Manuel Delgado
m.delgado@teletica.com
El pasado 11 de diciembre, la Municipalidad de Montes de Oro declaró a su cantón libre de transgénicos.
Con él ya son 69 los cantones que han prohibido la siembra de este tipo de productos en sus tierras.
¿Por qué tanta oposición a los transgénicos?
Se les llama así a aquellos productos que han sido alterados genéticamente, procedimiento que se ha empleado especialmente con cuatro cultivos: soya, maíz, canola y algodón.
Costa Rica fue uno de los países subdesarrollados que más avanzó en la investigación, principalmente en el arroz, nos explica la científica de la Universidad de Costa Rica, Marta Valdez.
Pero la verdadera historia comenzó con Monsanto, un supergigante de los agroquímicos.
En 1970, esta compañía desarrolló el herbicida Round Up para atacar las malezas de la soya. Lo malo es que ella atacaba a la soya misma.
Entonces la empresa se dio a la tarea de crear una soya resistente al producto.
¿Cómo lo hizo? Mediante manipulación genética. Las células de la semilla eran bombardeadas con partículas de oro cargadas con el ADN de una bacteria resistente al Round Up. Esta característica pasaba a la planta de soya.
Eso permite al agricultor fumigar los cultivos con el insecticida. Todas las malas yerbas se destruyen. La que nos interesa, la soya, permanece verde.
Hoy día, un 90% de la soya de Estados Unidos es producida con semillas transgénicas, vendidas por Monsanto.
Lo mismo se hizo con la colza o canola, una planta usada para la producción de aceite vegetal.
De ser gigante de agroquímicos, Monsanto se convirtió en supergigante de las semillas, y aquí viene el primer problema, que consiste en que el agricultor se ve atado a un solo proveedor.
Percey Schmeiser es un agricultor de Estados Unidos. Por error unas matas de su finca se contaminaron con semilla transgénica. En 1997 le llegó una demanda de Monsanto acusándolo de violar las leyes de patentes. El agricultor tuvo pérdidas millonarias en el juicio.
Lo mismo ocurrió con Rodney Nelson, que estuvo a punto de perder su finca, y con muchos más, 400 en total.
Los que se oponen a los transgénicos afirman que estos terminarán con las semillas criollas y que se someterá a toda la sociedad a usar semillas de una sola fuente.
Es lo que ha pasado en la India. Allí se introdujo el algodón transgénico. Ahora el país ya no produce sus semillas tradicionales, y aunque muchos agricultores quieren volver a ellas ya no pueden hacerlo.
Pero la principal objeción es quizá el posible peligro para la salud humana. Los defensores afirman que no es cierto que estos productos dañen en nada al consumidor, pero la polémica continúa.
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