Karen Hermosilla hace 7 horas
El reclamo sobre la potestad de los recursos naturales y el cuestionamiento de su uso como materia de exportación primaria ha llegado para quedarse y cada vez se hace con mayores argumentos. Es en este punto donde están todas mis esperanzas, pues el verdismo chileno pasó de ser una moda esteticista sobre ciertos parajes naturales a ser una necesidad creciente de tener soberanía y amor por la tierra.
No es que esté en contra con eso prístino y bello, como para postal o destino turístico, pero sí creo que existe un problema que precede la destrucción de los hábitats y que tiene que ver con las empresas de capital privado e inversión extranjera y por supuesto con cómo se administra desde el mismo Estado las políticas de cuidado y preservación del medio ambiente.
La lucha ambientalista, dejo de ser un tema netamente de hippies pata hedionda que saludan al sol y comen hamburguesas de lentejas. Ahora es la gente común y corriente que consciente de lo que como chileno le pertenece, comienza a unir cabos y cae en cuenta que el capitalismo tiene como piedra angular el saqueo de la tierra y sus riquezas. No es nada nuevo, de hecho estamos hablando del colonialismo español que aprendimos en tercero básico, pero en evidencia cuesta bastante que se haga una reflexión acertada como la que hizo el presidente de Uruguay, Pepe Mujica en la Cumbre Río + 20.
Hay varias cosas que señalar en el proceso verde chileno. El Estado no ha comprometido su fuerza productiva en convertir las materias primas en insumos, pues se han forjado negocios de manera privada utilizando el plano gubernativo como plataforma para conseguir concesiones, licencias, gratuidades, permisos de extracción en base a tratados de libre comercio desde la institucionalidad bajo parámetros legales que de todas formas violan el derecho a vivir en un ambiente libre de contaminación.
Por otra parte vemos que las mismas empresas que sobreviven bajo la tuición estatal no responden a los parámetros ecológicos básicos para postular un ejemplo para las de carácter privado. Codelco es la responsable de la hecatombe propia de un desastre nuclear en Ventanas, con su fundición y termoeléctricas. No se puede de esta forma sentar precedente de una actuación medio ambiental seria y sustentable frente al resto de las empresas.
La ciudadanía por su parte responde ante las crisis ambientales, para proteger la belleza estética del lugar, protegerse de gravísimos trastornos a la salud, de la destrucción de sus actividades productivas sustento en cuanto dice al trabajo que estos desempeñan como la pesca artesanal, o por molestias como el olor putrefacto que mana por ejemplo de plantas faenadoras o de “biomasa” que no es más que caca de animales.
Por ejemplo en el caso de HidroAysén, la temática es la protección de un paisaje maravilloso, amparado por una fuerte organización que responde a intereses turísticos. Esto mismo hace que la discusión de fondo sea porqué el Estado se “pone” con la carretera eléctrica, mientras que los chilenos deben resignarse a la destrucción, perforación (científicamente comprobada que causa sismos que no responden a tectónica de placas) e inundación de parte del territorio, sacrificando su soberanía por los intereses energéticos de empresas del rubro minero.
El tema es entonces porqué Chile aún no plantea por medio de plataformas legales una reforma energética que obligue a las empresas a invertir en energías limpias y viables, con eso me refiero a que no deban trasladarse por distancias que superan los 2 mil kilómetros, en el caso de HodroAysén y no sean tan contaminantes como una termoeléctrica.
A pesar de una nula respuesta en esta dirección de la autoridad, nos hemos puesto las pilas como ciudadanos. Ante la noticia de que se licitará el litio se ha movilizado mucha masa crítica para fomentar la lucha por la recuperación de este recurso y no solo eso, sino que la gestación de una industria que produzca insumos.
Es así como vemos que la cosa avanza. El pueblo, o la ciudadanía para que no se asusten, ha entendido que las luchas por la protección y recuperación de los recursos naturales tienen la importancia radical en quién lo explota, para qué, y por supuesto cómo, porque solo así se conocerá si los habitantes serán soberanos de un lugar o nada más que víctimas del manoseado “desarrollo”.
Ahora, ante la ausencia del anunciado Tribunal Medio Ambiental, los ciudadanos debemos hacer presión para que las empresas tengan estándares sustentables en sus prácticas y no se continúe dañando en el ejercicio de la faena, ni a las comunidades ni a sus hábitats.
Como ven, por donde se mire esta lucha debe ser verde, aunque a muchos aún no les quepa en la cabeza, acostumbrados a que la “revolución”, por cierto por este mismo motivo fallida, se financie con el inmundo petróleo.
Con este criterio podríamos comenzar una refundación de la patria y dando un ejemplo para el resto del mundo, basada en el respeto por la tierra, el trabajo de sus hombres y mujeres, y por supuesto el principio de construir una sociedad más justa y más limpia por medio del litio: el petróleo del futuro, que fomentará la tecnología no contaminante y redituará para conseguir los tan anhelados recursos para las grandes trasformaciones que soñamos en un futuro verde.
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