jueves, 16 de enero de 2014

'Lo más revolucionario es un huerto', en el VERDADERO término de la palabra

Carlos Fresneda | Pollença



Manolo Vilchez.

Vandana Shiva (Dehradun, India, 1952) recorre estos días el mundo reclamando la Libertad de las Semillas. La activista y física hindú no ha querido, sin embargo, renunciar a su cita anual con Mallorca, desde donde ha lanzado la campaña global Seed Freedom, que dará la vuelta al mundo hasta el 16 de octubre. Shiva arremete sin ambages contra la «dictadura de Monsanto», pero incita a los ciudadanos a no conformarse con la protesta. Ayer cerró el encuentro Educación para la Vida en Pollença con una llamada a la acción directa: «Lo más revolucionario que existe en estos tiempos que corren es cultivar tu propio huerto».

Pregunta.-¿La semilla es la metáfora?

Respuesta.-La semilla es la fuente de vida. Cada vez que hablamos de crear algo nuevo, hablamos de las semillas. Y la libertad es lo más esencial. La semilla ha de tener libertad para reproducirse a sí misma y multiplicarse. Estamos hablando de un bien común, como el agua o el aire, no de algo que pueda patentarse o por lo que puedan cobrarse royalties. Es este sentido, efectivamente, la lucha por la libertad de la semillas en una metáfora de muchas otras luchas en estos tiempos que corren. Las libertades fundamentales son la base de nuestra sociedad, y qué libertad más fundamental que la de las semillas, que son el origen de la vida... El planeta vive en un momento crítico, no se lo vamos a descubrir a nadie. Y si en un momento de colapso económico y ecológico convertimos a las semillas en ‘propiedad intelectual’, corremos el riesgo de perder todas las otras libertades, empezando por la alimentación, que es lo más básico. Si todas las semillas la tenemos que patentar en Bruselas, se acabó la libertad: así de simple.

P.-¿Hasta qué punto la cuestión de los transgénicos se ha convertido en una lucha por el control? ¿Acaso los posibles efectos en el medio ambiente y la salud han quedado de lado?

R.-Lo que mueve realmente a la gente, la lucha de fondo, es siempre por el control. Lo hemos visto también en las batallas por el agua. Las semillas deberían ser como el agua o el aire, nadie debería tener derecho a patentarlas. Los efectos en la salud y en el ambiente que pueden tener los transgénicos nos siguen preocupando, obviamente. Pero lo más tangible hoy por hoy es el control antidemocrático, en este caso de la alimentación, desde lo más básico que es la semilla. Entre cinco compañías controlan el 75% de las semillas. Monsanto se ha convertido en el símbolo de la dictadura, la dictadura alimenticia. Pero forzando a la gente a tomar productos modificados genéticamente. Y existe un esfuerzo global por parte de las multinacionales de imponer ese consumo en todos los países, incluso en los que hasta ahora se resistían.

P.-Los transgénicos fueron durante una década la «bestia negra» del ecologismo. Sin embargo, el rechazo de la opinión pública ha ido a menos en los últimos años...

R.-La maquinaria de la propaganda se ha intensificado, sobre todo en los últimos meses. Igual que han intentado convertir la energía nuclear es una solución ‘aceptable’ para la crisis energética, han intentado vendernos los transgénicos como solución ‘aceptable’ para la crisis alimenticia. Pero la evidencia es así de clara: se supone que los transgénicos iban a solucionar el problema del hambre, pero ahora resulta que no están produciendo más, que las cosechas son incluso inferiores a los cultivos tradicionales. Se supone también que los transgénicos iban a permitir dejar de usar pesticidas y productos químicos, pero al final el uso de químicos se ha seguido disparando porque los transgénicos no son capaces de combatir la plagas e incluso han servido para la creación de ‘superhierbas’ resistentes a los químicos. Y el argumento más importante: se supone que iban a traer prosperidad a los agricultores, pero en India por ejemplo ha habido un aumento espectacular de suicidios por ruinas económica. En la región donde yo vivo hemos pasado de 51 suicidios en el 2001 a 3.000 en el último año desde la introducción de los transgénicos. Son las tres falacias en las que se apoya la propaganda: combaten el hambre, nos liberan de los pesticidas y traen riqueza a los agricultores. La evidencia es muy clara, pero la ciencia está siendo también tergiversada por unos intereses muy claros. Y también los medios, y todo eso influye finalmente en eso que llamamos opinión pública.

P.-¿Y qué pueden hacer los ciudadanos, más allá de expresar su protestas y mirar muy cuidadosamente lo que compran en el mercado?

R.-Hoy en día, cultivar un huerto es el acto más revolucionario en los tiempos que vivimos. Porque es una expresión de las posibilidades y el potencial de cada uno. Aprender a cultivar al menos una parte de tus alimentos en un tiempo de dictadura alimenticia, es revolucionario. Te garantizas tu propia comida. Y de paso te procuras tus propias semillas, y eso significa que eres parte del movimiento Seed Freedom. Cultivar un huerto es al mismo tiempo un acto de rebeldía y de esperanza. Una manera de decir: no me voy a rendir.

P.-Su conferencia en el encuentro Educar para la Vida terminó con una llamada a la resiliencia ¿Es suficiente?

R.-La resiliencia es una cualidad importante. La vulnerabilidad está creciendo en todos los niveles: psicológicas, económicas, ecológicas... El cultivo consciente de la resistencia ante la adversidad es importante, pero es sólo el principio. Justicia y resiliencia, acción e imaginación: yo diría que para salir de la crisis en la que estamos necesitamos estos cuatro ingredientes.

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