lunes, 10 de septiembre de 2012

Transgénicos: no nos mienten, solo no nos dicen toda la verdad


Ya desde Adán y Eva, el hombre no se conformó con lo que tenía o con lo que se le dio. Siempre quiso algo más o algo mejor. Hace miles de años y desde que se aprendió a cultivar, se trató de una u otra forma de mejorar las especies, ya sean animales o vegetales.
Cuando se tuvo conocimiento de la reproducción sexual de las plantas, se manipuló la polinización, para lograr el cruzamiento de algunas de ellas. Luego se pasó al injerto y a otras técnicas y así sucesivamente, la idea y las actividades de mejoramiento de genética a través de la selección y de cruzar variedades iguales o similares pasó al campo animal. Los resultados obtenidos dieron origen a organismos mejorados, pero siempre dentro de la misma especie.
El mundo avanza y no nos vamos a engañar queriendo no ver o aceptar la realidad, y menos detener la evolución de la era tecnológica, la de las comunicaciones, la informática, la cibernética y ya de lleno sin lugar a dudas de la biológica, donde la ingeniería genética ha conseguido lo que hasta hace unos años era inimaginable. Tomar genes y segmentos de ADN de una especie, “cortarlos y pegarlos” al ADN de otra especie. Así nacen los transgénicos, trans, cruzar, y génico, relativo a los genes. En definitiva, cruzar los genes, pero incluyendo en ese cruzamiento organismos de diferente especies. Por ejemplo, para que un tubérculo, como la papa, tenga resistencia a las heladas, se le “pega” un gen anticongelante de un pez de sangre fría, o el gen de una bacteria que mata insectos a una planta para hacer resistente a los mismos. Así de simple parece el tema, y en realidad hubiera sido simple y sencillo si los objetivos de estos logros hubieran sido solamente el de mejorar las especies que serán usadas como alimentos, o productores de fármacos y vacunas, procurando no repercutir negativamente en el ambiente y en los seres vivos, incluyendo al hombre.
La historia nos recuerda que ya en 1927, e irradiando semillas con RX, se consiguió un mutante, de mayor productividad. Pero fue en 1983 cuando se consiguió introducir un gen diferente en un genoma de una bacteria E. Coli.
La ingeniería genética o tecnología del ADN recombinante consigue manipular las secuencias de ADN, que son los codificadores de los genes (recordemos que los genes en cada especie están dentro de los cromosomas en un mismo orden), dando origen a los organismos genéticamente modificados (OGM). En 1986, se logra el primer transgénico, una planta de tabaco. En 1994, se aprueba el primer alimento, un tomate de características especiales.
De allí en más, la fiebre de los transgénicos se traslada a numerosos países y actualmente son millones las hectáreas de cultivos de dichos vegetales. Entre los principales cultivadores están EE.UU, Brasil, Argentina y Canadá, asumiendo estos que los transgénicos no ofrecen riesgos para la salud humana.
En el 2010 fue aprobado en los EE.UU. el primer transgénico animal. Un salmón que desarrollaba mayor peso y presentaba resistencia a climas adversos. Actualmente, se consiguen vacas que dan más leche, pollos sin plumas, peces y cerdos de mayor tamaño, entre otros.
Quiero ser lo más objetivo e imparcial posible, por eso pondré a la consideración de ustedes, para que quiten sus propias conclusiones, los siguientes datos:
Las cinco compañías más grandes a nivel mundial dedicadas a la ingeniería genética son: Monsanto y Dupont, en los EE.UU; Astra Zeneca, en Inglaterra y Suecia; Novartis, en Suiza; y Aventis, en Francia. Estas compañías tienen el 80% de la Biología Genética, el 60% de los plaguicidas, el 100% de las semillas transgénicas y más del 20% de las semillas naturales.
Estos vegetales modificados presentan mayor resistencia a las plagas, principalmente a insectos, a los herbicidas (Glifosatos y Amonio Glifosinado) y a los climas adversos.
Para cultivar transgénicos se utilizan herbicidas que destruyen la flora ajena al cultivo. Los herbicidas son productos químicos que se utilizan para la eliminación de vegetales y su uso debe ser controlado debido a los daños que pueden ocasionar a la salud y al ambiente. Para cultivar transgénicos se utilizan menos cantidad de insecticidas. Algunos de los transgénicos presentan resistencia a ciertos antibióticos. No se tienen publicados muchos estudios a largo plazo.
Una vez ingeridos, algunos genes siguen intactos en el intestino de los mamíferos y pueden incorporarse a la flora intestinal. En la mayoría de las veces, el procesado y preparación de alimentos previos a su consumo degradan el ADN.
Anteriormente, los diabéticos eran tratados con insulina proveniente de cerdos o vacas, actualmente se consigue producir insulina humana, aislando y cortando el gen productor de la insulina e insertando dicho gen en la bacteria Escherichia Coli, capaz de producir de esta forma grandes cantidades de insulina.
En el 2006, fue aprobado un fármaco derivado de una cabra transgénica, para el tratamiento de los coágulos sanguíneos.
Existen muchos otros fármacos e inclusive vacunas de uso humano biotecnológicamente recombinados para su elaboración. En individuos susceptibles, los OGM pueden causar alergias y toxicidad.
La FAO dice: hasta la fecha, los países que han introducido cultivos transgénicos no han observado daños notables para la salud y el ambiente, pero esto no significa que no puedan suceder.
La OMS dice: los OGM deben ser evaluados individualmente, para determinar su inocuidad y no es posible hacer afirmaciones generales sobre la inocuidad de todos. Los actualmente disponibles han pasado las pruebas de inocuidad y no es probable que presenten riesgos para la salud humana.
Se recomienda la continua aplicación del Codex Alimentario (normas, directrices y códigos internacionales para las buenas prácticas alimentarias).
En nuestro país, se restringen el cultivo y la producción de los OGM, pero se habilitan, registros de por medio, productos principalmente de los países vecinos, como ser carnes, embutidos, aceites, grasas y margarina, postres, mermeladas, jugos y cremas, lácteos y quesos, alimentos infantiles, pan, harina y pastas, papas fritas y snaks, caldos en sobres y cubitos, condimentos y extractos, cereales, chocolates y golosinas, maíces y choclos, entre otros, que bien sabemos tienen orígenes transgénicos y los consumimos diariamente. Y entonces, ¿solo lo nuestro hace mal?
Creo en el futuro de la biotecnología, pero me hubiera gustado que nos den mayores datos sobre la estabilidad genética, las alteraciones genómicas, la toxicidad, la alergenicidad, la digestibilidad y el metabolismo. Así como la biodisponibilidad de los nutrientes. Me hubiera gustado que aparte de buscarse –en esta competencia de innovaciones– privatizaciones y patentes, se ponga en primer lugar el mejoramiento de la alimentación, de la salud, de la calidad y del bienestar de la humanidad toda. Que aparte de sopesarse el resultado económico, se priorice la salud y el ambiente. Porque quiérase o no, el consumidor debe ser informado de todos los detalles para no seguir preguntando si los OGM son seguros para el consumo humano, para el ambiente, cómo afecta la biodiversidad y cómo afecta a las otras plantas, insectos y aves. Conozcamos bien estos aspectos, porque ya se vienen los transgénicos de segunda generación.

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