Abandona el plan europeo Life, en el que participan otras tres comunidades
La imagen que acompaña esta información es una reliquia. Se corresponde con el último urogallo visto en Galicia y fue tomada en el 2003 por el biólogo Jorge Layna. Dos años después la especie fue dada por extinguida de forma oficial en Os Ancares de Lugo, su última reserva en la comunidad. La pita do monte ha corrido la misma suerte al otro lado de las montañas, en la parte leonesa, y en la actualidad su población también está en declive en el resto de la cornisa cantábrica, donde quedan poco más de 300 ejemplares de los 1.200 que se llegaron a contabilizar hace veinte años.
Pero al urogallo cantábrico, incluido como especie en peligro crítico de extinción en la lista roja de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza, le queda aún una esperanza: el plan Life de la Unión Europea, al que se han sumado desde octubre del 2010 las comunidades de Castilla y León, Asturias, Cantabria y Galicia, además de la Fundación Biodiversidad, que coordina el proyecto, el organismo autónomo Parques Naturales y la asociación Seo/Birdlife, que se encarga fundamentalmente de las tareas de voluntariado y concienciación social. ¿El objetivo?: frenar el declive de esta emblemática ave mediante un programa de cuatro años y una inversión de siete millones de euros, de los que la mitad son aportados por la UE.
El proyecto sigue en marcha, pero ahora con un socio menos, Galicia, que acaba de renunciar a su participación. A la comunidad le correspondía una inversión, según los datos aportados en la presentación del proyecto, de 612.180 euros, de los que la mitad tenían que ser sufragados por la Xunta. «No podía asumir el presupuesto que le correspondía. La comunidad es la que decide en qué quiere priorizar sus gastos, y es lo que ha hecho», explica Luis Robles, de la Fundación Biodiversidad y coordinador del proyecto Life Urogallo Cantábrico.
De Laciana a Os Ancares
Sin embargo, la falta de apoyo al programa por parte de Galicia no significa que todo esté perdido para la especie en la comunidad. La esperanza se sitúa ahora en la población de pita de monte que se encuentra en el valle de Laciana, en León, la mejor conservada de todo el cantábrico. Su vía lógica de expansión, según los técnicos, es hacia los Ancares. «Es probable que se salve por sus propios medios -apunta Robles- porque la ventaja es que los bosques, el hábitat, están ahí».
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