Estudios en Alemania y EE.UU. confirman que la actividad física influye positivamente en el tratamiento de enfermedades como el cáncer y la demencia senil, además de llegar a detener el proceso de envejecimiento.
Hasta ahora los médicos recomendaban la actividad física para prevenir enfermedades, y desde hace un tiempo, el ejercicio es parte de tratamientos médicos y oncológicos. Diversos investigadores reconocen que movilizar el organismo ayuda al ser humano aún cuando la enfermedad ya está avanzada.
En muchos casos, un entrenamiento dosificado es un complemento más efectivo que muchos medicamentos y que tratamientos sofisticados, según demuestran estudios recientes. Puede contribuir a la multiplicación de las células sanas y también revertir el curso de una enfermedad. En casos de depresión, por ejemplo, hacer ejercicio tres veces por semana durante media hora tiene el mismo efecto que tomar antidepresivos, afirman algunos expertos.
Genes de la edad de piedra
El hombre moderno sigue estando genéticamente programado para la caza y la recolección de alimentos. Esto no ha cambiado en los últimos 10.000 años, indican investigadores de la medicina evolutiva. Las
tareas cotidianas del ser humano prehistórico exigían un alto rendimiento corporal cuando juntaba alimentos subiéndose a los árboles, perseguía animales salvajes y construía refugios.
Los que no podían cumplir con estas tareas morían. A causa de esta selección natural, los supervivientes adquirieron una especie de armadura biológica hereditaria. Así se garantiza el funcionamiento óptimo del organismo, aunque sólo si el individuo se mantiene activo día a día.
¡A moverse!
Trabajamos sentados largas horas frente a la computadora, pasamos nuestro tiempo libre en el sofá y recorremos trayectos en medios de transporte. El sedentarismo del hombre actual contradice las necesidades biológicas de nuestro cuerpo.
La pobreza de movimiento de la población en los países industrializados es veneno para el organismo, ya que produce bloqueos en los procesos bioquímicos. Las grasas, por ejemplo, se transforman en piedras vesiculares. Además, al
ralentizarse la digestión, aumenta el contacto de los órganos con sustancias cancerígenas. Varios estudios confirman que las personas inactivas tienen una probabilidad de contraer cáncer de intestino grueso un 50% mayor que quienes practican regularmente algún deporte.
Científicos de la Universidad de Missouri, en EE.UU., ven la causa de las enfermedades de la civilización occidental en el mal funcionamiento del metabolismo, provocado por la inmovilidad. “Con un mínimo de 30 minutos diarios de movimiento moderado, como caminatas, 'walking' o natación, se evitarían muchas patologías que llevan a enfermedades crónicas como la diabetes, la artritis y los problemas cardíacos”, explican.
Es decir, el cuerpo de una persona que no hace ejercicio por lo menos media hora por día se encuentra en un estado de emergencia en el que células y tejidos están sometidos constantemente a procesos nocivos. Sólo es cuestión de tiempo para que entonces aparezcan molestias y dolores.
El corazón necesita movimiento
También en la cardiología se considera al movimiento como terapia fundamental. El cardiólogo Rainer Hambrecht, de la Universidad de Leipzig, confirma que “la expectativa de vida de enfermos coronarios estables aumenta cuando comienzan a practicar deporte”.
Las investigaciones indican que la realidad está muy lejos de aquel consejo médico clásico de guardar reposo. “Exactamente lo contrario está indicado, especialmente en disfunciones del metabolismo y problemas en las articulaciones;
no moverse empeora más la calidad de vida del paciente”, refiere el internista Herbert Löllgen en la publicación alemana “Deutsches Ärzteblatt“. El cese de actividad física causaría la muerte de muchos enfermos cardíacos. Así, en casos de debilidad de miocardio el proceso de la enfermedad se agudiza. Si el facultativo está bien informado, receta deporte, ya que según estudios actuales, el movimiento puede reducir la tasa de mortalidad de enfermos coronarios en un 35%.
Especialistas de la Universidad de Leipzig hicieron practicar deporte durante seis meses a un grupo de enfermos cardíacos: 20 minutos por día de bicicleta y 60 minutos por semana de "walking" o juegos de pelota, y compararon las pruebas de tejido con las de pacientes cardíacos pasivos. Los resultados mostraron que en los músculos de los deportistas había aumentado la cantidad de enzimas antioxidantes, encargadas de destruir a las radicales libres que dañan el tejido del miocardio.
Una vida sedentaria tiene, según los investigadores, los mismos efectos que fumar. La tasa de mortalidad de personas inactivas físicamente supera en 30% la de quienes hacen ejercicio regularmente. Un anciano que camina 1,6 km menos que otro de la misma edad muere, expuesto a los mismos riesgos, siete años antes.
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