Tras realizar múltilples entrevistas a gerentes de las multinacionales alimentarias más famosas -tales como Coca-Cola, Kraft, Frito-Lay y Nestlé- y revisar varios estudios en sus 3 años de investigación, Moss mostró cómo las empresas están conscientes de que una determinada cantidad de azúcar, grasas y sal, causa casi tanta dependencia como la cocaína y en lugar de calmar el apetito, nos hace querer más. Es lo que él llama el “punto de la felicidad”, es decir, la proporción ideal de cada ingrediente para “enganchar” a los consumidores.
“Su procesamiento está pensado para lograr el vínculo perfecto entre el consumo de estos alimentos y la sensación de bienestar, al activar mecanismos cerebrales que nos hacen dependientes”, dice Moss.
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