¿Cuántos de nosotros hemos experimentado una diarrea, o inflamación, o dolor abdominal después de algún disgusto, un susto muy grande, o cualquier otro impacto emocional?
Las emociones son reacciones que se viven como una fuerte conmoción del estado de ánimo. Derivado de las emociones, el cuerpo experimenta cambios y reacciones de tipo fisiológico. A estas reacciones se las denomina psicosomáticas.
Si el intestino está sano, vital y se encuentra limpio, prácticamente está garantizado que las materias de desecho (heces) estarán debidamente lubricadas y que el ritmo de evacuación será ideal. Además, un buen estado intestinal colabora en la comunicación entre neuronas, haciendo que las conexiones neuronales se realicen con más velocidad y sean más eficaces, pues allí es donde se ubica uno de los principales centros energéticos del organismo humano.
El intestino grueso se divide en tres regiones: ciego, colon y recto. El colon es la parte más larga del intestino grueso y es el lugar donde la materia fecal permanece antes de ser eliminada. Se puede decir que es como un almacén donde hay deshechos corporales, y también el medio donde se desarrollan bacterias que ayudan a la absorción de nutrientes, como es el caso de la flora intestinal.
¿Conocías esto?
Desde hace aproximadamente 15 años, se conocen las relaciones que existen entre las emociones y el organismo y cómo afectan al cuerpo humano. La presencia de neuronas en el aparato intestinal (sí, lees bien…), así como en el cerebro, son capaces de provocar crisis, u otros síndromes que afectan al individuo.Eso lo convierte en un “segundo cerebro” (su denominación técnica es “sistema nervioso entérico”), el cual está siendo investigado por la neurogastroenterología, una disciplina relativamente nueva.
Las emociones combinan tanto aspectos fisiológicos como psicológicos, repercutiendo en nuestro organismo, y manifestándose de una manera particular en cada uno de nosotros. Un individuo toma decisiones, almacena en su memoria ciertos sentimientos, situaciones vividas, se estresa, se altera, pone atención, percibe, imagina, etc. Esta interacción del organismo con el entorno constituye la matriz biológica y social del ser humano, y de este modo identifica el carácter favorable o desfavorable del entorno.
El 80% de los padecimientos tienen un origen psicosomático. Por eso, cuando una persona manifiesta decaimiento, disminución de la vitalidad, depresión, insomnio e incluso mal humor, es probable que en su entorno emocional algo lo esté alterando, y como respuesta a esa alteración, somatiza.
Si el individuo somatiza hacia el intestino grueso, es posible que se manifiesten diferente trastornos como: estreñimiento o diarrea; heces fecales más delgadas y secas de lo normal; incomodidad y dolor abdominal, frecuentemente ocasionado por la presencia de gases; apetito excesivo o ansioso, o por el contrario, su falta; calambres en la zona abdominal; acidez estomacal o agruras, náuseas o vómito; y alteración de la mucosa intestinal, entre las repercusiones menos agresivas, ya que también se pueden llegar a desarrollar enfermedades que pongan en riesgo la vida.
Para concluir, es en el intestino donde se conectan las realidades interna y externa, nosotros y nuestro entorno.Apreciar los mensajes del intestino ayuda a conectarnos con el cuerpo, con lo primigenio y lo intuitivo, con nuestro entorno.
Buena alimentación, ejercicios, meditación, entre muchas técnicas saludables, nos ayudarán a mantener limpio nuestro organismo, libre nuestro interior de emociones dañinas y libre nuestra mente de pensamientos perjudiciales. De este modo estaremos poniendo todo de nuestra parte para conservar un estado de salud óptimo.
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