Hace ya un buen tiempo vi la nueva versión de “El día que la Tierra se detuvo”. No era una película de ciencia ficción clásica, ya que los extraterrestres no invadían nuestro planeta, sino que buscaban salvarlo. ¿Salvarlo de quién? De nosotros, los humanos. La película no era muy buena, pero cuando Kathy Bates, como Secretaria de Defensa de Estados Unidos exige que le expliquen la razón de la llegada a “nuestro planeta”, Keanu Reeves pone su mejor cara de alien, y le retruca: “¿su planeta?” Como dije, la película no es muy buena, pero en ese diálogo hay una cuestión fundamental.
La Tierra, y más específicamente, la biósfera, esa delgada capa que alberga toda la vida, no nos pertenece. En tiempos evolutivos somos apenas unos recién llegados, y debemos compartirla con millares de otras especies. Sin embargo, con una gran dosis de petulancia, ignorancia y utilitarismo, hemos logrado poner en riesgo a toda la Tierra.
En efecto, actualmente los humanos se apropian de casi la mitad de la materia orgánica generada por los ecosistemas terrestres, más de un tercio de la productividad de los océanos y aproximadamente el 60% del agua dulce. El Indicador de Vida Planetario, que evalúa la vida silvestre, señala una caída del 60% entre 1970 y 2008. En América Latina se ha reducido un 50%.
El cambio climático ya nos golpea y en un futuro cercano estaremos hablando de otros cambios planetarios, como los desarreglos en los flujos globales de nitratos y fosfatos. Actualmente consumimos en un año un 50% más de los recursos renovables disponibles para ese mismo tiempo. Por lo tanto, a la Tierra le toma un año y medio renovar todo lo devorado en el año anterior.
En América Latina tenemos mayores márgenes, ya que la apropiación de recursos naturales está por debajo del consumo nacional en casi todos sus países. Por ejemplo, la biocapacidad de Colombia es estimada en 3,89, mientras que su apropiación de recursos es de 1,80 (medida en hectáreas de recursos ecológicos en tierras y mares).
Sin embargo, en la región persiste una intensa extracción de recursos naturales, con todos sus impactos. Pero éstos no son aprovechados por nuestros países, sino que son exportados como materias primas para sostener el consumo de las economías industrializadas y emergentes. Más del 80% de las exportaciones colombianas son materias primas, o sea naturaleza.
Todas estas evidencias científicas son abrumadoras. Nos encontramos frente a las llamadas “transiciones críticas”: cambios ecológicos a escala planetaria, en corto tiempo e irreversibles. No sabemos cuándo cruzaremos ese umbral, pero cuando ocurra ya será demasiado tarde para reaccionar. La Tierra finalmente se detendrá.
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