El Indice de la FAO para el precio de los alimentos se elevó seis por ciento el mes pasado, al influjo de la ola de calor y las sequías en Estados Unidos y a condiciones climáticas extremas en otras zonas del planeta. El encarecimiento despierta el fantasma de una crisis alimentaria mundial como la que sacudió a los sectores más pobres y vulnerables de la población mundial en 2007 y 2008, advierten expertos.
La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) informó la semana pasada que su índice se disparó debido al aumento agudo del precio de los cereales y del azúcar que sucedió a tres meses consecutivos de caída.
La agencia explicó que “el severo deterioro de las perspectivas de la cosecha de maíz en Estados Unidos a raíz de intensas sequías elevó 23 por ciento los precios internacionales del grano en julio”, y que los del trigo “aumentaron 19 por ciento en medio de las menguantes perspectivas de producción en la Federación Rusa y de la previsión de una demanda firme” del cereal como pienso para ganado por la falta de existencias.
El Índice de Precios Azucareros de esta agencia de la ONU ascendió 12 por ciento debido a cambios en los patrones de la lluvia en Brasil, el principal exportador mundial, que “dificultaron la cosecha”, y por “preocupaciones relativas al retraso del monzón en India y a las escasas precipitaciones en Australia”.
Pronósticos de sequía en algunos territorios indios también amenazan las perspectivas de producción de cereales, legumbres, leguminosas y algodón.
Otras causas de preocupación desde el frente meteorológico, como inundaciones en China, Filipinas y Pakistán atribuidas por expertos al cambio climático, inciden también en la carestía.
Por otra parte, el precio de los productos lácteos y del arroz continuaron en buena medida sin cambios en julio, mientras cayó el de las carnes, según la FAO.
El Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI), apoyado por gobiernos, fundaciones privadas y organizaciones globales y regionales, advirtió que la sequía más severa e intensa en Estados Unidos desde los años 50 del siglo XX ha perjudicado la producción de maíz y soya, empujando hacia arriba los precios agrícolas.
El director general del IFPRI, Shenggen Fan, sugirió que para frenar otra crisis alimentaria mundial será preciso tomar medidas efectivas frente a la sequía en Estados Unidos, la cual combina lluvias por debajo de los niveles normales y temperaturas superiores a las habituales.
“Los sectores pobres y vulnerables de los países en desarrollo reciben un duro golpe por el encarecimiento y la volatilidad de los precios agrícolas, de los que dependen para asegurarse una ingesta calórica diaria básica. Como ocurrió en la crisis alimentaria de 2007 y 2008, las oscilaciones de precios en los mercados nacionales pueden tener un impacto significativo en los mercados globales, y viceversa”, explicó Fan.
El director ejecutivo del South Centre, Martin Khor, sumó otro motivo de preocupación al observar que “el maíz es un producto vital, pues no se lo usa sólo como alimento humano sino como parte principal del pienso para ganado y como ingrediente de muchos platillos” y que, por lo tanto, es previsible un aumento de “los precios avícolas, de la carne bovina, de la leche y de muchos alimentos procesados”.
“Existe una gran probabilidad de que se repita una crisis de precios de los alimentos como la de 2008, que derivó en disturbios y protestas en más de 30 países”, sostuvo Khor. “Otra preocupación es que las advertencias de científicos sobre una caída en la producción alimentaria debida al cambio climático ya se haya convertido en realidad”, agregó el director del South Centre, organización de países en desarrollo con sede en Ginebra.
Considerando la gravedad de la situación, el IFPRI pidió suspender la producción de biocombustibles con maíz cono insumo, un reclamo de larga data por parte de organizaciones académicas y de la sociedad civil de todo el mundo.
“Según el Servicio de Investigaciones Económicas del Departamento [ministerio] de Agricultura de Estados Unidos, 62 por ciento de los establecimientos agrícolas nacionales se ubican en zonas que sufren sequía. Esta sequía es severa en áreas donde se produce alrededor de 40 por ciento del maíz y la soya y 44 por ciento del ganado. Como consecuencia, los pronósticos de producción y rendimiento para el maíz y la soya se han reducido considerablemente”, escribió Shenggen Fan en una declaración divulgada a los medios de comunicación por la esa institución con sede en Washington.
De acuerdo con el informe del IFPRI, “los precios del maíz y la soya ya comenzaron a elevarse con rapidez y podrían aumentar aun más, dependiendo del grado de severidad e intensidad de la sequía. Sólo en los últimos dos meses, esos granos exportados desde Estados Unidos alcanzaron precios sin precedentes al encarecerse 30 y 19 por ciento respectivamente.”
Las pérdidas en la cosecha de maíz “se acercan al 20 por ciento y podrían alcanzar el 30 o más si persisten las condiciones de sequía extrema”, mientras “los precios del maíz y la soya comenzaron ya a aumentar aceleradamente y podrían incrementarse aun más dependiendo del grado de severidad y el alcance” del evento climático, explicó Shenggen Fan. La situación se torna incluso peor porque sólo en los últimos dos meses el maíz y la soya que exporta Estados Unidos se encarecieron “30 y 19 por ciento respectivamente”, con lo que alcanzaron niveles sin precedentes.
Khor coincidió con Fan respecto de las consecuencias de la producción de energía con insumos agrícolas. “Las sombrías o inciertas perspectivas del suministro y los precios de ciertos alimentos reanimaron la controversia sobre el uso de cultivos para la elaborar biocombustibles en lugar de alimentos”, anotó.
La semana pasada, el nuevo director general de la FAO, José Graziano da Silva, pidió a Estados Unidos un cambio temporal en su política de destinar 40 por ciento del maíz a la destilación de etanol. La medida, según Khor, “permitiría canalizar más grano a los usos alimentarios.”
“El encarecimiento de los alimentos y la incertidumbre del suministro llevará también a los países importadores a considerar otra vez si asumen como prioridad la autosuficiencia alimentaria”, luego de años de reducción del apoyo gubernamental al sector rural y la rebaja de los aranceles agrícolas exigidas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) como condición para sus créditos de ajuste estructural, pronosticó el experto.
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