Es de conocimiento público y científico que la Región de Tarapacá es una zona de escasez hídrica. Se estima que tenemos una disponibilidad de ochocientos cincuenta y cuatro metros cúbicos por habitante al año, cuando el promedio mundial es de 6.600 y para un desarrollo sostenible el mínimo es de 2.000 metros cúbicos por habitante al año según la Estrategia Nacional de Recursos Hídricos 2013.
Tarapacá tiene una disponibilidad hídrica de 854 metros cúbicos por habitante al año, cuando el promedio mundial es de 6.600.
Si bien la disponibilidad del recurso aún no es crítica, sí resulta necesario tomar medidas hoy para evitar que el problema se vuelva insostenible mañana. La clave es hacer un uso más eficiente de éste recurso, tan vital como escaso. Hablamos de un enfoque que no requiere grandes inversiones, pero sí importantes cambios culturales. Un ejemplo elocuente es que si bien hoy las inmobiliarias que operan en la región estiman un consumo de 250 litros diarios por persona, la Organización de las Naciones Unidas advierte que con 70 litros se pueden satisfacer las necesidades básicas de alimentación y aseo personal. Sin duda hay una brecha que acortar.
Mejorar la eficiencia implica conductas personales y mejoras tecnológicas. En lo primero, se requiere iniciar un amplio proceso de educación que vaya desde los colegios a las juntas de vecinos, pasando por las casas y las oficinas. Se trata de crear pequeños hábitos que al final tienen un alto impacto. Cosas tan simples como revisar las goteras, abrir el paso de agua sólo cuando se va a utilizar o revisar el nivel de uso en los medidores, son medidas concretas y sencillas. A nivel de ciudad, no se entiende que, por ejemplo, se use agua potable para el riego de áreas verdes. Sería mucho más eficiente que se reutilizara partes de las aguas residuales que se evacúan al mar a través de tratamientos que permitan su uso en riego, lo que además disminuiría la contaminación del mar. En el mismo sentido, sería más lógico que se usaran, para paisajismo, especies vegetales locales, mejor adaptadas al clima árido de la zona que las traídas del centro y sur del país, que requieren de más agua.
Mejorar la eficiencia implica conductas personales y mejoras tecnológicas.
Sin duda, otro aspecto clave es el desarrollo e implementación de nuevas tecnologías. En el plano residencial, sería deseable implementar buenas prácticas en el desarrollo inmobiliario comenzando a instalar en sus proyectos grifería especial para un mejor uso del agua, como duchas con aire o estanques con cargas diferenciadas. La agricultura es otro sector crítico, por ser uno de los menos eficientes en términos de utilización del recurso. En la región, el 70% de la superficie agrícola se riega por inundación, que sólo aprovecha en torno al 40% del agua aplicada, es decir, de cada 100 litros de agua, se pierden 60. Aquí resulta indispensable mejorar la eficiencia en el uso del agua a través de la incorporación de riego por goteo, por aspersión, o por “microyet” en conjunto con programas. de capacitación y transferencia tecnológica hacia los agricultores, condición necesaria para un uso adecuado es estas tecnologías.
Por su condición árida, el sistema hídrico en Tarapacá es vulnerable, situación que se agudiza con el aumento de la demanda por agua que trae consigo el crecimiento económico y demográfico que ha vivido la región. Resulta indispensable por tanto que hoy, no mañana, todos asumamos nuestra responsabilidad en un uso más eficiente de este valioso recurso, pudiendo empezar con acciones tan simples como reparar una gotera.
(*) Jorge Olave es Doctor en Agricultura Intensiva en Zonas Áridas y Coordinador del la Línea de Innovación Tecnológica en Sistemas Acuosos, del Centro de Investigación y Desarrollo de Recursos Hídricos de la Universidad Arturo Prat (CIDERH-UNAP).
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