lunes, 3 de febrero de 2014

Por qué nos hace tan bien rodearnos de naturaleza?




Por: Sofía Beuchat. Todos hemos sentido alguna vez que estar en un entorno natural no solo es muy agradable, sino que además nos hace sentir mejor y nos carga las pilas. ¿Por qué nos pasa esto? Evidencia reciente comprueba que al rodearnos de árboles y aire puro sufrimos menos ansiedad y menos depresión, entre muchos otros beneficios.

Mirar el horizonte desde la cima de una montaña, al atardecer. Caminar por un bosque húmedo, sintiendo el olor de las hojas mojadas después de la lluvia. Meter los pies en las arenas de una playa silenciosa y sentir la brisa del mar chocando con nuestra cara. Respirar aire ciento por ciento puro, con los ojos cerrados, y sentir cómo nos limpia los pulmones. ¿Habrá algo más rico que disfrutar de la naturaleza, solos, en pareja o en familia?

Todos hemos sentido alguna vez que estar en un entorno natural nos carga las pilas. No necesariamente tiene que ser en un lugar verde, como se podría pensar: también salimos como nuevos después de estar un par de días en lugares áridos como el desierto o la montaña, donde la amplitud de los paisajes aquieta nuestros espíritus, usualmente agitados con el apuro de la vida urbana.

No se trata solo de conjeturas o de experiencias empíricas: cada vez hay más investigaciones científicas que comprueban cómo y por qué nos hace tan bien rodearnos de naturaleza.
La finlandesa Eeva Karjalainen, del Finish Forest Research Institute, es una de las científicas que más han estudiado el tema. Según sus hallazgos, el contacto con la naturaleza reduce la ansiedad y agresividad, mejora el ánimo y aumenta la sensación general de bienestar. Además, la doctora concluyó que la gente que vive en entornos naturales se recupera más rápidamente de situaciones estresantes.

Esto, explica, tiene que ver con asuntos físicos: la tensión muscular, el ritmo cardiaco, la presión sanguínea y el nivel de hormonas asociadas con el estrés se normalizan con más facilidad en espacios naturales que en los urbanos. Es, simplemente, volver a nuestra esencia profunda. Pero también hay explicaciones más holísticas, que sugieren que al entrar en contacto con la naturaleza los seres humanos nos sentimos como una parte del universo y nos conectamos con la divinidad. Según la revista estadounidense Science Daily, esta sensación de pertenencia nos ayuda a superar el aislamiento y desarrollar habilidades ‘blandas’, como la empatía, la flexibilidad y la capacidad de aceptar la crítica, que nos hacen vivir de manera más feliz.

La Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, California, también ha reunido evidencias en este sentido. En su página web oficial, apunta: “Es muy posible que los médicos terminen por recetar una caminata por el bosque en vez de la ingesta de medicamentos para tratar algunos males”, dice, y rescata el concepto de ‘desorden por déficit natural’, creado por el doctor Richard Louw. Según este médico, en espacios con naturaleza pensamos mejor, somos menos hiperactivos, sufrimos menos ansiedad y menos depresión. O sea: se suma lo positivo, se resta lo negativo.

Peso y sicología
Esto de rodearse de naturaleza tiene que ver también con el bienestar del cuerpo. Todo indica que al vivir cerca de parques hacemos más vida al aire libre. Jugar a la pelota suele desplazar los sedentarios videojuegos y la bicicleta se convierte con más facilidad en un medio de transporte apto para incorporar en la vida diaria. Además, caminar rodeada de edificios no tiene el sabor agradable de andar a pie bajo la sombra de los árboles o sintiendo el ruido de un riachuelo. ¡No por nada se habla de las ciudades como selvas de cemento!

Un estudio holandés publicado el 2003 por la revista Journal of Environmental Psychology confirmó que mientras más verde sea el entorno, más actividad física se practica. Faltaba, entonces, comprobar que esta relación tiene un efecto directo en el peso corporal promedio de los habitantes de zonas en las que abunda la naturaleza. Por eso, un grupo de científicos de la Universidad de East Anglia, Inglaterra, relacionó los índices de obesidad y sobrepeso con los de accesos a áreas verdes. Los resultados, publicados en revistas científicas el 2010, confirmaron sus sospechas: las personas que viven alejadas de parques y plazas tienen un 27% más de incidencia de sobrepeso. Es un porcentaje altísimo, considerando lo difícil que es perder esos kilos de más y lo bien que su pérdida les hace a nuestra salud y autoestima.

“Estos hallazgos a veces nos hacen preguntarnos: ¿realmente necesitábamos que un científico nos diga esto?”, apunta la revista Science Daily, sorprendida por el hecho de que los seres humanos necesitemos tanta evidencia para reparar en algo que pareciera ser una perogrullada como decir que la naturaleza nos hace bien. Pero la información disponible es tan potente que hoy incluso hay una nueva corriente sicológica que invita a recurrir al mundo verde con fines terapéuticos: la ecosicología.

“Su principal postulado es que lo que es bueno para el hombre y lo que es bueno para la naturaleza están más cerca de lo que se cree”, explica Mary Gomes, sicóloga y académica de la Sonoma State University, EE.UU., en la revista Insights, publicada por su universidad. “Muchos de los cambios que llevan a una vida más satisfactoria y con más sentido también promueven un lazo más sostenible y sensible con la tierra. Del mismo modo, en muchos procesos responsables de la destrucción ecológica está la raíz del sufrimiento sicológico humano”.

Según la especialista, la ecosicología no solo invita a estar más en contacto con la naturaleza, sino que además propone una vida con menos consumo y hábitos alineados con los ritmos propios de la madre natura. Una invitación que, sin duda, vale la pena.

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