El desorden del funcionamiento intestinal trae aparejada una serie de patologías que prevalecen en la moderna diagnosis médica occidental. Algunas son fácilmente asociables, otras menos. Entre las más conocidas, podemos citar: flatulencia, cólicos, digestión lenta, estreñimiento, diarrea, parásitos, colitis, espasmos, divertículos, apendicitis, ulceraciones, colon irritable, colon dilatado, fístulas, cáncer de colon, enfermedad de Crohn, celiaquía, prolapso o candidiasis crónica. Ahondaremos aquí en consideraciones alternativas sobre algunas de ellas.
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FLATULENCIA
Ciertos procesos químicos naturales del colon (como el metabolismo de la fibra celulósica) producen gases, algunos inodoros (bióxido de carbono) y otros olorosos (sulfuro de hidrógeno). Los gases no tienen mayores consecuencias para un intestino sano, que los genera en reducida cantidad; en cambio son perjudiciales para un intestino enfermo, que habitualmente los produce en gran volumen. Las obstrucciones generadas por costras o estreñimiento, suelen dificultar su expulsión, lo que origina dolores, retenciones e inflamaciones.
Los gases pueden provenir de procesos metabólicos normales y también de ciertos alimentos (bebidas carbonatadas, levaduras o incluso exceso de aire tragado); pero en general su presencia habitual denuncia condiciones anormales del intestino.
Nutrientes mal digeridos (el caso de las proteínas) son alimento para el desarrollo de microorganismos nocivos. Virus y bacterias desdoblan compuestos orgánicos mediante el proceso de putrefacción, lo cual genera desechos metabólicos perjudiciales. En este ambiente suelen proliferar parásitos, que también generan desechos tóxicos. Además de intoxicar tejidos y fluidos, estas toxinas impiden la supervivencia de microorganismos benéficos y necesarios. Los divertículos, que veremos luego, incrementan esta problemática, al acumular material generador de putrefacción.
Quien aborda un proceso de corrección nutricional, debe tener en cuenta que inicialmente se generará un empeoramiento de la situación. Al eliminar refinados y aportar fibra, la persona acusará mayor producción de gases, como consecuencia del necesario reordenamiento de la flora intestinal. Pero a pesar de este aparente retroceso, paulatinamente advertirá mejora en la expulsión de los gases y en la calidad de evacuación.
Cuando las correcciones nutricionales no surten efecto, estamos frente a un estado de salud peligrosamente crítico. Por ello no es recomendable “resignarse” a convivir con el problema, ni limitarse a eliminar todos aquellos alimentos que nos causen gases. Es prioritario trabajar sobre las causas y no sobre los efectos, a fin de evitar posteriores consecuencias graves.
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DIVERTÍCULOS
Esta difundida problemática se genera por una suma de factores, pero el principal es la debilidad en las fibras musculares del intestino, sea por carencia de minerales como el silicio y/o por exceso de exigencia debido al estreñimiento. Esto genera una hernia en la pared del colon, que acumula material putrefactivo y promueve el desarrollo de microorganismos indeseables, convirtiéndose en fuente de infección, inflamación y toxemia.
También en este caso debemos orientarnos a remover la causa que genera el problema, más allá que se trate de divertículos gigantes que requieran cirugía. En lugar de modificar los hábitos equivocados, mucha gente se acostumbra a “coexistir” con el inconveniente, sin advertir los daños que genera el aumento del desorden toxico y el peligro que representa la ruptura de una de estas hernias intestinales. Es muy habitual ver que la gente centra el problema en “fibra sí” o “fibra no”, sin preocuparse por remover las causas que generan esta atonía en las paredes del colon.
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COLON IRRITABLE
Su lamentable “popularidad” va de la mano con los divertículos y es una consecuencia de los desórdenes nutricionales y el estrés. Llamada antiguamente colitis (inflamación de colon) o intestino espástico, actualmente el síndrome de colon irritable se ha convertido en el diagnóstico de moda para englobar a los pacientes con deficiencias intestinales crónicas. Precisamente sus síntomas son: dolor intestinal, alternancia de diarrea y estreñimiento, distensión abdominal, flatulencias, mucosidad en las evacuaciones, espasmos intestinales y una serie de padecimientos emocionales (depresión, ansiedad, fatiga crónica, malestar general, etc). A fuerza de medicación, aquí también la solución parece ser “acostumbrarse” a convivir con el problema.
Cala Cervera en su libro “Candidiasis crónica” da pistas interesantes sobre esta patología. “El principal error de diagnóstico es asumir que los síntomas provienen de un desequilibrio en el colon. Es mejor hablar deintestino irritable, pues la mayoría de las personas que padecen este síndrome, sufren un desequilibrio en el intestino delgado y por ello las exploraciones médicas del colon no suelen detectar anomalías y se cae en la cuestión emocional como causa”.
Posteriormente aporta su particular visión de la relación colon irritable-candidiasis crónica: “Nunca encontré que un paciente diagnosticado con colon irritable, al ser tratado y recuperado de candidiasis crónica, haya permanecido con los síntomas del diagnóstico original. Esto me hace pensar que la candidiasis crónica casi siempre genera un colon irritable, aunque no sucede a la inversa”.
“La candidiasis crónica provoca irritación en la pared del intestino delgado -continua explicando Cala Cervera-y entre otras cosas esta irritación genera la destrucción de la enzima disacaridasa, presente en las vellosidades intestinales. Sin esta enzima, no se pueden metabolizar correctamente los azúcares presentes en cereales, granos, ciertas legumbres, papas y productos lácteos, produciéndose mala asimilación del alimento, fermentación, más irritación y desplazamiento de microorganismos colónicos hacia el intestino delgado, en busca de dichos azúcares no digeridos. Esto agrava la irritación; entonces el intestino aumenta la producción de mucosidad para proteger sus paredes, lo cual dificulta el contacto de los alimentos con la pared intestinal y las enzimas digestivas, incrementándose la fermentación, los gases y los ácidos que irritan el intestino. Como se ve, un perverso círculo vicioso de difícil escapatoria”.
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CELIAQUÍA
Lo que se acaba de describir para el colon irritable, aporta una pista interesante para desarrollar una visión alternativa sobre la celiaquía, enfermedad en la cual se daña la vellosidad intestinal y por tanto hay mala absorción de nutrientes. La visión clásica de esta patología, considera que el daño de la mucosa del intestino delgado es consecuencia de una reacción anormal del sistema inmune frente al gluten (proteína presente en cereales, como el trigo). Aunque no se conocen las causas de tal reacción, la celiaquía se combate con dieta libre de gluten de por vida.
No habiendo certezas absolutas de los ciclos causa-consecuencia, y a la luz de los positivos resultados que arrojan las experiencias prácticas, bien vale la pena trabajar sobre un abordaje integrador. En nuestra opinión, el desorden intestinal, la toxemia corporal y el “tilde” inmunológico van de la mano en la generación de estas patologías. Desactivar estos factores resultará ampliamente positivo, más allá del rótulo que lleve la persona y de ignorar si fue “primero el huevo o la gallina”.
Por su parte el Dr. Jean Seignalet considera a la celiaquía como una enfermedad autoinmune que puede resolverse perfectamente con el régimen alimentario, al ser consecuencia de un “tilde” inmunológicogenerado por los alimentos. Las remisiones que logró se basaron en su régimen ancestral, que además de trigo, cebada y centeno, eliminaba el maíz, los refinados, los lácteos animales y los aceites industriales.
Desde el libro “Apiterapia hoy en Argentina, Cuba, Uruguay y Colombia”,el Dr. Julio César Díaz aporta otro indicio interesante sobre el tema: “En principio, el diagnóstico de celíacos se aplica en forma muy generosa a quienes tienen trastornos de absorción y que mejoran con determinadas dietas. No se realizan los diagnósticos de certeza y el paciente queda con el rótulo y la dieta de por vida, ya que sólo se esquiva el problema. Muchos pacientes, y sobre todo lactantes, diagnosticados como celíacos, no lo son; simplemente tienen lo que sería un síndrome de mala absorción, muchas veces motivado por una “falta de maduración” de las vellosidades intestinales. El uso del propóleo, lo más precozmente posible, puede hacer madurar las vellosidades (merced a su acción epitelizante y estimulante de fibras elásticas), además de estimular los mecanismos de bioreglaje. Esto permite que la mala absorción y sus consecuencias desaparezcan definitivamente en 2 o 3 semanas.
Las dosis estarán reguladas según el tamaño del paciente, pero en lactantes se puede hablar de 5 gotas de solución alcohólica al 10% cada 8 hs, preferentemente con el estómago vacío y antes de las comidas. Recordemos que aquí no vale demasiado la contraindicación de no dar productos de la colmena a lactantes, motivada por la amenaza de Clostridyum botulinum, el cual es sensible al propóleo”.
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APENDICITIS
El apéndice vermiforme es una especie de divertículo sumamente infiltrado por células linfoides, ubicado al inicio del colon y que frecuentemente se inflama, dando lugar a la apendicitis. Frente a este cuadro, y dado que no se le conoce función aparente, la opción es la extirpación quirúrgica. Es más, frente a una intervención abdominal, si el apéndice sano se halla a la vista, se lo extirpa por las dudas, para “prevenir” una apendicitis.
“¿Es acaso un criterio correcto extirpar un órgano sano?, se pregunta el Dr. Josep Lluis Berdonces. El que no sepamos exactamente para qué sirve, no quiere decir que sea un órgano inútil; si está en ese lugar, en medio del sistema intestinal, por algo será. Lo mismo ocurre con las amígdalas; extraerlas porque siempre se inflaman es como matar al cartero porque nos trae malas noticias. La acción no evitará que las malas noticias sigan produciéndose, solo impedirá que nos enteremos, lo cual es peor”.
Aunque oficialmente no se acepte del todo, el apéndice está relacionado con el sistema inmunológico, operando como una especie de estación emisora de anticuerpos en una zona con tendencia a la proliferación de microorganismos indeseables. Un grupo de investigadores publicó recientemente en el Journal of Theoretical Biology que el apéndice es un refugio para bacterias simbióticas que colaboran con el proceso de digestión y nos protegen de gérmenes dañinos.
Su inflamación no es otra cosa que un síntoma de colapso y nos advierte sobre graves desórdenes bacterianos e incorrecto funcionamiento intestinal. Obviamente la extirpación (más bien, mutilación) no resuelve las causas, y además del trauma operatorio generado, no hace más que debilitar la eficiencia inmunológica en una zona de alto requerimiento, dejando las puertas abiertas para un cáncer de colon. El sentido común indica, si la situación no está al borde del colapso, combatir la causa del problema: desinflamar la zona, limpiar los intestinos y regenerar la flora.
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Extraído del libro “Cuerpo Saludable”
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