Publicado por Coco. En: Tendencias - Huertos Urbanos
Lee el primer artículo de la saga de Cultivos Urbanos en Plataforma Sustentable!
Luego de la aprobación del convenio UPOV91 para la protección de obtenciones vegetales (o derechamente patentación de variedades vegetales), mucho se ha debatido sobre sus eventuales nefastas consecuencias, enfocando principalmente la discusión en la llamada "Privatización de la semilla indígena y campesina" .
Ante estos temores, los promotores de la UPOV91 han sabido defenderse bien, desmintiendo aquella posibilidad y asegurando que este sistema de patentes es sólo para variedades nuevas, distintas, homogéneas y estables .
Quisiera exponer brevemente aquí 3 razones de fondo de por qué la aprobación de este convenio es, a mi juicio, una aberración.
El problema biológico
La diversidad genética entre los miembros de una especie (su plasticidad) es la que garantiza la capacidad de adaptación de ésta ante los cambios en su entorno. En la naturaleza, esta diversidad está dada principalmente por distintos mecanismos de inestabilidad genética en los procesos de reproducción. De la misma manera, la diversidad en los ecosistemas provee de protección a sus miembros ante agentes que los pongan en riesgo: mientras menos diverso es un ecosistema, más vulnerable será a los cambios del ambiente.
La aprobación de la UPOV91 significa un espaldarazo al sistema agroindustrial (monocultivos), y una puerta de entrada a las semillas genéticamente modificadas o transgénicos (que se caracterizan por su homogeneidad genética), elementos que en caso de continuar abriéndose paso en nuestro país, implicarán una reducción en las posibilidades de adaptación de las especies que conforman la alimentación humana.
Ya se han registrado casos de pérdidas de hasta un 90% en la producción por condiciones adversas debido a la pérdida de plasticidad en cultivos, lo que redunda además en un aumento en los precios de los alimentos.
El problema cultural
A lo largo de la historia sedentaria de la humanidad, la evolución de la agricultura ha estado caracterizada por la posibilidad de compartir los avances en el desarrollo de especies -por medio de técnicas de mejoramiento como la hibridación y la selección-, de manera tal que cualquier persona pudiese tomar como punto de partida dicho avance, construyendo así la cultura y patrimonio alimentario de la especie humana hasta ahora. La posibilidad de patentar una especie vegetal destruye nuestra historia de evolución colaborativa.
De esta manera, las empresas obtentoras adquieren gratuitamente el material genético de especies cultivadas y mejoradas por miles de años, al mismo tiempo que truncan celosamente la posibilidad de utilizar libremente su avance para continuar mejorando las especies cultivables.
El problema de nuestro lugar en la biósfera
Probablemente lo más peligroso de todo esto es que la posibilidad de patentar (poseer legalmente) una variedad vegetal (equivalente al concepto de raza), sólo es posible bajo la premisa de que el ser humano se encuentra, como especie, por sobre las demás, y que por lo tanto puede disponer de ellas a su gusto. Es precisamente esta concepción, tan típica de la occidentalidad moderna, la que nos ha acarreado al punto crítico en el que nos encontramos hoy, caracterizada una extinción masiva de la biodiversidad y un enorme agotamiento de recursos claves para el funcionamiento equilibrado de la biósfera.
Es hora de que comprendamos de una buena vez que la especie humana es sólo un miembro más de un sistema mayor y finito llamado biósfera, y que la interacción con los restantes miembros está limitado por las posibilidades de flujo y transformación de materia y energía. Al mismo tiempo, es necesario que reconozcamos que la ciencia moderna (nuestra manera oficial de obtener conocimiento del medio), con su metodología actual, no alcanza para comprender y predecir a cabalidad los impactos a nivel global de cada uno de nuestros actos.
Ante ello, lo más sensato es detener el frenesí de la promesa de ser los dueños del mundo, para sentarnos nuevamente a observar y aprender de la experiencia que otorga el haber cometido un error.
Autor: Aníbal Fuentes Palacios
Cultivos Urbanos
www.cultivosurbanos.org
- descrpción de imagen adjunta: Semillas tradicionales obtenidas por intercambio. De izquierda a derecha: Poroto rojo de Panamá; maices amarillo, negro y rojo de comunidades Mapuche de Lumaco.
Luego de la aprobación del convenio UPOV91 para la protección de obtenciones vegetales (o derechamente patentación de variedades vegetales), mucho se ha debatido sobre sus eventuales nefastas consecuencias, enfocando principalmente la discusión en la llamada "Privatización de la semilla indígena y campesina" .
Ante estos temores, los promotores de la UPOV91 han sabido defenderse bien, desmintiendo aquella posibilidad y asegurando que este sistema de patentes es sólo para variedades nuevas, distintas, homogéneas y estables .
Quisiera exponer brevemente aquí 3 razones de fondo de por qué la aprobación de este convenio es, a mi juicio, una aberración.
El problema biológico
La diversidad genética entre los miembros de una especie (su plasticidad) es la que garantiza la capacidad de adaptación de ésta ante los cambios en su entorno. En la naturaleza, esta diversidad está dada principalmente por distintos mecanismos de inestabilidad genética en los procesos de reproducción. De la misma manera, la diversidad en los ecosistemas provee de protección a sus miembros ante agentes que los pongan en riesgo: mientras menos diverso es un ecosistema, más vulnerable será a los cambios del ambiente.
La aprobación de la UPOV91 significa un espaldarazo al sistema agroindustrial (monocultivos), y una puerta de entrada a las semillas genéticamente modificadas o transgénicos (que se caracterizan por su homogeneidad genética), elementos que en caso de continuar abriéndose paso en nuestro país, implicarán una reducción en las posibilidades de adaptación de las especies que conforman la alimentación humana.
Ya se han registrado casos de pérdidas de hasta un 90% en la producción por condiciones adversas debido a la pérdida de plasticidad en cultivos, lo que redunda además en un aumento en los precios de los alimentos.
El problema cultural
A lo largo de la historia sedentaria de la humanidad, la evolución de la agricultura ha estado caracterizada por la posibilidad de compartir los avances en el desarrollo de especies -por medio de técnicas de mejoramiento como la hibridación y la selección-, de manera tal que cualquier persona pudiese tomar como punto de partida dicho avance, construyendo así la cultura y patrimonio alimentario de la especie humana hasta ahora. La posibilidad de patentar una especie vegetal destruye nuestra historia de evolución colaborativa.
De esta manera, las empresas obtentoras adquieren gratuitamente el material genético de especies cultivadas y mejoradas por miles de años, al mismo tiempo que truncan celosamente la posibilidad de utilizar libremente su avance para continuar mejorando las especies cultivables.
El problema de nuestro lugar en la biósfera
Probablemente lo más peligroso de todo esto es que la posibilidad de patentar (poseer legalmente) una variedad vegetal (equivalente al concepto de raza), sólo es posible bajo la premisa de que el ser humano se encuentra, como especie, por sobre las demás, y que por lo tanto puede disponer de ellas a su gusto. Es precisamente esta concepción, tan típica de la occidentalidad moderna, la que nos ha acarreado al punto crítico en el que nos encontramos hoy, caracterizada una extinción masiva de la biodiversidad y un enorme agotamiento de recursos claves para el funcionamiento equilibrado de la biósfera.
Es hora de que comprendamos de una buena vez que la especie humana es sólo un miembro más de un sistema mayor y finito llamado biósfera, y que la interacción con los restantes miembros está limitado por las posibilidades de flujo y transformación de materia y energía. Al mismo tiempo, es necesario que reconozcamos que la ciencia moderna (nuestra manera oficial de obtener conocimiento del medio), con su metodología actual, no alcanza para comprender y predecir a cabalidad los impactos a nivel global de cada uno de nuestros actos.
Ante ello, lo más sensato es detener el frenesí de la promesa de ser los dueños del mundo, para sentarnos nuevamente a observar y aprender de la experiencia que otorga el haber cometido un error.
Autor: Aníbal Fuentes Palacios
Cultivos Urbanos
www.cultivosurbanos.org
- descrpción de imagen adjunta: Semillas tradicionales obtenidas por intercambio. De izquierda a derecha: Poroto rojo de Panamá; maices amarillo, negro y rojo de comunidades Mapuche de Lumaco.
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