En el mundo crece el interés en el Ártico en relación proporcionalmente directa al acusado derretimiento de los hielos en el Océano Glacial del Norte. La otrora inaccesible región se abre para la extracción de minerales en la plataforma continental, para el transporte de carga, para la pesca y el turismo. El cambio climático, junto con la contaminación del medio pone en peligro ese ecosistema excepcional. Solo gracias a los esfuerzos conjuntos de los Estados de la región se logrará conservar la frágil y vulnerable naturaleza del Ártico.
Según cálculos de los científicos, para el 2030 van a desaparecer los hielos en el Océano del Norte y estará así abierto el camino a las riquezas del Ártico. El 30% de las reservas no exploradas de gas y el 13% de petróleo del planeta reposan al otro lado de la frontera del círculo polar. Aparte de los cinco Estados costeros, a saber EEUU, Canadá, Dinamarca, Noruega y Rusia, esos tesoros son apetecidos por mas de 20 países. Rusia, el mayor país del Ártico, tiene grandes planes d desarrollo del Océano Glacial del Norte. La federación de Rusia planea convertir la zona ártica para el 2020 en base de recursos estratégicos
La ruta naval del Norte, que pasa cerca de las fronteras terrestres de Rusia aliviará el acceso a los tesoros del Ártico. Además que se trata de la vía mas corta desde Europa hasta Asia. Comenzaron ya las travesías experimentales de barcos por la ruta del Norte y para este año se han presentado ya 12 solicitudes. Según cálculos de los expertos, el volumen del transporte de carga por esa arteria de transporte podría superar en 2012 los 5 millones de toneladas, y en el futuro aumentar en más de 10 veces.
La prioridad del desarrollo contemporáneo consiste no en tomar a cualquier precio aquellas riquezas que han sido y serán descubiertas en el Ártico, para luego abandonar esa región desfavorable para la vida del hombre. Sino que consiste en asegurar su desarrollo estable. El conjunto de los elementos del desarrollo futuro del Ártico, los hidrocarburos, los recursos biológicos, la conservación del medio ambiente y la solución de los problemas del transporte son los cuatro pilares. Pero, lo principal es que la región está hoy muy débilmente investigada. Y en el primer lugar debe plantear la cooperación internacional en el campo de las investigaciones del Ártico.
Si hay algo que tienen claro los científicos es que la pérdida de hielo del Ártico durante los veranos ha alcanzado un punto de no retorno. Es ya un proceso irreversible en el que la única incógnita es saber cuándo ocurrirá de forma permanente. A diferencia de lo que ocurre con la Antártida o Groenlandia, el deshielo de las grandes masas sobre el agua no traerá consecuencias en el incremento del nivel del mar, pero sí otras no menos importantes, ya que pone en marcha una serie de mecanismos con efectos planetarios ya percibibles. Por ejemplo, la descarga de agua dulce sobre los océanos ha aumentado más de un 30 % y, además, se está fundiendo el permafrost (hielo perpetuo), lo que libera cantidades ingentes de metano, un gas con un efecto invernadero veinte veces superior al dióxido de carbono, lo que puede agravar a su vez el cambio climático. La pérdida de hielo también afecta al balance térmico global, porque de reflejar casi el 90 % de la radiación solar a la atmósfera pasa a absorber el 80 %. El contrapunto a estos efectos adversos lo suponen los beneficios para la navegación, con lo que las compañías navieras ya se frotan las manos. Por ejemplo, la ruta de Róterdam a Yokohama se acorta, con las nuevas rutas abiertas, en 13.000 kilómetros. Pero queda otro problema aún pendiente de resolver: ¿qué país es soberano del hielo?
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