Por: acontrapelo
Abril 2004
Cinco razones para rechazar la coexistencia con los cultivos
genéticamente modificados
Gente de todo el mundo está observando a Europa, donde la moratoria a los organismos modificados
genéticamente – lograda a través de duras batallas - está por ser levantada y donde actualmente la lucha es
para determinar qué tendrá lugar después de ello. La contaminación genética está en el centro del debate y
mucho se ha dicho sobre umbrales, coexistencia y la preservación de la “opción del consumidor”. Pero hay
mucho que no se ha dicho, particularmente lo que se refiere a cómo las decisiones de Europa afectarán al
resto del mundo. Los asuntos más amplios en juego están en peligro de perderse de vista en las minucias
de las negociaciones oficiales.
La contaminación genética debe verse como lo que es: una consecuencia inevitable de la agricultura
genéticamente modificada y la piedra angular de los esfuerzos de la industria biotecnológica para generar
la aceptación global de los cultivos genéticamente modificados como un hecho consumado. La industria
biotecnológica quiere que sus oponentes crean que la única opción que queda es “manejar” la coexistencia
de la agricultura genéticamente modificada y no genéticamente modificada. La industria necesita que
abandonemos la lucha para detener la ingeniería genética y dirijamos nuestros esfuerzos a salvar lo que
queda de la agricultura no genéticamente modificada, en gran medida de la misma manera que ha intentado
cooptar la lucha por la biodiversidad dentro de una campaña no amenazadora para proteger “zonas
de alta biodiversidad” del planeta. Pero tal coexistencia llevará inevitablemente a un sistema global de
alimentos y agricultura conformado por dos canales paralelos – un mercado específico libre de organismos
genéticamente modificados (OGM) para los muy ricos y un abastecimiento contaminado con OGM para el
resto de nosotros – con las mismas pocas corporaciones controlando ambos canales, desde las semillas
hasta los supermercados. Contra esto, más y más gente está trabajando valerosamente, con todos los
medios a su alcance, para mantener campos, zonas, provincias, estados, países y regiones libre de OGM.
Aquí hay cinco razones por las cuales el asunto de la contaminación debe inducir a un completo rechazo
de los OGMs:
1. El único modo de prevenir la contaminación es no cultivar OGMs.
La agricultura no tiene lugar en un laboratorio. El polen viaja. Las semillas viajan. La comida viaja. Y no
viajan en forma ordenada, definida y previsible. Los insectos pueden transportar el polen a través de
kilómetros. Así también lo puede hacer el viento. La capacidad de las semillas de estar en el suelo por
años antes de germinar puede hacer las cosas todavía más complicadas. Y no existe ninguna garantía
contra los errores y actividades humanas, tanto si son científicos enviando por error a sus confiados
colegas semillas genéticamente modificadas alrededor del mundo, como gente contrabandeando
semillas a través de las fronteras, agricultores sembrando los granos de ayuda alimentaria genéticamente
modificada, o empresas biotecnológicas violando en forma frecuente las reglamentaciones de
bioseguridad. Esto es lógico: la comida y la agricultura han girado siempre en torno al intercambio,
la experimentación y el comercio y ello no es diferente en el actual contexto de la globalización.
Nadie está negando este hecho básico en el debate europeo acerca de la coexistencia. Estudio tras estudio demuestran la imposibilidad de practicar la agricultura libre de OGM lado a lado con la agricultura
genéticamente modificada. Esta es la causa por la cual las negociaciones sobre co-existencia son en realidad
acerca de umbrales (determinando qué niveles de contaminación son “aceptables”) y responsabilidades
legales (asignando responsabilidad legal por las contaminaciones que inevitablemente ocurrirán).
Y este es el motivo por el cual la industria de los OGM no es seria respecto de su participación en cualquier
plan de coexistencia que pudiera realmente mantener separadas a la agricultura genéticamente modificada
y la no genéticamente modificada y asignara responsabilidades legales donde efectivamente corresponde,
como nos muestra la reciente decisión de Bayer de abandonar la comercialización de su maíz genéticamente
modificado en el Reino Unido. La manera más práctica y eficiente desde el punto de vista de los costos
de prevenir la contaminación con OGM es no sembrar cultivos genéticamente modificados en absoluto.
Dado que los argumentos para cultivar plantas genéticamente modificadas son bastante débiles desde la
perspectiva de los agricultores y más débiles todavía desde la perspectiva de los consumidores, no existe
ninguna buena justificación para todos los esfuerzos y costos adicionales que demanda el incluir los OGMs
en el sistema agrícola.
2. La contaminación es un acto de agresión
La mayor parte de las discusiones sobre contaminación se enfocan en los “umbrales” de OGM que los
consumidores y la industria aceptará en productos “No genéticamente modificados”. Pero para mucha
gente, cualquier contaminación genética es un ataque a las más sagradas y fundamentales creencias. El
ejemplo más notable de esto es la reciente contaminación del maíz en México.
Para los pueblos indígenas de México y Guatemala, el maíz es la base de la vida. En la historia de la
creación de los Mayas, el maíz fue el único material al cual los dioses pudieron incorporar el hálito de
la vida y fue lo que utilizaron para crear el cuerpo de las primeras cuatro personas de la Tierra. Para
otros pueblos de México, el maíz en sí mismo es una diosa. El maíz ha sido el alimento fundamental
de los mexicanos por centurias y miles de variedades hacen posible un asombroso rango de sabores,
consistencias, formas de preparación, nutrientes y usos medicinales. Es lo que ha mantenido vivos a los
pueblos indígenas a pesar de la discriminación, la pobreza y el saqueo. Ha llegado a ser igualmente clave
y con frecuencia igualmente sagrado para las comunidades campesinas en México y en gran cantidad de
otras partes del mundo. La vasta mayoría de los mexicanos no dudan en decir “Somos hijos del maíz”.
Por lo mismo, cuando la gente de México descubrió que su maíz había sido contaminado con OGMs,
lo vieron como una violación de lo que es más sagrado para ellos. Álvaro Salgado del Centro Nacional
de apoyo a las Misiones indígenas (CENAMI) expresó el sentimiento popular: “La contaminación no
es sólo un problema más. Es una agresión contra la identidad de México y sus habitantes originarios”
3. La contaminación incrementa el control de las grandes empresas sobre
la agricultura
No es una gran secreto que a la industria de los OGM le interesa imponer los cultivos genéticamente
modificados tan rápida y ampliamente como sea posible a través del globo. La industria ha corrido a gran
velocidad para lograr que sus cultivos genéticamente modificados estuvieran ya en el campo antes que las
regulaciones de bioseguridad y la oposición pública comenzara. Pero sería un error asumir que la industria
de los organismos genéticamente modificados no quiere algún tipo de regulación para sus productos.
A las grandes empresas les gusta contar con reglamentaciones que faciliten el control del mercado,
mientras no les impida vender sus productos. La actitud de indiferencia de la industria hacia el “mercado
negro” de los cultivos genéticamente modificados, tal como el algodón Bt en India o la soja Roundup Ready
en Argentina y Rumania, es solo un fenómeno temporal. Les agrada esta contaminación inicial porque pone
a las autoridades en una posición incómoda, y ejerce presión sobre ellas para que aprueben los cultivos.
Pero una vez que alcanzan este objetivo inicial, las grandes compañías se mueven rápidamente para
aplastar al “mercado negro” y tomar el control. Esto es lo que está sucediendo en Argentina y Brasil.
La división entre la industria de semillas biotecnológica y el resto de la cadena agroindustrial es otro
fenómeno temporal. Las alianzas y fusiones entre las dos ramas de la industria se dispararán en el
momento en que la moratoria europea y la japonesa sobre las importaciones de OGM terminen, dando
lugar a sistemas fuertemente controlados de “preservación de la identidad”, donde los agricultores
cultivarán determinadas variedades bajo contrato con las grandes empresas, quienes estipularán
qué insumos deberán utilizarse. Estos sistemas de preservación de la identidad, se basarán en el
uso de semillas certificadas, tanto para los cultivos no genéticamente modificados como para los
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2 genéticamente modificados con “valor agregado”.
Lo que implica que, a fin de “garantizar” la identidad de sus cultivos, los agricultores tendrán que cultivar a partir de semillas compradas a las empresas, no dejando ningún espacio para la preservación o intercambio de semillas. Los agricultores que cultiven semillas producidas por ellos mismos tendrán que vender sus cultivos fuera de los canales para los productos no modificados genéticamente, a menos que puedan encontrar mercados locales informales.
Al final de todo esto, un pequeño círculo de grandes empresas o alianzas empresariales emergerá con el
completo control de los sistemas alimentarios y la agricultura, controlando tanto el sector de los OGM (ya
sea en mercaderías a granel como la soja Roundup Ready o en cultivos con “valor agregado”) como el sector no genéticamente modificado, que se convertirá en un nicho de mercado dirigido a los sectores ricos, como en gran medida ha llegado a ser la agricultura orgánica. ¡Sólo mírese a Rumania, donde la única semilla no
genéticamente modificada certificada disponible es la semilla importada por Pioneer Hi-Bred desde Estados
Unidos!
4. Las medidas de control de daños obstruyen las buenas prácticas
agrícolas
Los planes propuestos por los europeos para la coexistencia dejan claro que la separación entre
agricultura genéticamente modificada y libre de organismos genéticamente modificados requiere
una intervención normativa intensa y a gran escala. Los cultivos tienen que ser segregados mediante
distancia y barreras, las semillas tienen que ser certificadas como no genéticamente modificadas, se
necesitan fondos para indemnizaciones a los agricultores por contaminación de cultivos no genéticamente
modificados, es necesario que se desarrollen sistemas de manejo post-cosecha, y así sucesivamente.
El resultado final es mucho mayor control sobre los agricultores. Se les obligará a amoldarse a
las prácticas de “co-existencia” que tienen poco que ver con las buenas prácticas de agricultura.
Habrá más burocracia, trabajo de oficina, presiones por la certificación y mucho menos flexibilidad al
momento de decidir qué sembrar, cuándo y como cultivar y cómo vender la cosecha. La conservación
y los intercambios de semillas, si no se prohíben, serán mucho más complicados. El futuro de la
agricultura no genéticamente modificada será un sistema estrechamente regulado, gobernado por
contratos onerosos que dejarán a los agricultores más vulnerables al poder de la agroindustria.
Por otra parte, para aquellos países sin los recursos para tal intervención administrativa, simplemente no
habrá futuro para la agricultura libre de organismos genéticamente modificados una vez que éstos estén
permitidos.
5. Los pobres se llevarán la peor parte
Pero aún cuando las medidas de coexistencia propuestas tuviesen alguna efectividad real, simplemente no
existe manera de que los países de África, América Latina y Asia tengan la capacidad para implementar el
tipo de medidas de pensadas en Europa. Basta con mirar la situación con los pesticidas para entender la
disparidad en las reglamentaciones e implementación entre el Norte y el Sur. Cuando quiera que los OGMs
sean introducidos en los países del Sur, la contaminación es inevitable, incluso si los OGMs se introducen
como granos para ayuda alimentaria. Pero no es sólo la facilidad con la que la contaminación puede ocurrir
lo que es tan problemático, sino también las implicaciones.
Los riesgos son mucho más altos en el sur, puesto que los sectores más pobres son altamente vulnerables
a cualquier alteración en la agricultura local, el abastecimiento local de alimentos y en las costumbres
locales. Los países del sur están también en una posición de debilidad en relación a sus exportaciones.
Mientras ellos dependen de las exportaciones agrícolas para obtener divisas, los mercados de exportación
están controlados por las empresas del Norte, quienes tienen libertad para bloquear las exportaciones
de los países del Sur si ellas no cumplen con los umbrales de contaminación determinados por los países
importadores o incluso por las mismas empresas. La presión para imponer los cultivos genéticamente
modificados viene del norte, pero es el Norte el que terminará dominando el mercado de productos no
modificados genéticamente, si los OGMs logran penetrar los países del sur.
La única opción práctica para los países del sur es cerrar sus fronteras a todas las importaciones de
OGMs. Semejante cambio, requiere de un nivel de coraje político que gran cantidad de gobiernos del
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3 Sur parecieran no estar dispuestos a demostrar. La implacable presión de la industria biotecnológica,
el gobierno de Estados Unidos y sus aliados es con frecuencia demasiada. En este contexto,
apoyar la “coexistencia” en el norte es un ataque a la solidaridad con los pueblos del sur. Esto sólo
estimulará la diseminación de los OGMs y la dominación de la agricultura del sur por parte de ellos.
Volviendo a lo fundamental No hay justificaciones aceptables para los OGMs. Existe ya conocimiento y tecnología más que suficientes para que los agricultores puedan producir de manera tal que alimenten a la población mundial, cuiden el planeta y apoyen el bienestar de las comunidades rurales. ¿A quién le importa si estas prácticas no son rentables para la gran agroindustria? Los OGMs son obstáculos que nos impiden movernos en la dirección correcta y necesitamos tratarlos como tales. La única posición posible a favor de una agricultura ecológica que beneficie a los agricultores, y en solidaridad con los pueblos del mundo, es un completo rechazo a los OGMs.
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