia colorida que ilustra el contrabando que cada año se detecta en el aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv.

No son hechos aislados, sin embargo. El tráfico de fauna silvestre ocupa el tercer lugar entre los negocios ilícitos mundiales, luego del comercio de drogas y de armamento, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Aún en medio de esa multimillonaria industria global, las mafias que negocian con cardenalitos se distinguen. Se especializan en conseguir ejemplares de esa especie y llevarlos, en su mayoría, a los mercados europeos o norteamericanos. Son redes de comercio ilegal que empiezan principalmente en los poblados del estado Lara (al centrooccidente de Venezuela), atraviesan carreteras nacionales y trasfronterizas, puertos y aeropuertos, y concluyen en localidades como Madrid en España, Fasano en Italia, Buenos Aires en Argentina, Berlín en Alemania o el estado de Texas, en Estados Unidos, donde suele estar la mayor demanda, según expertos.

El biólogo José Vásquez, investigador del Ministerio del Ambiente, indica que el macho del cardenalito es el más buscado por las mafias: “Aunque ahora también crece la demanda de la hembra”.

¿Por qué los machos son los objetos del deseo coleccionista? Porque cuando el cardenalito macho se cruza con una hembra canario, se transmite el color rojo a la primera descendencia; pero la tonalidad de las crías se pierde luego de la segunda generación. “Eso provoca que muchos criadores ahora quieran comprar una pareja de Carduelis cucullata para obtener ejemplares puros”, explica.

La cámara de comercio del cardenalito

El ave es autóctona de Venezuela. Habita sobre todo en Lara, mientras el resto se distribuye en Falcón, Miranda, Mérida, Miranda, Barinas, Zulia y el llamado Territorio Esequibo (zona en reclamación por Venezuela, bajo control de Guyana). Se calcula que su población en condiciones silvestres suma entre 400 y 4.000 ejemplares, y que su distribución original se redujo en 80 por ciento a lo largo de un siglo (antiguamente se encontraba también en zonas de Trinidad y Tobago, Puerto Rico y Colombia). Por eso no es común verlos ni siquiera en el territorio nacional.

La especie está incluida desde 1952 en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza; en el apéndice I de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora (Cites, según sus siglas en inglés), cuyo apartado reúne animales en peligro de extinción que sólo pueden ser negociadas en circunstancias excepcionales. También está en la Ley de Especies en Peligro de Extinción de Estados Unidos, promulgada en 1973 por el congreso de ese país para resguardar a la fauna de depredaciones sistemáticas inspiradas por ekl comercio.


Los pajareros también cazan a los llamados "cardenalito mosquero" y el "cardenalito coreano" en busca del auténtico Carduelis cucullata. Los guardan en recipientes cubiertos con sábanas y con orificios para la entrada del aire. Aún así, pocos sobreviven hasta la venta.

Además, la venta y exportación del cardenalito en Venezuela se prohibió en 1973. La especie está protegida por la resolución número 436, emitida el 7 de diciembre de 1982 del Ministerio del Ambiente, y por el decreto número 6.176 de 2006 de la Gobernación de Lara. Su veda indefinida se establece, además, en el decreto número 1.485 del 11 de septiembre de 1996 de la Presidencia de la República.

Sin embargo, el marco legal no ha impedido la cacería indiscriminada. La carretera Lara-Zulia y los alrededores de los cerros Saroche, Terepaima –ambos, en teoría protegidos bajo la figura del Parque Nacional- son sitios populares entre compradores de cardenalitos, que merodean entre mayo y septiembre (temporada de reproducción) para adquirir ejemplares de manera clandestina. Allí, sobre el terreno, se transa cada ejemplar en torno a los 1.000 a 1.500 bolívares: 30 veces menos que en el mercado global. “Mi hermano consigue los cardenalitos. El rojo con cabecita negra es el que sale por aquí. Llámeme, se los conseguimos”, dice una mujer que atiende un puesto de artesanía en el kilómetro 47 de la vía.

La artesana, al igual que otros en la carretera, hace las veces de intermediaria entre los pajareros(dedicados a la captura, cría y venta de aves) y los compradores.

Son los llamados pajareros quienes mejor conocen al cardenalito. Por eso saben que si los pájaros son capturados ya adultos tienen pocas probabilidades de adaptarse al cautiverio e, inclusive, de sobrevivir.

El organismo del cardenalito es frágil. No hay nadie que refute el hecho de que su tráfico contribuye a la disminución de sus poblaciones silvestres en el país. Franklin Rojas, presidente de la ONG ambientalista Provita, no tiene duda en afirmar que “el cardenalito es el ave más amenazada de Venezuela”.

El proceso de contrabando somete al cardenalito a condiciones extenuantes. Desde la captura –un proceso traumático que incluye la quema de su hábitat para descubrirlo y retenciones con mallas tipo neblina y pegamentos en ramas de árboles–, pasando por su traslado por distintas vías y, finalmente, el cautiverio, el rumbo franco que sigue es el de la extinción. Edilberto Ferrer, ecólogo y ex miembro del desaparecido Frente de Defensa del Cardenalito (FDC), asegura que la mayoría de las aves traficadas mueren en el viaje: “El contrabando del cardenalito tiene casi un siglo pero ahora es más preocupante porque está casi extinguido. Los traficantes someten al ave a condiciones extenuantes, que no resiste”.

El estado Lara es el reservorio más importante del cardenalito. En homenaje a estas características aves, verdaderos emblemas larenses, con su nombre fueron bautizados hoteles, grupos cívicos y hasta la franquicia de béisbol profesional de la región. Mientras el orgullo local por la especie prosperaba en lo simbólico y lo legislativo, sin embargo, en el campo de lo tangible las cosas iban de mal en peor. En el hábitat natural del cardenalito, que por supuesto es también su zona de captura y comercio más intenso, un área que muerde territorio a los municipios Torres, Jiménez e Iribarren, no hay que esforzarse mucho para rastrear referencias acerca de algunos proveedores importantes: por ejemplo, Daniel, el de la bodega, en la carretera Lara-Zulia, la familia Rivero, o El Ucraniano, en Tintorero (municipio Jiménez, el conocido pueblo de artesanías a orillas de la carretera a Carora).

A.A., apodado El Musiú en toda la franja de la carretera Lara-Zulia, es mencionado con frecuencia por su habilidad para cazar aves. Él y su familia viven del comercio de especies silvestres. A sus 76 años, su mayor ingreso lo constituyen los loros carasucia (Aratinga pertinax), porque son trofeos que abundan y son fáciles de cobrar. Vende la pareja por 250 pero, si tiene muchas cervezas encima –como suele ocurrir los fines de semana-, remata la dupla por 150 bolívares.

Comercia, igualmente, con turpiales (Icterus icterus) y cardenales del tipo coreano (Cardinalis phoeniceus) y mosquero (Pyrocephalus rubinus). Estos se asemejan al codiciado Carduellis cucullata, pero sus poblaciones todavía pululan en Lara. A.A. intenta engañar al que no conoce y los ofrece como el gran hallazgo; apenas se dé cuenta de que el comprador sabe que estas aves son más comunes, será cuando empiece a bajar los precios durante el regateo.

Pero entre toda esa oferta, el genuino cardenalito es el artículo premium. Los pocos que lo consiguen dicen que hay que soltar "mucha plata" para adquirirlos, una expresión cuyo rango comprende, según el testimoniante, de 700 a 6.000 bolívares.

A.M. – se indican sólo las siglas del nombre, por petición de la fuente– trabaja en el Ministerio del Ambiente y conoce sobre el comercio de esta especie: “El precio sube o baja de acuerdo con muchos factores. En las ciudades son más costosos, pero paradójicamente allí es donde tienen al verdadero cardenalito. Aunque en las carreteras nacionales pueden venderte con facilidad hasta un mono capuchino (Cebus apella) y muchos juran conseguirte el cardenalito, son pocos los que pueden hacerlo. A lo sumo, sólo alcanzan a ponerte en contacto con pajareros”.

En algunos poblados de Lara se consiguen los dichos pajareros. C.P. es uno de ellos. Se cuenta entre los más renombrados en la zona y de los que tiene mayor clientela. Dice que en su casa, localizada en Quíbor (Municipio Jiménez, estado Lara), mantiene en cautiverio varios ejemplares. También se encarga de conseguir otros de procedencia silvestre. “La pareja de cardenalitos está en 1.200 bolívares; uno solo lo consigo en unos 1.000. Las alondras salen más económicas, así como los canarios”, dice.


Los loros "cara sucia" son los más comercializados en caseríos de Lara.

No revela mayores detalles sobre la red en aeropuertos y aduanas porque el suyo es el oficio primario: sacar a los pájaros de su nido, a los pocos días de nacidos. El negocio ilegal se nutre, principalmente, de estos pajareros, que suministran aves a sus clientes fijos de Caracas, Valencia (estado Carabobo) y Maracay (estado Aragua). Son personas que encargan ejemplares antes de emprender nuevas rutas comerciales. Un caso recordado en Lara es el de un médico brasileño capturado en la carretera Lara-Trujillo cuando viajaba con 38 cardenalitos en la parte inferior del asiento de copiloto de su automóvil. Los militares que actuaron en la incautación presumen que el destino final del contrabandista era Brasil. “La mayoría de los ejemplares murieron, sólo se salvaron cinco”, afirman en la Fiscalía 23 de Ambiente de la entidad.

(Sobre la fecha de detención del médico brasileño no se obtuvieron mayores precisiones. En la Fiscalía 23 de Ambiente afirman que ocurrió en 2011, mientras militares que estuvieron en el decomiso y personal en el parque zoológico Bararida de Barquisimeto, estado Lara, donde llegaron ejemplares, indican que sucedió en 2010).

No siempre es detectado el traslado de cardenalitos en las carreteras nacionales. Una pareja de guajiros logró viajar en 2011 durante cinco horas con 50 cardenalitos en sus bolsos de viaje. Sólo sus actitudes sospechosas lograron delatarlos en el terminal de autobuses La Bandera, en Caracas. Cuando fueron detenidos, ya una veintena de las aves había muerto por asfixia.

Las especies que logran ser trasladadas vía terrestre a las ciudades del país tienen distintos destinos. En un local de Quinta Crespo, en pleno centro de la capital de Venezuela, por ejemplo, aseguran conseguir el ave con la condición de que sean más de tres cardenalitos y se conceda un plazos de dos a tres semanas. Otros, simplemente, preparan a los ejemplares para vuelos más largos.

Alzan vuelo al exterior

Desde su rústica estación en Lara, C.P. se confiesa consciente de los riesgos que implica sacar fauna silvestre al exterior. “Está difícil ahorita conseguirlos porque la Guardia Nacional te los puede quitar. Si te lo llevas a Europa, es peor que estar con drogas. Uno puede ir hasta preso”, añade.

Las compañías aéreas prohíben el traslado de animales sin permisos. En la página de la aerolínea venezolana Conviasa son claros con las normas: “Todo pasajero que tenga como parte de su equipaje animales vivos deberá presentar el respectivo certificado zoosanitario de exportación otorgado por el Ministerio de Agricultura y Tierra a través de la Oficina de Sanidad Animal y Vegetal. Queda terminantemente prohibida la salida del país, de especies consideradas como fauna silvestre, tales como loros, guacamayas, pericos, monos; pájaros ornamentales y autóctonos como los cardenalitos y los turpiales”.

Carlos David Ribero, encargado de emitir los certificados de caza y exportación de fauna en el Ministerio del Ambiente, asegura que no está permitida la salida de individuos de cardenalito: “Sólo en casos de estudios científicos, pudiera permitirse que sea sacada esta especie de Venezuela”.

Claro está que las normativas no intimidan a los traficantes. M.C.V. es un contrabandista de cardenalitos que ha dedicado al menos 20 años, de los cincuentipico de vida que lleva a cuestas, a la evasión de los controles de los aeropuertos de Venezuela, España, Italia y otros países europeos. En su apartamento, localizado en el oeste de Caracas, recibe por encargo a las especies procedentes de Lara o Falcón. Cuando se le consulta sobre las probabilidades de ser descubierto, sonríe y se ufana de que, en lo que respecta a Venezuela, “nadie está pendiente, yo tengo tiempo en esto”.

De todas maneras, mantiene una regla de oro: nunca viaja con más de ocho aves, para no levantar sospechas de las autoridades. Si bien esa precaución le ha retribuido con creces, tal vez resulte innecesaria. Como ya se vio, hasta 85 ejemplares en un mismo embarque consiguieron superar los controles en Maiquetía para cruzar el océano hasta Madrid.

“Los contactos en los aeropuertos cobran millonadas. Es mejor viajar con pocos, pues así no son detectados por los rayos X. Los huesos de los cardenalitos son huecos y eso los hace difíciles de visibilizar por ese tipo de tecnología. Sólo es posible que te descubran si llevas diez o más, pues son más notorios los esqueletitos. Mis amigos, que también hacen esto, los meten dentro de bolsas de las tiendas de Duty Free. Yo prefiero llevarlos dentro de cajas forradas con papel de regalo y algunos agujeritos para que les entre aire mientras volamos al exterior. Claro, esa caja la meto en un equipaje de mano cuando pasamos por algunos controles”, asegura.

M.C.V. acierta. No siempre las figuras reflejadas en los escáneres del aeropuerto venezolano son exactas, o siquiera aparecen. Odalys Caldera, comisaria del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) y experta en tecnología de seguridad, señala que los controles en Maiquetía están diseñados apenas para detectar metales. Las armas de fuego son sus presas principales: “Fácilmente podrían pasar aves pequeñas sin novedad”.

Sin duda, los traficantes se hacen expertos. M.C.V. revela otra técnica aprendida durante sus aventuras: en el aeropuerto esquiva los rayos del sol para evitar que, por sus efectos, los pájaros empiecen a cantar y él resulte descubierto. También evita sedarlos. En cambio, los prepara con un mes de anticipación para el largo viaje: “Me los traen de Lara. Comienzo a alimentarlos menos, a base de brócoli y manzanas. De esa forma, sus organismos se van adaptando a comer menos y al largo vuelo”.

Negocios pingües, condenas suaves

Por supuesto, M.C.V. no es más que un peldaño en la pirámide de comercio ilegal del cardenalito. Afirma que conoce a personas fuera del país que se dedican a la venta de la especie. Aunque se rehúsa a facilitar nombres, en su grupo en Facebook –donde suele captar nuevos clientes– se pueden ver aficionados a las aves que lo siguen desde España, Italia y Portugal.

Uno de sus seguidores del grupo en la red social es A.C., habitante de Vila do Conde, en Portugal, que se ha dedicado desde hace algunos años a la reproducción, cría y comercio de la especie. El hombre también promociona al cardenalito a través de redes sociales y anuncios en Internet: “Tengo cardenalitos de Venezuela en venta: clásicos, diluidos, doblemente diluidos…”, escribió en mayo en el grupo de Facebook llamado Mercadillo de Aves y Accesorios.

Al consultarle, por correo electrónico, sobre los cardenalitos, responde que el precio de cada ejemplar es 75 euros. Asegura que nacieron en 2013 y son productos de las crías que tiene en Portugal. El costo baja porque no serían cardenalitos “puros”, cuya tenencia y venta es legal en ese país.

Lo mismo sucede con J.F., residente de Andalucía, en España, y amigo de A.C. Él ofrece sus cardenalitos en la red social. Indica a los interesados que dispone de 40 crías anilladas.

La península ibérica es uno de los puntos calientes de recepción del contrabando de cardenalitos. Y eso que en España, por ejemplo, la venta de fauna silvestre está prohibida. Es uno de los 177 países suscritos a Cites, pero el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente –encargado de regular la lista y catálogo español de especies exóticas invasoras– explica que solamente se impide la comercialización de los ejemplares cuando su procedencia sea silvestre. La venta de crías reproducidas en cautiverio está permitida.

Juan Carlos Fernández-Ordóñez, quien se dice miembro del Grupo de Aves Exóticas de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife), y vive en San Carlos (capital del estado Cojedes) dirige un proyecto de anillado de pájaros llamado Ara macao (nombre científico de la guacamaya bandera). Desde la ciudad llanera asegura que el cardenalito se cría en España y otros países europeos, de forma legal y muy a menudo. “Es raro que lleguen ejemplares ilegales capturados en libertad en Venezuela. Cuando vivía en España, en Barcelona, unos de mis vecinos llegó a tener, legalmente, unas 100 parejas reproductoras de cardenalitos”.

El biólogo Vásquez, en contraste, indica que todo cardenalito en el exterior es de procedencia ilegal: “Es un ave endémica de Venezuela, solamente se ha encontrado hace poco una población en Guayana Esequiba (N. de R.: territorio bajo control de Guyana, pero reclamado por Venezuela). Cada nación es soberana, pero se debe estar atento con la procedencia de aquellos ejemplares que nacen en cautiverio porque nadie está exento de falsificaciones de certificados”.

La advertencia no es vana. En Europa, donde las aves que sobreviven a los rigores de su transporte furtivo adquieren valor, sobran los incentivos para hacer trampa. De hecho, El 27 de mayo de 2010 fue desarticulada una red de traficantes de aves. Su especialidad era falsificar desde España certificados de Cites para trasladar a las especies a otros países. La mafia tenía tentáculos en Alemania, Holanda y otras naciones de Europa. En la operación se incautaron 1.500.000 euros de las cuentas de los cabecillas de la mafia. Otros traficantes, que falsifican certificados, en España, fueron detenidos en 2006 y 2011 en España.

La falsificación de documentos que autorizan la exportación de aves no es exclusiva de Europa. En el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar señalan que han detectado varios certificados falsos de aves, uno de los más recordados se emitió hace cuatro años, aproximadamente, para la exportación de un centenar de guacamayas que tenían como destino México.

Además de los vuelos comerciales y privados, peñeros, barcos y automóviles son otros vehículos que se utilizan para el tráfico del ave. “Estimamos que 80% de los contrabandistas podrían salir por esas vías”, indica Torres.

En el país no hay cifras exactas sobre cacería y tráfico de cardenalitos. En el Ministerio Público y, en particular, la Fiscalía 23 de Ambiente del estado Lara, tampoco recuerdan casos de condenados a prisión por el comercio ilegal del ave, al menos, en los últimos cinco años.

Uno de los casos más divulgados por el Ministerio Público fue la captura de Heberto Machado, el 4 de octubre de 2011, cuando llevaba un cardenalito en una jaula que estaba en su automóvil en el estado Zulia (noroccidente de Venezuela, fronterizo con Colombia). El hombre fue imputado por la presunta comisión del delito de caza y destrucción en áreas especiales y ecosistemas naturales de ejemplares de la fauna silvestre, previsto y sancionado en la Ley Penal del Ambiente. Se le impuso una medida de presentación periódica cada 30 días ante la citada instancia judicial.

Lo mismo sucedió con el médico brasileño detenido en la carretera Lara-Trujillo. Admitió el delito y cumplió una pena en libertad. “Es extraño que haya alguien encarcelado en Venezuela por tráfico de cardenalitos, ya que si admite el delito y no es reincidente se le otorga una sanción en libertad”, explica una fuente de la Fiscalía 23 de Ambiente de Lara.

La única evidencia de esa requisa son dos cardenalitos hembras, decomisados al traficante y ahora bajo custodia del zoológico de Bararida –principal parque de la ciudad de Barquisimeto-, y en estudio por personal del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC).

No están en exhibición. Lionel Ovalles, veterinario de Bararida, justifica el resguardo: la sobrevivencia de esas aves constituye, para él, un verdadero milagro; un signo excepcional de que, quizás, todavía se pueda hacer algo para revertir el que, por ahora, parece ser el aciago destino del cardenalito.

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