Por: Andrés García. En Noruega reside el Arca de Noé del S. XXI., una bóveda a prueba de bombas atómicas que contendría más de dos millones y medio de semillas de todo el planeta. El cambio climático, catástrofes naturales, guerras, etc. ponen en riesgo el legado vegetal natural de este mundo y, claro está, es necesario preservarlo. Es un ejemplo de humanidad defendiéndose de la humanidad. La bóveda global de semillas -así se llama científicamente- se encuentra a 125 metros de profundidad, en el Polo Norte. La vida congelada lejos de la vida.
Antes que una crisis de los mercados o de las finanzas había estallado una crisis ecológica. El sistema ha exigido durante 50 años crecer un poco cada año para ser viable, y esto ha degradado la naturaleza otro poco, cada año; la lógica de este sistema impedirá la vida tal como la conocemos en unas generaciones.
El capitalismo ensayado usa el poder acumulado de la explotación de la tierra para mantener el privilegio de clases. No hay reconciliación entre capitalismo y ecología. Miremos a nuestro pais, un paraíso donado para la vida y amenazado por el empuje del desarrollo. Es el paradigma del crecer para subsistir: arruinar el medio natural para mantener el status quo. ¿Cuántas semillas se habrán perdido ya? Después, cuando la mierda nos llegua al cuello, nos la llevamos a otra parte o mejor la tapamos. El crecimiento ilimitado de una economía basada en la explotación de la tierra es una falacia.
Casi sin darnos cuenta ha estallado una batalla antropológica entre el modelo de las grandes industrias, de la descolonización del capital, de la explotación de los recursos del sur, y otro modelo de relocalización de la economía, de la producción a escala local y sostenible, de la agricultura ecológica y la desindustrialización. Aún es una batalla desigual, pero en ella nos vamos a jugar el futuro. Olvidemos de una vez la impostada lucha por la democracia como único anhelo contemporáneo, es falsa. Los esfuerzos hay que centrarlos en provocar el cambio de sistema. Empezando por la renuncia de cada uno de nosotros a vivir manteniendo privilegios innecesarios.
Debemos dejar a nuestros hijos un mundo mejor, no podemos empujarles a suspirar un día por un Noé que les salve, no habrá un Arca para todos. Latouche, uno de los padres del decrecimiento, dijo que se trataba de abrir de nuevo el espacio para la capacidad de invención y la creatividad de la imaginación reprimida por el totalitarismo economicista y desarrollista. De volver a vivir con la naturaleza, sin dominarla. De huir de bóvedas congeladas.
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